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FRANCISCO PROMUEVE NUEVO TRATO ECLESIAL AL PENSAMIENTO CRÍTICO DENTRO DE LA IGLESIA

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Con la publicación del "Informe Final sobre la Visita Apostólica" realizada por la Santa Sede a las religiosas norteamericanas, ha quedado establecido un nuevo modo de abordar las situaciones conflictivas dentro de la Iglesia. Dicho Informe, de 11 páginas, es un documento revelador de un hecho de enorme trascendencia para la vida de la Iglesia, porque establece un nuevo trato a las discrepancias, respeta la autonomía de los carismas, valida las experiencias de frontera y ejercita la comunión eclesial como un mecanismo efectivo para la solución de los conflictos.

En el caminar de la LCWR (Conferencia de mujeres líderes religiosas) hay que reconocer un impulso del Espíritu, que revela un genuino signo de los tiempos. Esto porque en medio de una realidad social y, principalmente eclesial, que margina y posterga a las mujeres, un grupo de más de 160 mil religiosas norteamericanas en la década del sesenta, emprendieron una experiencia pionera, encarnándose en medio de las realidades sociales.

Las religiosas han dado un testimonio edificante, como una respuesta generosa a las orientaciones del Concilio Vaticano II. El Concilio las impulsó a formarse y prepararse rigurosamente en diversas disciplinas, que las habilitó para servir en los más variados campos de la sociedad. Así llegaron a constituirse en pilares fundamentales del sistema educativo, de la red de salud, en las universidades y en diferentes organizaciones sociales norteamericanas. Ellas, han sido la presencia de la mujer cristiana en la sociedad, incluyendo también el terreno legislativo. Abandonaron los hábitos y, siguiendo el ejemplo de María: se llenaron de Jesucristo para multiplicar esperanza y solidaridad en la vida eclesial y social norteamericana.

Los costos de su audacia fueron grandes, como el abandono de muchas vocaciones (en la actualidad son poco más de 50.000 religiosas). Pero, sobre todo, se ganaron la incomprensión de muchos obispos, que vieron en su testimonio los peligros de la libertad del Espíritu. Se multiplicaron las desconfianzas y fueron acusadas de participar del movimiento liberador de la mujer. Involucradas en los problemas sociales, se sensibilizaron con los programas sanitarios del gobierno norteamericano, siendo acusadas de laxitud moral y de apoyar los programas de control de natalidad y eutanasia. También se abrieron al ecumenismo y reclaman mayores responsabilidades en la vida de la Iglesia.

Colmada la paciencia episcopal, consiguieron que en 2008 se resolviera someter a la LCWR a un proceso de investigación canónica, que se tradujo en una Visitación Apostólica y en una Evaluación Doctrinal que tuvo lugar entre 2009 y 2012. Dispuesto por el papa Benedicto XVI, el proceso fue confiado a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Así, la LCWR quedaba técnicamente intervenida, para lo cual se nombró al Arzobispo de Seattle, mons. Peter J. Sartain como Delegado Apostólico, con atribuciones para llevar a cabo una reforma general de la LCWR.

Recién asumido, el papa Francisco heredó un problema no resuelto y delicado, que había concitado el apoyo transversal de numerosos teólogos, sacerdotes, dirigentes políticos y ciudadanos que emprendieron una campaña sin precedentes, en defensa de las religiosas.

En mayo de 2013, surgió un delicado conflicto de competencia entre dos dicasterios, la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, confrontando a los respectivos cardenales que las presiden, el cardenal alemán, Gerhard Müller, y el cardenal brasileño, Joao Bras de Aviz. Uno y otro alegaban su mejor derecho a concluir la espinuda causa.

Hoy los hechos revelan que el conflicto de competencia fue resuelto a favor de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, que preside el cardenal Bras de Aviz, cuyo secretario es el arzobispo español José Rodríguez Carballo. Es evidente que el papa resolvió el conflicto de competencia en favor del organismo encargado de la Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica.

En manos del cardenal Bras de Aviz y de su secretario, el conflicto se encauzó por los caminos de la comunión, del respeto y de la mayor consideración. Así fue como ese dicasterio tuvo la deferencia de nombrar a una mujer religiosa de los Estados Unidos para desempeñar la responsabilidad de Visitadora Apostólica, la madre Mary Clare Millea.

La redacción del Informe Final no escatima en gratitudes y elogios a estas abnegadas mujeres, destacando que "las religiosas valientemente han estado a la vanguardia de su misión evangelizadora, desinteresadamente atienden las necesidades espirituales, morales, educativas, físicas y sociales de un sinnúmero de personas, especialmente los pobres y marginados." El documento respira un aliento de fraternidad y cordialidad, describe con respeto las dificultados y desafíos, que en muchos aspectos son comunes a la vida religiosa en todo el mundo. Resalta cómo, con creatividad e intuición, han buscado sortear la disminución de las vocaciones, compartiendo sus carismas con colaboradores laicos. El documento es una verdadera apología del Evangelio, que invita, convoca, exhorta y abre los caminos del diálogo fraterno. Y a quienes vieron con aprehensiones, sospecha y rechazo la Visitación Apostólica, los invita "a aceptar nuestra voluntad de entablar un diálogo respetuoso y fructífero".

Con este documento, el papa Francisco, a través de fieles colaboradores, ha dado una poderosa señal a toda la Iglesia para superar definitivamente ese nocivo espíritu inquisidor y humillante, con que se han enfrentado por largos siglos los problemas y conflictos en la Iglesia.

 

Marco A. Velásquez Uribe

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