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DECONSTRUIR PARA RECONSTITUIR (1)

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Si en todos los aspectos de la vida nos sucede la inercia de la costumbre, en lo religioso, tal vez más: hay un tradicionalismo de mantener intocable lo recibido, como si en ello peligrara nuestra fe. «Siempre hacemos lo mismo» y no nos paramos a analizar, a introducir cambios y evaluarlos». Es necesario superar la inercia de la rutina, de lo de siempre, de lo establecido. Es preciso pararse, analizar .A ves para no entra en procesos esquizofrénicos hay que desaprender lo aprendido. Pensemos, repensemos, dudemos, probemos, innovemos, separemos las partes…No es esnobismo, ni ganas superficiales de cambiar por cambiar, sino necesidad de cuestionar lo que no convence ni sirve, y buscar lo más coherente y presentable. DESCONSTRUIR PARA RECONSTITUIR Es una labor que hay que hacer desde abajo. No esperemos que los cambios nos vengan de arriba, ni ya hechos

«Deconstruir» no es destruir, sino revisar, analizar, cuestionar, desmontar a veces, buscar, preguntarse…, para buscar y encontrar nuevas fórmulas, que tampoco serán eternas, sino nuevamente revisables. Así como no aceptamos dogmatismos ni absolutismos, tampoco los podemos imponer. Relativizamos lo que cuestionamos, pero también lo que proponemos. Desconstruir es un paso necesario, pero no para destruir sin más, sino para reconstruir una realidad nueva, transformada, que tenga mejor sentido que la realidad anterior. No se trata de hacer tabla rasa y partir de cero. No podemos partir de cero. Partimos de donde estamos y de lo que tenemos. «Al destruir pierdes forma y fondo, al deconstruir, ganas nuevas formas al revisar el fondo» (Jacques Derrida)

Con esta finalidad transcribo una serie de artículos elaborados para Tiempo de Hablar por el «Equipo» de Valencia: José Ignacio Spuche, Ovidio Fuentes, Faustino Pérez, Deme Orte, en los que detallan conceptos fundamentales que habría que deconstruIr en la religión, la teología, la liturgia… etc.

Deconstruir la religión… para vivir la fe con madurez

Decosntruir el lenguaje religioso… para afirmar la fe

Deconstruir la Biblia…para escuchar la Palabra.

Deconstruir cristología divinizadora para creer una cristología humanizadora

Deconstruir la resurrección… para creer en el resucitado

Deconstruir la mariología… para descubrir a María

Deconstruir la Iglesia… para hacer comunidad

Deconstruir los sacramentos… para celebrar la fe

Deconstruir la política actual… para reconstituir una política distinta

Quien esté del todo conforme con lo recibido, y no se sienta incómodo con nada, mejor que no se cuestione nada y siga como está, en su rutina tranquila. Es más, posiblemente algunas de las cosas que se plantean en estos artículos le pueden molestar, intranquilizar, desestabilizar y tal vez (ojalá que no), escandalizar. Si no te interesa cambiar nada, mejor que no sigas leyendo.

 

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DECONSTRUIR LA RELIGIÓN… PARA VIVIR LA FE CON MADUREZ

Religión: «Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto».(R.A.E.)

LA RELIGIÓN COMO SISTEMA

Para algunos autores la religión nace del miedo humano a lo desconocido. Como el niño tiene miedo a los fantasmas, el hombre primitivo tiene miedo a lo desconocido: el trueno, el relámpago, el rayo… son experimentados como fuerzas que viene de lo alto, y se asocian al mundo sobrenatural: mitología de dioses con rayos en sus manos, Júpiter tronante,…

 En muchas religiones esos dioses han de ser aplacados de su ira con ofrendas y sacrificios a veces incluso humanos. La religión se convierte en un sistema opresor de los seres humanos, y es utilizada por quienes detentan el control de la religión (sacerdotes, shamanes, brujos…) para dominar a la población con argumentos religiosos (pecado, peligro de condena eterna…). Así ha sido durante muchos siglos y en muchas culturas y civilizaciones en todos los continentes y épocas de la historia.

