ABRIRSE AL ESPÍRITU
Patricia PazEn este mundo tan convulsionado necesitamos urgente un nuevo Pentecostés. En realidad lo que necesitamos es abrirnos a ese fuego y a ese viento del Espíritu que, a veces, parecería estar soplando en vano. ¡Es que estamos encerrados en nuestros cenáculos y no queremos abrir las puertas!
En aquél tiempo, relata el Evangelio, "Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse" (Hech 2,4). ¿Qué sería para los hombres y mujeres de hoy hablar en distintas lenguas? ¿Cuál sería el lenguaje que necesitamos para que cada uno "nos oiga hablar en su propia lengua"? (Hech 2,6) ¿Cómo tendríamos que mirarnos para descubrir en cada uno, sobre todo en el diferente, en el extranjero, la presencia amorosa de Dios?
Frente al drama de tantos desplazados que buscan con desesperación un lugar para vivir, de tantos inmigrantes de diferentes culturas que se trasladan en busca de mejores oportunidades, hay más muros que se alzan y más manos que se esconden, que espacios de acogida y brazos que sostienen. Hay miedo, mucho miedo, de distinta índole, pero miedo que aísla y en muchos casos despierta la violencia.
Hay también, por supuesto, muchísimas personas que están trabajando para aliviar esta situación, pero no alcanza. Porque para que alcance necesitamos que nuestros corazones se abran a la acción del Espíritu, que se conviertan. Necesitamos animarnos "a proclamar con nuestras lenguas las maravillas de Dios" (Hech 2,11), un Dios que nos invita a descubrir el Reino entre nosotros y hacerlo crecer. Este Dios que ha puesto en nuestras manos la posibilidad de lograrlo, sólo necesita que aceptemos libremente el desafío.
Esto es vivir Pentecostés, abrirse a lo que ya está como posibilidad, dejándonos transformar, sacudiendo nuestras comodidades y nuestros miedos. "Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes". No hemos cambiado mucho, podríamos agregar sirios, rohingyas, sumnitas, chiitas, cristianos, sudacas, chicanos, todavía necesitamos re-conocernos y descubrir un lenguaje común de amor y empatía.
La Iglesia nació del Espíritu para proclamar hasta los confines de la tierra la Buena Noticia. Desde este Pentecostés animémonos a dar un paso más. La Ruah nos invita a construir una Comunidad fraterna, que trascendiendo todas las religiones sea capaz de abrir sus puertas y derribar sus muros para que nadie quede a la deriva...
Patricia Paz
Eclesalia