PABLO MOÑINO, PREMIO RAFAEL IZQUIERDO A LA SOLIDARIDAD 2017
Pablo MoñinoExtracto del discurso pronunciado por Pablo Moñino Lostalé en el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid con motivo del Premio Rafael Izquierdo a la solidaridad 2017, otorgado por su labor en Turkana (Kenia).
Pablo es un ingeniero de Caminos de 42 años, que en 2011 hizo su primer viaje a dicha región con el objetivo de revisar, catalogar y proponer mejoras en las múltiples infraestructuras de agua (balsas, pozos y presas) que los Misioneros de San Pablo habían construido.
La realidad de Turkana, me atrapó casi al instante por la autenticidad de sus gentes y ello me hizo regresar. La decisión de quedarme a vivir forma ya parte de una transformación personal en la que sigo inmerso y que traspasa las fronteras de lo racional.
Del P. Ángel Valdivia, aprendí el verdadero significado de la solidaridad: ‘Estar con la gente que te necesita, cuando ellos lo necesitan’. No hace falta mucho más. Utilizar la tecnología de manera apropiada es una potente herramienta para ayudar a las gentes sencillas de todo el mundo a encontrar su propio camino de salida de la escasez. Ayudarles a que se ayuden a sí mismos.
El planteamiento a realizar debería basarse en los siguientes principios:
- Que la creación de los puestos de trabajo ocurra en las áreas donde la gente ya reside, y no en las zonas urbanas o en las grandes poblaciones del entorno.
- Que tanto los medios como los métodos de producción se mantengan simples, evitando en lo posible la necesidad de mano de obra cualificada e inversiones en bienes de equipo no al alcance de las posibilidades económicas de la población.
- Que la producción se realice en su mayor parte con la materia prima localmente disponible, evitando así las importaciones de materiales que ahogan la economía local y no generan riqueza alguna en la zona.
- Que los centros de trabajo sean asequibles no requiriendo de inversiones sensibles.
- Y que dichos centros sean tan numerosos como sea posible.
Es preciso por tanto para la implementación exitosa de tecnologías apropiadas en zonas deprimidas:
- Contar con personas con capacidad real de empuje y dispuestas a asumir ese reto en primera línea.
- Que a dichas personas les mueva una vocación fuerte y se armen de buenas dosis de paciencia y de perseverancia.
- Rodearse de un equipo humano local competente que no sólo acompañe en la tarea in situ, sino que haga suya la iniciativa. De un equipo externo de colaboradores que aporten el conocimiento técnico y la experiencia real en dichas tecnologías. Y de un agente local que facilite la logística y el soporte moral y espiritual por otro.
- Y finalmente es imprescindible contar con un soporte económico suficiente y estable que sepa posicionarse más lejos de los preceptos de la rentabilidad y más cerca de los de la “solidaridad”.
Afortunadamente somos muchos los que, desde nuestra situación más o menos acomodada, nos mueve un deseo genuino de ayudar a salir de la escasez a nuestros semejantes, con medios que antepongan por encima de todo su “dignidad”. Y esta fuerza poderosa debe ser más que suficiente para superar todos nuestros miedos y desconfianzas y para ponernos cada vez más en Acción.
En todo este proceso me he visto acompañado por un nutrido número de compañeros y compañeras turkanas y de otras partes de Kenia a los que me siento estrechamente unido. Para ellos es que he trabajado durante todo este tiempo, pero a la vez sin ellos nada hubiera sido posible. He gozado de una completa libertad pero también de una responsabilidad total; hemos pasado por algunas dificultades de las que hemos salido juntos; y esto ha creado una mística de confianza y orgullo que ha arrastrado la solidaridad del grupo. Como le ocurría al gran E. Freyssinet, el más grande constructor de todos los tiempos, esta actividad me ha hecho feliz porque “la alegría que una obra da a su creador no depende de sus dimensiones sino del amor que ha puesto en ella”.
Toda esta suerte de eventos que os he relatado anteriormente no han sido fruto de la casualidad, sino de aquella fuerza solidaria a la que aludía antes y que mueve a todo ser humano por dentro. Es por ello que este reconocimiento que se hace hoy en el Ilustre Colegio de Ingenieros de Caminos, lo es en realidad para todos. Y en nombre de todos doy las más sinceras gracias a los patrocinadores y a los organizadores de este evento y les animo a seguir reconociendo la solidaridad como el valor distintivo de los seres humanos. Son muchos a los que debo un agradecimiento especial y ellos lo saben, pero si se me permite quisiera hacerlo explícito para Adela Lostalé y José Mª Moñino, mis padres, por la comprensión, las oportunidades y la educación que me han procurado durante tantos años.