El cuestionamiento de la religión no pudo ser generalizado hasta la autonomía humana conseguida con la Ilustración. La supremacía de la razón sobre el sentimiento religioso no pudo prevalecer socialmente hasta entonces. Pudo haber personas «descreídas» y «herejes», pero no podían escapar a un sistema social religioso.

LA RELIGIÓN Y JESÚS

Jesús nació y vivió en una sociedad religiosa. Seguramente fue educado en la religión de su contexto. Pero en su proceso personal fue cuestionando una religión que oprimía a las personas y no las hacía felices, y que además justificaba la opresión de unas clases sociales (sacerdotes, grupos próximos al Templo, ricos, terratenientes, poderosos políticamente…) sobre otras (pobres, mendigos, campesinos empobrecidos, excluidos sociales, enfermos, viudas, esclavos…).

Desde su religiosidad fue descubriendo a un Dios no lejano ni cruel, sino cercano, misericordioso, al que llamaba Abba, Padre, Papá, Papaíto. Y empezó a descubrir y transmitir que Dios quería para la gente una dignidad, una felicidad, una humanidad, y unas relaciones de amor entre las personas que les llevarían a su felicidad personal y a una sociedad igualitaria, fraterna, justa y de plenitud y felicidad.

Frente a ese proyecto, que llamaba «Reinado de Dios», fue cuestionando una religión que deshumanizaba a las personas. Él mismo fue relativizando los pilares de la religión, el sábado, la «pureza» legal, el pecado, el Templo, el culto, los sacrificios, las doctrinas… Y poco a poco los fue poniendo en cuestión, infringiendo sus normas y atacando la hipocresía de un culto a Dios que despreciaba a las personas.

El simbólico ataque final al Templo fue determinante para ser considerado un subversivo del sistema religioso y político y un blasfemo del orden religioso.

Fue el poder religioso (los Sumos Sacerdotes) quien le entregó al poder político para su ejecución por blasfemo y subversivo, muriendo con la muerte más denigrante, la ejecución en cruz reservada a esclavos y subversivos.

JESÚS Y LA RELIGIÓN

(Resumen del cap.4 de Castillo «La humanización de Dios» )

Jesús nos explicó quién es Dios y cómo es Dios. Jesús al hablar con Dios y hablar de Dios habla del Padre: entender a Dios desde la común experiencia humana del padre.

El Evangelio son los «hechos» y «dichos» de Jesús. En Jesús se da coherencia, coincidencia entre hechos y dichos. Jesús explica su propia vida: sus hechos van por delante. Jesús nació, creció, vivió en una sociedad marcada por la religión. Pero era galileo, no judío ni de Jerusalén. Galilea tenía mala fama de gente pagana y descreída: «religiosidad desviada». Jesús era visto como un forastero peligroso: se vio en las tensiones con la religión oficial (Templo y Ley). Vivió y predicó en Galilea: era el mejor sitio para anunciar su mensaje y su proyecto, región de pobres, ignorantes e impuros.. Y aún ahí, con los últimos de los últimos: pobres y pecadores. Con ellos Jesús asumió una «conducta desviada».

El «desde dónde» se ven las cosas determina y condiciona «cómo» se ven las cosas. Desde Galilea no se veía y se vivía la religión como se veía y se vivía desde Jerusalén. El Templo era riqueza y poder para la ciudad. Desde abajo, desde los pequeños y los últimos es desde donde se puede sintonizar con Jesús. Sólo desde donde se situó Jesús podemos encontrar al Dios que se nos da a conocer en Jesús.

La parábola del gran banquete como signo del Reino no se debe interpretar como caridad (invitar a los vagabundos), sino como confrontación de Jesús con la religión establecida. La religión es impedimento para comprender a Jesús.

Jesús da gracias a Dios porque «ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos», al tiempo que las ha revelado a la gente sencilla (Mt 11,25; Lc 10,21). Los maestros de la religión y los «inteligentes del mundo» no se enteran. Los expertos y profesionales de la religión no se enteran. Los «sencillos» son los «incapaces»: simples, incultos e ignorantes; los que sólo tienen lo más básico de la condición humana. Ellos son los que se enteran de lo que significa la historia y la vida de Jesús, y por tanto comprenden al Dios de Jesús. Son los «nadies», que no tienen nada más que su humanidad; no tienen títulos, ni riquezas, ni influencias, ni poder, ni palabra. Desde lo más elemental de la condición humana es cuando el ser humano conecta con Jesús y con el Dios de Jesús.

