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Libro de la biblia

* Cita biblica

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

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Nuestra civilización se sustenta en una gran patraña, y ésta consiste en identificar felicidad con abundancia. Nos han persuadido de que la felicidad está condicionada a nuestra capacidad para tener cosas, y esto hace correr el dinero, florecer el comercio, crecer la economía y mantener el empleo. La ambición se ha convertido así en el motor que impulsa el mundo, y si los ciudadanos la perdemos, el proceso se invierte y el modelo quiebra sin remisión.

Por otra parte, el capitalismo se ha erigido en el sistema idóneo para generar riqueza, y esto significa que, quizás de forma inconsciente, equiparamos capitalismo con felicidad. Es más, esta idea  ha arraigado con tal fuerza en nosotros, que hasta los partidos de izquierda radical que se declaran anticapitalistas y protestan sonoramente contra las lacras del capitalismo, han aceptado, de hecho, su esencia, y han renunciado a proponer modelos alternativos.

Pero, desde una concepción humanista de la vida, el capitalismo es intrínsecamente malo, pues instaura la ley del más fuerte en detrimento de los débiles. Su propia índole nos aboca a ahondar las diferencias entre unos países y otros; entre unos ciudadanos y otros... Además, su exigencia de una economía en constante crecimiento, esquilma los recursos que la Tierra ha atesorado a lo largo de miles de siglos, y provoca vertidos y emisiones que ponen en grave riesgo la vida sobre ella... Y todo ello es perverso.

El comunismo se postuló como alternativa al capitalismo, pero las atrocidades perpetradas en los regímenes que lo adoptaron, su falta de libertades, el desprecio por los valores individuales y la miseria generalizada que han producido, lo invalidan para basar en él cualquier proyecto de futuro.

Tenemos pues una descomunal asignatura pendiente: desarrollar una tercera vía que propicie una sociedad más humana; es decir, más justa, solidaria e igualitaria. Karl Marx —muy probablemente inspirado en los textos evangélicos— la definió con gran tino: "Una sociedad donde cada uno aporte según su capacidad y reciba según su necesidad"... Es ésta una formulación sencilla que implica unas consecuencias muy serias, pues exige la liquidación del concepto de justicia conmutativa —que hoy rige nuestras vidas—, en favor de una Justicia con mayúscula y sin adjetivos.

Pero hay más. Este nuevo estilo de convivencia supone desterrar "la ambición" como motor del mundo, corriendo el riesgo de que éste se pare. Porque la pregunta que surge es muy sencilla: eliminada la ambición, ¿cuál es el estímulo para que la gente se esfuerce en progresar? ¿cuál es el nuevo motor?... Parece evidente que ese motor debe seguir siendo la búsqueda de la felicidad —no puede ser otro—, pero por otros cauces ajenos a la ambición y la abundancia.

Quizás la clave esté en destruir la "gran patraña", y comenzar a identificar la felicidad con cosas que verdaderamente merezcan la pena; en convencernos de que la felicidad se genera en nuestro interior, y que aflora cuando somos capaces de vivir con sentido, es decir, cuando nos comportamos como seres humanos capaces de generar humanidad en torno nuestro. David Hume —prestigioso filósofo empirista escocés, agnóstico y escéptico—, afirmaba que "nuestra propia felicidad está ligada a la felicidad y el gozo de vivir del mayor número de hombres"..,  y evidentemente por ahí vamos mucho mejor.

La humanidad necesita desarrollar modelos más humanos de convivencia para poder subsistir. Sabemos que su articulación práctica presenta grandes dificultades, que la transición a ellos exige muchos sacrificios y que su éxito está supeditado a un cambio radical de mentalidad.., pero creemos ineludible avanzar decididamente hacia ellos.

 

Miguel Ángel Munárriz

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