PALABRAS DEL CRUCIFICADO
Enrique Martínez LozanoMc 15, 1-39
Marcos pone una sola frase en labios del Jesús moribundo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Son siete las expresiones que los cuatro evangelios atribuyen al crucificado. Sin duda, se trata de las diferentes interpretaciones que cada evangelista dio a la muerte de Jesús, en línea con la que fuera su propia vivencia y los acentos de su propia teología.
De hecho, no nos consta que hubiera ningún discípulo en el momento de la ejecución (la presencia del "discípulo amado", en el cuarto evangelio, parece que juega un papel puramente simbólico).
Por otro lado, no es fácil que un crucificado, a quien le faltaba el aire como consecuencia del propio suplicio, pudiera hablar y, en todo caso, parece impensable que alguien pudiera escucharlo, ya que los soldados solían mantener a la gente a una gran distancia de los condenados.
Todo ello nos hace pensar que fueron los evangelistas los que, con las expresiones utilizadas, trataron de subrayar, en los últimos momentos de la existencia de Jesús, aquellos aspectos que les parecieron más relevantes.
Veamos, una por una, esas siete expresiones.
• "Eloí, Eloí, lemá sabaktani" ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") (Mc 15,34; Mt 27,46). Es la única frase que aparece en Marcos y (más tarde) en Mateo. Se trata, en realidad, del inicio del Salmo 22 (21), a cuya luz Marcos escribió el relato de la crucifixión. Al utilizar este salmo, Marcos interpreta la muerte de Jesús en clave de confianza, que surge tras el grito inicial de abandono, tal como confirma la lectura completa del propio salmo.
Lucas ofrece tres expresiones, con las que subraya el perdón de Jesús, su misericordia como fuente de vida y la confianza última.
• "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34). Es lo que había vivido y proclamado durante toda su vida: el amor-perdón. Y así revela a Dios como el que dis-culpa. El "juez" es en realidad nuestro abogado.
• "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23,43). Paradoja: el moribundo que da vida. Dios es siempre Dios de vida, ama la vida. Basta insinuar: "Señor, acuérdate de mí...", para que la Vida se abra camino. Y eso en el "hoy" de Dios que, en Lucas, significa el presente siempre actual.
• "Padre, a tus manos confío mi espíritu" (Lc 23,46). Lucas tiene interés en subrayar que Jesús muere como había vivido: anclado en la confianza. Una confianza que está siempre a salvo: la muerte misma no es sino el "paso" a la Vida de Dios.
Juan presenta también tres expresiones, características de su propia teología:
• "Mujer, ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre" (Jn 19,26-27). Constituye la escena central de este pasaje de la crucifixión. La "mujer" es imagen de la "Hija de Sión", verdadero Israel, madre de la Iglesia, que ve reunirse a sus hijos a su alrededor, representados en la figura del "discípulo amado". Se advierte un paralelismo con las bodas mesiánicas de Caná, incluso en los términos empleados: "madre de Jesús", "mujer", "hora"... El "discípulo amado" representa a los creyentes. El Israel fiel y el nuevo pueblo son llamados a recibirse mutuamente.
• "Tengo sed" (Jn 19,28). Es una expresión relacionada con la escena anterior. Y presenta –como casi todo el texto joánico- un doble nivel de lectura: en el nivel histórico, alude a la sed real, que constituía uno de los muchos padecimientos de los crucificados; en el teológico, alude a la "sed" de dar el don del Espíritu.
• "Todo se ha cumplido" (Jn 19,30). En Juan, es un grito de victoria: ha llegado la plenitud. Con la muerte de Jesús, queda definitivamente revelado quién es Dios y qué siente por el ser humano. Para el cuarto evangelio, la misión de Jesús consiste en revelar al Padre: con su muerte, la ha cumplido plenamente.
Enrique Martínez Lozano