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EL FORO DE DAVOS Y EL ESCÁNDALO DE LAS DESIGUALDADES CRECIENTES

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Acaba de celebrarse el Foro Económico Mundial de Davos. Se trata de la reunión de los ricos más ricos del mundo que tiene lugar cada año en la tercera semana de enero. Hasta hace aproximadamente quince años se celebraba casi en secreto, pero en 1998 fue noticia mundial por la irrupción de unos atrevidos en el gran salón del balneario donde se celebra que colgaron la pancarta con el lema que se ha convertido en símbolo: “Otro mundo es posible”. Este año, con ocasión del encuentro, Oxfam ha hecho público su informe, del que sacamos algunas cifras.

Hoy hay en el mundo 62 personas que poseen igual riqueza que la suma de 3.500 millones de personas, la mitad de la humanidad. El año pasado eran 80, hace seis años eran 388. Sólo hace ocho años eran 600. La crisis ha servido para concentrar la riqueza progresivamente en menos manos. En los últimos cinco años, en pleno empobrecimiento de las mayorías, los ingresos de los más ricos se han incrementado en un 44% y los de los 3.500 millones se han reducido en un 41%. Es una fractura impuesta por el sistema y por los ricos de Davos. Se calcula que en los paraísos fiscales se esconden 14 billones de dólares. Sólo hace ocho años —desde nuestra primera Asamblea de Redes!— eran menos de la mitad. Con la mitad de esa cantidad se acabaría con la pobreza en el mundo. Y de ahí el escándalo del encuentro este año: después de que los ricos han asegurado finalmente a su favor el resultado de la crisis, en Davos la pobreza de las mayorías ya ha dejado de ser preocupación.

Algo parecido a lo que ha ocurrido en España. Según el mismo informe, España es el segundo país de la UE donde ha crecido más la distancia entre ricos y pobres (14 veces más que en Grecia): 2’3 millones de ciudadanos españoles tienen tanto como el resto, 42 millones. Más todavía, 20 españoles, ellos solos, tienen 115 mil millones de euros, igual que lo que ingresan 15 millones de personas, el 40% de la población más pobre. Desde hace sólo dos años, el patrimonio de estos 20 ricos ha aumentado un 15% y el patrimonio de los 15 millones de la cola, ha disminuido también en un 15%. Se calcula que el fraude fiscal en España es de 100 mil millones de euros y la evasión de capital de España hacia paraísos fiscales, de 2013 a 2014, ha crecido en un 2.013%, y en concreto hacia las Islas Caimán en un 8.796%.

Lo peor es que la situación se agrava rápidamente: en 2013 la pobreza relativa (los que ingresan menos del 60% de la media) era del 19,8% y en un año ha subido 1,1 puntos. Y la severa (los que ingresan menos del 30% de la media) era de 9,1 y ha subido 2,6 puntos. El 41% de los hogares manifiestan no poder hacer frente a gastos imprevistos (asumir 650 € extra) y un 42,6% no puede hacer vacaciones al menos una semana al año. El 9,9% de la población tiene retrasos en el pago de gastos de vivienda. Los dos colectivos más afectados son los niños y las personas mayores: la tasa de pobreza relativa alcanza el 28,8% entre los menores de 16 años y un 14,4% de las personas mayores.

De ahí el cinismo y mentira de la expresión “estamos saliendo de la crisis”. Con la crisis, los que nunca la han sufrido se han enriquecido. Los demás se han empobrecido, con secuelas de sufrimiento, hambre y muerte. Se trata de una catástrofe social y de un “pecado” con el que convivimos. Porque, según el mismo informe, la indecente concentración en pocas manos no es resultado del trabajo sino de la especulación. Los responsables de la catástrofe, muchos de ellos habituales de Davos, deberían ser tratados como delincuentes. ¿Cuándo nos atreveremos a tratar como malhechores y mafiosos, y no como honorables, a los que aparecen en la lista “Forbes” de los ricos?

Dos reflexiones finales:

 Las sociedades acomodadas tienen -tenemos- una inmensa capacidad para esconder los problemas. Aparecemos como una sociedad de lujo, de escaparates brillantes, de consumo, de terrazas de bares llenas. Incluso en los estudios, hablando de cifras corremos el riesgo de consideraciones abstractas. Pero detrás de los escaparates y las cifras está la fractura social, la cara escondida de la pobreza, un dolor que tiene rostros con nombre y apellido, algunos de los cuales podemos tener muy cerca. Dolor profundo y que afecta a todos los sectores de la población, en primer lugar a los que ya antes estaban en riesgo de exclusión, pero también a la nueva pobreza que de manera indiscriminada afecta a jóvenes, infancia, abuelos, mujeres, adultos sin trabajo que día a día ven cómo pierden su dignidad. Normalmente se trata de un sufrimiento escondido, que se vive en la soledad de uno mismo o en la intimidad de la familia.

 No hay “pobrezas” sectoriales. Tendemos a “fragmentar” la pobreza por diferentes sectores de población: de la infancia, de los abuelos, de las madres solteras, del inmigrado, del desahuciado, de las listas de espera… y poner “remedio” para cada una de ellas. Pero no hay “diferentes pobrezas”. La pobreza es una sola: la mayoría social –en el mundo y en España– se está empobreciendo y los sectores más vulnerables (niños, ancianos, jóvenes, refugiados víctimas del hambre o las guerras…) son los primeros en caer. Es necesaria una respuesta global. Y en esta “respuesta global” hay que incluir la denuncia a las administraciones y a la mayor parte de los participantes de Davos, que en lugar de proteger a los ciudadanos, prefieren incrementar el gasto militar o rescatar la banca, a los banqueros y sus estafas antes que a las víctimas, las personas estafadas. Las soluciones fragmentadas son necesarias, pero son sólo remedios paliativos. En definitiva, debe haber una respuesta política.

 

Editorial Redes cristianas

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