DEL FUNERAL POR JOSÉ ENRIQUE GALARRETA
Javier CastilloDespués de tres semanas luchando con el desgaste de su cuerpo, la noche del jueves 30 de enero ha pasado a la casa del Padre nuestro buen amigo y compañero José Enrique rodeado del cariño de tantas personas que si las nombrara a todas la lista sería interminable. A todas las personas que nos habéis hecho llegar su afecto y su cercanía en esta última etapa de la vida de José Enrique y, de manera especial, a los que habéis dedicado largas horas para acompañarlo en su lecho de enfermo, nuestra gratitud y nuestro reconocimiento por todo el bien que le habéis hecho a nuestro hermano.
Querido amigo,
El sábado pasado, cuando pudimos hablar un rato a solas en la clínica me repetiste varias veces esta frase “Señor, te busco… hay que ponerse en camino”. Me decías que te la inspiraba Santa Teresa, no sé si sea de ella, pero a ti, en ese momento te daba paz y te ensanchaba tanto el corazón que a través de tus ojos brillantes podía ver el rostro de ese buen Dios que se preparaba para darte un abrazo lleno de amor. Precisamente de un Dios que es amor, ternura y compasión o, como te gustaba decirlo, del Abbá, estabas profundamente enamorado y nunca escatimaste palabras y gestos para ayudarnos a vivirlo y comprenderlo así. Puedes estar tranquilo, tus palabras han caído en tierra fértil y somos muchos los que queremos tomar tu testigo para gritar por todos los rincones del mundo que el Dios en quien creemos es amor.
Josefus, Galarreta, Gala, Bernardo, Giussepe… con esos nombres te llamaban tus amigos y, en nombre de ellos, quiero decirte gracias:
Gracias por tu escucha sabia y prudente y por tus acertados consejos. Son muchas las personas a las que les hiciste el bien acompañándolas y orientándolas con tu palabra y tu amistad.
Gracias por tu amor sincero y valiente a la Iglesia. Cuando hacías alguna denuncia sobre aquellas cosas que veías en la Iglesia que no eran coherentes con el programa de Jesús lo hiciste desde un amor incondicional. Varias veces te oí decir “porque amo a la Iglesia lo digo”.
Gracias por tu pasión por Jesús, el que nos hablaba en parábolas y lenguajes sencillos para que nos quedara más fácil entender los entresijos de su mensaje y su misión. Gracias por tu pasión por ese hombre que es Dios.
Gracias por tu versatilidad. Sabías acompañar a jóvenes, no tan jóvenes y mayores. Tuviste una palabra oportuna siempre.
Gracias por los buenos momentos en los que al calor de unas migas o de un buen tinto nos ayudaste a vivir la alegría de ser amigos. Cómo no recordar las escapadas al Roncal o a recorrer valles y montes nevados. Cómo no recordar las tertulias de la noche con Isidoro, Xabi y los de la última hora de la cena en las que sin texto y sin protocolos disfrutábamos el hablar de Dios.
Gracias por estar… sí, por estar siempre ahí apoyando nuestras iniciativas y llamándonos a la prudencia y a la humildad. Gracias por tu preocupación por nuestra salud. Tú no te cuidabas pero siempre nos pedías que nos cuidáramos porque hay muchas cosas aún por hacer y Dios y los pobres nos necesitan fuertes.
Querido Giussepe, te nos has adelantado en el encuentro con el Padre, dale un abrazo de nuestra parte, tú ya lo has recibido, te lo mereces, te lo has ganado!
Hasta luego amigo, te echaremos de menos.
Javier Castillo, sj
José Enrique con Ángel Pérez (Director del Colegio San Ignacio), Jon Sobrino y Javier Castillo