EL AMOR CONYUGAL ES UNA TEOFANÍA
Vicente Martínez“Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal” (F. Nietzsche)
4 de octubre, domingo XXVII del TO
Mc 10, 2-16
Dios los hizo hombre y mujer (…) y los dos se hacen una sola carne. (…) Así, pues, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre
Ante el recurso de los fariseos al acta de divorcio y repudio, de Moisés, Jesús va más allá de la perspectiva farisaica, defensora a ultranza de la literalidad de la Ley, y respalda la indisolubilidad del matrimonio insistiendo en la fidelidad al pacto del amor. Pacto que la Creación sella el mismo día que el hombre y la mujer se reconocen en su nacimiento, cuando Adán se complació fijando su mirada en Eva. Entonces se escribió la Carta Magna de la Unión de Sexos en la Naturaleza.
Y así surge de las manos amorosas del Creador en una consubstancialidad conyugal, el icono primero que es la pareja. Sus dos pilares clave: la complementariedad y la indisolubilidad. Sobre la complementariedad entre hombre y mujer, el Papa Francisco ha dicho que “no debemos confundir este término con la idea simplista de que todos los roles y las relaciones entre ambos sexos están cerradas en un modelo único y estático”.
Sobre la indisolubilidad soplan hoy otros vientos -versión edulcorada del Viento que agitaba las aguas primigenias- de emparejamientos estacionales por libertades deficientemente entendidas. La columna de la complementariedad sigue firme, pero la otra amenaza derrumbe del templo del matrimonio. Un templo que, por supuesto, ninguna mente realista concibe hoy inexpugnable. Esto acaece cuando el cemento del amor que lo construyó se deteriora en su naturaleza. Nos estamos refiriendo al amor carnal, que es quien lo sustenta. El amor es carnal, o no es.
-“Desde que el hombre existe su corazón está desgarrado por las dos potencias vitales que lo habitan: lo sagrado y el eros. Toda la historia de las religiones está atravesada por esta doble realidad: se va hacia Dios, bien renunciando a la sexualidad o al contrario, viviéndola en plenitud” (Alphonse y Rachel Goettmann en La mystique du couple). De este modo, según estos autores, no es posible encontrar a Dios con una parte de nuestro ser, sino con su totalidad cuerpo-alma-espíritu. Y añaden: “El eros es la potencia inherente que da al amor la pasión de unirse, de llegar a ser uno con Dios. Todo el sentir amoroso, que se experimenta en una relación erótica entre hombre y mujer, se encuentra también en la relación de los místicos con Dios”. Un amor sin eros no es más que un sentimiento ilusorio.
Un devenir humano en el que la espiritualidad es necesariamente erótica, y el eros necesariamente espiritual, como lo testimonian todos los verdaderos místicos, sean célibes o casados. En este sentido lo abordaba el Papa Pío XI cuando en su encíclica Casta Connubii de 1930 decía, que el amor es el fin del matrimonio y no la procreación, desmarcándose de la doctrina tradicional de la Iglesia.
En la liturgia matrimonial ortodoxa los esposos son coronados. El rito es, entonces, un Pentecostés conyugal. Un es que les confiere la fuerza del Espíritu hasta en lo más profundo de su ser. La Iglesia católica ha cambiado su teclado sobre el tema, desechando espectrales sombras y admitiendo enriquecedoras variaciones musicales. Admite que el matrimonio es un camino de santidad semejante a cualquier otra forma de vida espiritual. Santos Padres de la Iglesia oriental lo recordaron siempre. San Juan Crisóstomo decía en el siglo IV: “Con el amor mutuo, el hombre y la mujer están en posesión de todos los bienes”.
Variaciones que, interpretadas por manos de atrevidos o inexpertos pueden arruinar la melodía con notas desafinadas. El Papa nos lo advierte: “Esta revolución de las costumbres y la moral ha enarbolado a menudo la bandera de la libertad -entre comillas- pero en realidad ha traído la devastación espiritual y material a innumerables seres humanos, especialmente a los más vulnerables”.
Maestros ilustres de las diferentes escuelas del comportamiento defienden la indisolubilidad como idea básica del matrimonio, aunque admiten que en circunstancias especiales haya que recurrir a su ruptura. Un descosido en el tejido familiar que los expertos reconocen salpicado de dolorosas consecuencias psicológicas para los propios interesados, para el medio y, sobre todo, para los hijos.
En cualquier caso no debemos olvidar el pensamiento de Nietzsche: “Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal”, y queel amor conyugal es una teofanía, una relación erótica entre hombre y mujer, es también una relación mística con Dios.
AMOR TRAVIESO
El amor es travieso.
Va y vuelve
como el péndulo de Foucault,
a todas horas.
Nos cruza y entrecruza
por pasillos abiertos interiores,
hasta perdernos y encontrarnos
en el País del No Sé Dónde.
Hace que siempre seamos uno:
flauta y sonido al mismo tiempo.
Dúo y coro a la vez,
lágrima, sonrisa y melodía,
circunferencia y radio
de una misma esfera.
El amor es travieso.
Nosotros,
dos en Uno,
dos en Todo.
(EN HIERRO Y EN PALABRAS, Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez