HEBREOS 9, 11-15
Nuevo TestamentoEn cambio, Cristo, venido como sumo sacerdote de los bienes futuros, usando una tienda mejor y más perfecta, no hecha a mano, es decir, no de este mundo creado, llevando no sangre de cabras y becerros, sino su propia sangre, entró de una vez para siempre en el santuario y logró el rescate definitivo. Pues si la sangre de cabras y toros y la ceniza de becerra rociada sobre los profanos los consagra con una pureza corporal, cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestras conciencias de obras muertas, para que demos culto al Dios vivo. Por eso es mediador de una alianza nueva: para que, interviniendo una muerte que libra de las transgresiones cometidas durante la primera alianza, puedan los llamados recibir la herencia eterna prometida.