Jesús no fue sólo un reformador de la religión judía, sino de toda religión, o de la religión misma, «lo religioso» y la manera de entender a Dios. Jesús provocó, vivió y soportó un conflicto creciente que culminó con la condena a muerte y la ejecución violenta. Fue un conflicto religioso, motivado por la religión. A Jesús lo mató la religión: los dirigentes religiosos vieron en él un proyecto incompatible con su religión

«PROYECTO DE JESÚS» Y «PROYECTO DE LA RELIGIÓN»
DOS PROYECTOS INCOMPATIBLES

En la religión lo determinante está en lo sagrado. En el proyecto de Jesús, el centro de todo está en lo humano, en la dignidad y felicidad de las personas, en la vida. Jesús no suprimió lo sagrado, sino lo desplazó de lo religioso a lo humano. Esto es lo verdaderamente sagrado para Jesús. El proyecto de Jesús no es proyecto religioso, sino laico, secular.

A Jesús no le mató el pueblo judío, sino los dirigentes religiosos. A Jesús no lo mató la perversión moral de sus sacerdotes (que era mucha), sino su fiel cumplimiento de su deber como tales dirigentes y su obligación de mantener a raya la más estricta observancia de las normas de la Ley, el culto y el Templo. No es cosa de buenos y malos. Eran dos proyectos, dos formas incompatibles de entender la vida y la religión.

UNA RELIGIOSIDAD ALTERNATIVA

Jesús fue un hombre profundamente religioso, con una religiosidad tan radical que sobrepasó todo lo imaginable, una religiosidad alternativa. Jesús cambió el concepto y la experiencia de Dios, y de la religión. Jesús habló de Dios como Padre y habló con Dios como Padre. «Padre» no como expresión de autoridad, sino de bondad. La comunicación de Jesús con el Padre fue constante en su vida y tan total y singular que el Evangelio dice: «Mi Padre me lo ha entregado todo». Conocimiento, vinculación y hasta fusión de ambos. Una

religiosidad única y singular, alternativa.

JESÚS Y EL TEMPLO

Jesús iba al Templo donde estaba la gente. Pero no parece que participara en los cultos. Jesús se encontraba con el Padre no en el espacio sagrado del Templo, ni en el tiempo sagrado del culto religioso, sino en el espacio profano de la convivencia con la gente.

Jesús prescindió del Templo para relacionarse con Dios. Pero más: el conflicto de Jesús con el Templo le llevó a la acción más .violenta. Los cuatro evangelios hacen referencia al hecho, lo que lo muestra como indudable e importante. Fue causa de su condena en el juicio, y de burla en la cruz. Pero no lo hizo para «purificar» o «restaurar», sino para anunciar su destrucción y desaparición: ningún templo ni espacio sagrado, ni ceremonias religiosas: todo lo que el Templo significa.

Muchas personas tienen la experiencia de que es precisamente en un templo (capilla, lugar santo y ceremonias sagradas) donde encuentran a Dios. Si el Dios que se experimenta en el templo no coincide con el Dios que condiciona nuestra vida en la calle, en la convivencia con los demás, entonces el templo y su presunto «Dios» pervierte la religión y desautoriza el «proyecto religioso». Jesús reprocha a los profesionales de la religión que se sirvan del templo para justificar la violación del 4º mandamiento: abandonar a sus padres so pretexto de la religión.

Jesús al enfrentarse con el Templo destruyó simbólicamente la función de intermediario. En el Reino ya no hacen falta intermediarios. Es el enfrentamiento con la religión establecida, proponiendo una religión alternativa con el desplazamiento de «lo sagrado» como lo separado, hacia «lo sagrado» como humano.

JESÚS Y LA LEY RELIGIOSA

El enfrentamiento de Jesús con el Templo fue una vez, al final de su vida. Pero con la Ley se inició enseguida, en sus primeras actuaciones en público. La Ley acompañaba a toda la gente todos los días.

