DOGMA E HISTORIA
¿Puede el
hombre formular un dogma
que goce
de valor eterno
en su contenido y en su
formulación verbal?
Hasta hace muy poco, sólo unas cuantas décadas, se vivía en un
esquema de ideas seguras, conseguidas, verdades definitivas. En
casi todas las materias: filosóficas, científicas y, por
supuesto, teológicas. La fijeza en las verdades, en las ideas,
era como un distintivo de madurez. Tanto más perfecta una
sociedad cuanto más fijo y sólido era su esquema ideológico.
Entendiendo siempre lo “sólido” en el sentido de inmutable. Por
eso, la Iglesia Católica era, para muchos, un ejemplo a seguir.
Ya algunos pensadores teólogos, a principio y mediados del siglo
pasado lo avisaron: el encuentro de la teología con la historia
producirá una gran conmoción. Y para algunos, ya estamos
inmersos en esa gran conmoción.
Por supuesto que historicidad no es igual a relativismo total.
Por supuesto que el ser historia, y por tanto intrínsecamente
cambiante, no nos lleva al escepticismo total: nuestra misma
experiencia personal nos ayuda a comprender que a pesar de que
todo cambia, y en ese todo entramos nosotros mismos,
siempre queda algo que, aunque cambiado, sigue siendo el mismo.
Ejemplo: nosotros. ¡Cuán distintos somos ahora a lo que éramos
hace veinte años! Somos los mismos, pero qué distintos. No sólo
ha cambiado nuestro cuerpo, han cambiado nuestras ideas, o han
madurado, o ha cambiado nuestra actitud ante ellas. Pero, a
pesar de tanto cambio, seguimos siendo nosotros. Y tenemos esa
experiencia: tan cambiados, pero ¡los mismos!
Y esto es tan así, que si alguien no cambia, a pesar de lo densa
que es la vida, a veces decimos: ¡qué terco es ese tío, con todo
lo que la vida le ha enseñado, y no le ha servido de nada! El
que no cambia sufre ya una necrosis celular o mental.
Y ahora las preguntas:
¿Puede el hombre concebir ideas absolutas?
¿Puede el hombre producir verdades absolutas?
¿Puede el hombre encontrar palabras y formas gramaticales que
sirvan para siempre?
¿Puede el hombre formular un dogma que goce de valor eterno en
su contenido y en su formulación verbal?
Píenselo, por favor, y si encuentra una respuesta, dígamela
después de la publicidad.
“La Iglesia, el Magisterio, los dogmas aparecían hasta ahora
como la roca firme e inamovible en medio de borrascas
tempestuosas de la historia. Muchos creían encontrar aquí,
en la Iglesia, un último apoyo en medio de la confusión
creada por ideologías pasajeras.
Sin embargo, muchos creyentes responsables, con gran
preocupación, verifican hoy que la discusión se ha apoderado
también de todos los ámbitos eclesiales: posiciones y
opiniones, en cuya defensa lucharon en otro tiempo siguiendo
fielmente las exhortaciones de la Iglesia, hoy, esas
opiniones y esas posiciones son cuestionadas o abandonadas
por esta misma Iglesia.
La razón hemos de buscarla en que las filosofías platónica,
aristotélica y estoica determinaban hasta ahora el
pensamiento de la Iglesia. Esta ideología antigua se basaba
en la imagen de un cosmos estático, de esencias, regido por
leyes eternas.
Según la mentalidad moderna, las cosas se comportan de un
modo opuesto: todo orden no es más que un momento dentro de
una historia, que lo relativiza de un modo nuevo y continuo.
La realidad no tiene ahora una historia, sino que en lo más
profundo es historia”.
[Walter Kasper ]
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