UNA MARIPOSA LLAMADA “ÉBOLA”
Mari Paz López SantosUn viejo proverbio chino diceque “el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.
Hay muchas mariposas revoloteando en miles de conflictos en el mundo, haciendo que “el efecto mariposa” relacionado con la teoría del caos, esté tejiendo una densa malla llena de nudos y nadie está libre de verse atrapado. Nadie, significa, ni personas, ni animales, ni ecosistemas, ni razas, ni culturas, ni los que se creen orgullosamente protegidos, ni los que siquiera saben que están desprotegidos. Nadie, ni nada, está libre de sentir ese aleteo que modifica estructuras, rompe moldes, desmonta predicciones…
Voy a detenerme en una mariposa llamada “Ébola” que, aunque lleva batiendo sus alas en África hace ya bastantes años, sólo esta vez se ha podido sentir al otro lado del mundo... España (Unión Europea) y Estados Unidos.
La muerte del sacerdote Miguel Pajares, hermano de la Orden de San Juan de Dios, infectado de ébola en Liberia, repatriado a España e ingresado en el hospital Carlos III de Madrid, ha sido noticia durante días; es el primer europeo que muere de esta horrible enfermedad tan desconocida como mortífera. El suceso nos ha hecho experimentar que la mariposa Ébola bate sus alas en Liberia y la brisa que despeja llega hasta el corazón de Madrid, en pleno mes de agosto, cuando la vida administrativa está en letargo estival.
Ahora que ya no es noticia de primera plana me ha dado un ataque profundo de empatía y he intentado ponerme (humildemente) en la piel de las personas que tuvieron que participar profesionalmente en la atención y el cuidado de una persona que, en su vida como “sacerdote-misionero-sanitario”, ayudó a curar a muchos; vivió al lado de los que no tienen cobertura sanitaria ni informativa para denunciar las muertes por infección del virus del Ébola y otras muchas enfermedades que la pobreza agrava.
Te invito a “meterte” en la piel de las personas que lo han vivido en primerísima línea: personal de enfermería, auxiliares de enfermería, personal de limpieza, médicos y todos los que participaron en el traslado en avión hasta España.
Piensa por unos momentos que tu madre o tu padre, tu marido o tu mujer, alguno de tus hijos, tu mejor amiga o amigo hubiera sido destinado a meterse en un traje de seguridad (una combinación de traje de buzo y astronauta) con dos o tres guantes que protegen pero casi inhabilitan para la psicomotricidad fina a la hora de poner una vía, una sonda o limpiar al enfermo de todos sus fluidos (que al parecer son las fuentes de contagio del Ébola), sudando a raudales dentro de la vestimenta y respirando a través de un filtro. Y una vez pasado el tiempo estipulado de estancia en la habitación salir, y con toda la calma y la frialdad que el cerebro dé de sí, quitarse con sumo cuidado la prenda y los accesorios, evitando un momento de extrema peligrosidad pues el traje, exteriormente, puede estar contaminado.
Seguramente el protocolo de la OMS (Organización Mundial de la Salud) para estos temas está bien estudiado; pero aquí pasa como en las corridas de toros: el que baja al ruedo es el que puede salir corneado o muerto.
Espero y deseo que el personal citado haya sido cuidado y atendido por las instituciones sanitarias como se merecen los profesionales (personas al fin y al cabo) en estos casos; por ejemplo, a nivel psicológico, a nivel económico, e incluso a nivel de descanso. Y si alguien piensa que estoy dando demasiada coba, reflexione sobre su capacidad de empatía.
No olvido, como no se olvidó en el funeral del sacerdote Miguel Pajares en la capilla del Hospital San Rafael de la orden de San Juan de Dios a la que pertenecía, a los enfermos de Ébola en los países africanos afectados. Fue un homenaje a todos ellos. Como dijo José María Viadero, director de la ONG Juan Ciudad sobre el fallecido: “Me prohibiría que hablara de él. Me diría que hablara de los enfermos y que hiciéramos todo lo posible por ayudarlos. Me diría que recordara a todos los muertos por el ébola”. Más tarde también se pidió en la oración por todo el personal sanitario que le había atendido.
Mi propósito de empatía me lleva a una propuesta a quienes gobiernan en este lado del mundo: abran los ojos y los oídos al aleteo de las mariposas más allá de vallas y fronteras; no olviden el viejo proverbio chino, porque las mariposas no saben ni de alambradas ni de puestos fronterizos.
Mari Paz López Santos