¿Jesús era un judío piadoso que cumplía la Ley? ¿o la quebrantaba sistemáticamente? Ni una cosa ni otra. La relativizó: lo importante no era la Ley de Dios sino la vida de las personas. La Ley de Dios era importante en la medida en que estaba al servicio de las personas, de la vida humana. Si una ley hace daño, lo único que se merece es la desobediencia.

 Jesús y sus seguidores, como marginados, estaban por encima de las normas de su entorno. La Ley escrita (Torá) se complementaba con leyes orales (la Halaká). Jesús entendía esta ley oral como «tradiciones humanas», añadidas e impuestas por los dirigentes. Y se comportó y habló con una soberana libertad en relación a la Torá, la ley divina en su sentido más propio. Combinó el endurecimiento con la moderación. No criticó ni abolió la Ley sino que la trascendió, yendo más allá de la letra. Jesús radicalizó lo referente al amor al prójimo, al respeto a los demás, respeto a la igualdad de la mujer, y en lo referente al dinero. Pero relativizó mucho y suavizó las normas rituales y cultuales, ayunos, normas de pureza e impureza, la observancia del sábado. Deja claro que la salud, la dignidad y la vida de «lo humano» está antes y es más importante que la santidad y la observancia de «lo religioso».

El proyecto de Jesús es radicalmente distinto del proyecto de la religión. La religión toma lo sagrado como «objeto» (espacio, tiempo, utensilios, ritos, normas) y como objeto «separado», distinto de lo profano, lo laico, lo secular común a todos. Para Jesús lo sagrado es el ser humano como persona, con los demás seres humanos, en lo que es común a todos por igual..

La «religiosidad» de Jesús es radical porque se basa en la comunión. Las religiones separan, dividen, enfrentan. De ahí tanta intolerancia y violencia religiosa.. Pero los que dividen, separan, excluyen, marginan, condena… son

enemigos del Evangelio y de la Iglesia, aunque sean gente «piadosa», «religiosos»·, hombres con cargos de poder en la Iglesia..

En resumen: El proyecto de la religión y el proyecto de Jesús son dos

proyectos incompatibles. El Dios que Jesús nos revela no es el Dios que presentan y representan las religiones. Lo más importante que Jesús aportó es que cambió radicalmente nuestra idea y nuestra experiencia de Dios.

LA RELIGIÓN CRISTIANA

Jesús no fundó ninguna religión. Ni los primeros cristianos consideraban el seguimiento de Jesús como una religión, sino como un «camino», un proyecto de vida, un modo de vivir. Para unos eran considerados una «secta», para otros, como «ateos».

Empezaron a llamarse simplemente «cristianos». Poco a poco fue adquiriendo connotaciones de «religión»: una doctrina, unas normas, un culto, unas personas constituidas en autoridad religiosa. Pero no fue hasta el siglo IV cuando Constantino se convierte al cristianismo y Teodosio la constituye religión oficial del Imperio, cuando el cristianismo de convierte en religión.

Pronto adquiere todas las características de una religión de poder: se asimila a las estructuras del Imperio romano, y el poder político y el poder religioso forman una entendimiento.

 Los concilios de Calcedonia y Nicea, convocados y presididos por el emperador hacen de la Iglesia el brazo religioso del Imperio. La Iglesia, convertida en Jerarquía eclesiástica, acaba convertida en Sacro Imperio Bizantino, Sacro Imperio Romano-germánico, los Estados Pontificios, el Papa coronando Emperadores y reyes, organizando cruzadas contra los infieles y una Inquisición contra los herejes

NUESTRA RELIGIÓN

Muchos y muchas de nosotros hemos nacido y crecido en esa «cristiandad» en que lo religioso imbuía todas las facetas de la vida. Y muchas de nuestras personas (unas más que otras) hemos recibido una formación religiosa tradicional. Esa formación religiosa tradicional mantiene a las personas en una permanente minoría de edad religiosa, siempre dependientes de los «padres» que dicen lo que hay que creer y hacer. En muchos casos la religión ha sido una forma de alienación y de «opio del pueblo»

Sin embargo, a pesar de todo, es a través de esa religión y esa Iglesia como hemos recibido la fe cristiana. Luego, hemos ido aprendiendo a distinguir fe y religión, y a cuestionar los ropajes que han envuelto la fe, y los contenidos religiosos en los que se ha formulado. Y hemos ido aprendiendo a relativizar unas cosas y valorar otras. Y en esas estamos.

