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TERRITORIO SIN FRONTERAS

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Para el hombre que medita –hoy lo veo así-, no hay distinción entre sagrado y profano (Pablo D'Ors)

19 de julio, domingo XVI del TO

Mc 6, 30-34

Al desembarcar, vió un gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas.

En ninguna parte del Cosmos hay murallas que separen territorios ni personas. San Pablo nos lo recuerda en su Epístola a los Efesios 2, 14 proponiéndonos a Jesús como el unificador de los pueblos, el restaurador de ciudades decrépitas perdidas en la niebla otoñal de la rutina. El que destruye enemistades que corroen el alma. El que otorga la paz a los mortales. Son como la megalópolis Cloe descrita por Italo Calvino, donde las personas que pasan por sus calles no se conocen, nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen.

Son unidades cerradas autosuficientes, herméticas, fundamentalistas, sin puertas ni ventanas al exterior, como las mónadas de Leibniz. Una noche oscura, ancha como el mar y sin estrellas, que ni ilumina ni se deja iluminar. Quienes en ellas viven, si es que es posible vivir en ellas, mueren nacidos en el seno de su propia mismidad, clausurados y sellados con los Siete Sellos del Apocalipsis"nadie en el cielo ni en la tierra ni bajo tierra los podía abrir" (Ap 5, 3). Francotiradores del vacío, romped las puertas y ventanas de vuestra pauperidad y largaos del río de la vida.

Por contra, las unidades abiertas son heterosuficientes, aperturistas, con sentido y entidad en sí mismas. En la frontera de ese universo sin frontera nadie constriñe a nadie y lo profano y lo sagrado se comunican como lo hacen el cielo y la tierra en el horizonte. En este caso Zoe la Ciudad Invisible de Italo, es el lugar de la existencia indivisible donde no hay línea que separa el dentro del fuera, el estruendo de las ruedas del aullido de los lobos. Un lugar apropiado para la irrupción de lo divino en lo humano, de lo sagrado en el profano.

En el campo hospitalario de la salud, las medicinas utilizadas por los profetas se cocinaban en los laboratorios de la herboristería sagrada"Entonces Yahvé ordenó a los ángeles que enseñaran a Noé el secreto de las hierbas de la tierra para curar enfermedades y seducciones (laurel, menta salvia, polen, caléndula...). Y Noé anotó en un libro las diversas clases de hierbas curativas, según iban dictando los ángeles" (Midras Jubileos 10, 10). Jesús conocía esta ciencia por la comunidad esenia y hacía uso de ella para mantener sano a su universal rebaño.

"Para el hombre que medita –hoy lo veo así-, no hay distinción entre sagrado y profano", escribe Pablo D'Ors en su Biografía del Silencio. Y así lo reconoció el rey David en el Salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar; /(...) Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo: tu vas conmigo; / tu vara y tu cayado me sosiega".

No me importa dormir en un palacio o bajo un puente

me siento un dios que sueña
su propio cielo y tierra...
¡Mi destino!

 

EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA

Vagando voy por el inmenso mundo
pisando tierra y cielo al mismo tiempo.
Un indigente vagabundo,
que arrastra la mochila de la vida
a sus espaldas, estéril a veces,
y a veces prolífico y fecundo.

Menesteroso soy cuando recorro
las calles de los pueblos de los pobres,
y rico y poderoso en los palacios
que pueblan los dominios de mi mismo.

No me avergüenzan los andrajos,
ni me envanecen los laureles:
Todos viajan conmigo en el carrito
que robé ayer en el supermercado.

Con ellos lloro y río
como se llora y ríe con los hijos.

............................

Durmiendo en el palacio o bajo el puente,
me siento un dios que sueña
su propio cielo y tierra...

¡Mi destino!

(SOLILOQUIOS, Ediciones Fe adulta)

 

Vicente Martínez

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