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DE PRÍNCIPE A MENDIGO

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Como flores hermosas, con color, pero sin aroma son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas (Siddharta Gautama).

14 de febrero, 1er domingo de Cuaresma.

Lc 4, 1-13

Después le llevó a una cima y le mostró en un instante todos los reinos del mundo.

El Diablo le dijo: Te daré todo ese poder y su gloria

El Coro canta en el Mesías de Haendel los versos de Isaías: “El pueblo que andaba en tinieblas verá una gran luz — Un niño nos es nacido — Será el Príncipe de Paz y reinará sobre el trono de David” (Is 6, 9).

Jesús nos es nacido, pero no Príncipe sino pobre en un pesebre, por más que la Biblia le otorgue atributos de “Será grande, Hijo del Altísimo, sentado en el trono de David…”, y el Gloria de la misa le cante Rex Celestis. Jamás nadie le vio llevando en el ojal una escarapela que le significara socialmente distinto de sus conciudadanos.

Quinientos años antes otro Príncipe, Siddharta, -éste sí nacido en la riqueza-hastiado de su condición principesca y muy afectado por los sufrimientos de sus semejantes, decidió abandonar el palacio paterno para encontrar la causa del dolor humano y una vía hacia la libertad, y se difuminó en la Sociedad también sin escarapela.

También él, como Jesús, nació como un ser humano normal que, a través de su esfuerzo, alcanzó un estado de perfecta sabiduría y completa sensibilidad hacia todo lo que existe. Dicho en otras palabras, despertó a su propio potencial y a la naturaleza verdadera del mundo que le rodeaba. Y como ellos, Francisco en Asís y Alejo en la Ciudad Eterna, buscaron la iluminación lejos de principados.

En la ópera de Stephano Landi Il Sant'Alesio, el personaje Roma (la religión) nos describe la escena en estos términos:

Él se ocultó en su casa natal
haciéndose pasar por un humilde mendigo
y cuanto más ignorado era por los demás,
más se conocía a sí mismo
.

Un perderse, camino en cierto modo de tinieblas, que los místicos llaman “noche oscura”, imprescindible para luego encontrarse. Un caminar en este primer domingo de Cuaresma, que nos lleva a la refrigerante fuente de la Pascua.

 

QUIERO VIVIRME A MISMO

Quiero
no ser terreno baldío
y poder plantar de nuevo
árboles de gente buena
en mi vida, fuera y dentro.

Quiero
que florezcan los naranjos
en el mar de mis talentos
y que apaguen los ardores
de sed de tanto sediento.

Quiero ser lluvia de amores.
¡Quiero que me quiera el viento!

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

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