¿HACIA UN CRISTIANISMO NO RELIGIOSO O POST-RELIGIOSO?

Dietrich Bonhoeffer viene a decir que el cristiano adulto y mayor de edad debe vivir en el mundo «etsi Deus non daretur» , como si Dios no existiera. «Debemos vivir en el mundo etsi Deus non daretur.(…) Dios nos hace saber que debemos vivir como quienes saben desenvolverse bien en la vida, aun sin Dios».

El 3 de Abril de 1944 escribe a su amigo Bethge, quien más tarde sería su biógrafo: «¿Cómo hablar de Dios sin religión?(…), cómo ser cristianos sin religión, con un talante mundano?. El 16 de Julio: «Debemos vivir como personas que se las apañan en la vida sin Dios.(…) Vivimos sin Dios, ente Dios y con él. El mundo adulto es un mundo sin dios, y por lo mismo, está tal vez más cerca de Dios que el mundo menor de edad.

Bonhoeffer utiliza la palabra «Dios» en dos significados distintos. Cuando escribe «vivir sin dios», está refiriéndose a vivir sin la representación premoderna y hetrónoma de Dios, sin el «Dios en las alturas», sin ese theos con el cual el ateísmo ha saldado ya sus cuentas. En cambio, cuando escribe «Ante Dios y con él»,utiliza el término Dios en el sentido del transcendente, Aquel a quien Tillich había ya descrito algunos años antes como «la Profundidad de la Realidad». O como decía Einstein, la majestad que se oculta detrás de todo lo experimentable.

Hay que repensar la fe para llegar a vivirla de un modo modernamente adulto, como una «santidad laica», ante Dios pero sin Dios; es decir, ante ese Misterio que nos sobrecoge, pero «sin dios», sin vivir pendientes de que allá arriba en el «segundo piso», un supuesto papá celestial nos va a resolver todos nuestros problemas.

El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona. El abandono de Jesús en la cruz no es, por tanto, ninguna tragedia. Constituye, según Bonhoeffer, el punto de partida para poder salir de la minoría de edad religiosa y vivir el cristianismo de manera adulta.

CUESTIONES ABIERTAS.

1.-Los «defectos» de las religiones (intolerancia, violencia, abuso del nombre de Dios, sacralización del poder, separación entre sagrado y profano...)¿son «defectos» de las religiones, o es que son así necesariamente?

2.-La religión ¿ha sido factor de humanización? ¿o nunca? Las religiones ¿son mediación del encuentro con Dios? ¿o impedimento?

3.-El proyecto de Jesús ¿no es religioso? ¿en qué sentido sí o no?

4.-La «religión cristiana» o «católica»...¿es cristiana? ¿Jesús fundó una nueva religión? ¿el cristianismo es religión o se convirtió en religión? - La Iglesia ¿es Iglesia de Jesús? ¿o es Iglesia de una religión? (ver definición de «religión») ¿qué se aplica mejor, el proyecto de Jesús o el proyecto religioso?

5.- ¿Cabe un cristianismo post-religioso? ¿cómo sería? ¿Se puede ser «creyente» y «no religioso»? ¿Profesamos una religión o profesamos una fe? ¿qué diferencia ves? ¿Vamos a una espiritualidad laica, no religiosa? ¿Vamos a un cristianismo laico, no religioso? ¿Cómo sería?

6.- «Jesús era un hombre profundamente religioso». La «religiosidad» de Jesús ¿es «religiosa»? ¿en qué sentido? ¿Es lo mismo «religiosidad» que «fe»? Explícalo.

¿Sería mejor hablar de «espiritualidad» que de «religiosidad»? ¿Cómo vives tú «lo religioso» y tu fe en Jesús? ¿Lo compatibilizas?

 

Elaborado para Tiempo de Hablar por el «Equipo» de Valencia:
José Ignacio Spuche, Ovidio Fuentes, Faustino Pérez, Deme Orte.

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