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MÁS MUERTOS EN EL MEDITERRÁNEO, EL MAR DE LOS MUERTOS

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Más muertos en el mar de muertos, el Mediterráneo, cementerio de los emigrantes africanos

“No humilles al emigrante” (Ex. 23,9); “No lo oprimas” (Lev. 19,34); “No lo explotes” (Dt.23, 16); “No defraudes el derecho del emigrante”. (Dt. 24,17); “Maldito quien defrauda al emigrante de sus derechos”. (Dt. 27,19). “Una misma ley habrá para el nativo y para el forastero que habita en medio de vosotros” (Ex 12,49). “Al forastero que reside junto a vosotros, le miraréis como uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo”. (Lev.19,34). José “se levantó, tomó al niño y a su madre y se refugió en Egipto” (Mt.2,14-15). “Fui forastero y me acogisteis” (Mt. 25,35). ¡Qué lejos estamos de este gran mensaje bíblico!

En lo que llevamos de año han muerto en el Mediterráneo 899 personas inmigrantes intentando llegar a Europa, en su mayoría procedentes de Africa, huyendo de otra muerte, la muerte por hambre. De 2014 a 2018 perecieron o desaparecieron en este mar 17.900 personas, de las cuales un número importante son niños: casi todos los días hay un niño migrante muerto o desaparecido. Aparte están los no cuantificados que desaparecen a lo largo del penoso trayecto que tienen que recorrer hasta llegar a las orillas del Mediterráneo, o desaparecen sin dejar rastro.

Además de pasar mil penalidades, se encuentran con las puertas cerradas de Europa, sobre todo de los países con gobiernos de la ultraderecha, como el del Ministro del Interior, Matteo Salvine, en Italia, que en estos momentos está negando la entrada a 135 inmigrantes recogidos por una patrullera de su país. Hizo lo mismo en agosto con otra patrullera, también italiana, que había recogido a 138. Además, este xenófobo gobernante, vicepresidente de Italia, acaba de cerrar uno de los mayores centros de refugiados de Europa, en Sicilia, que si bien tenía fallos de gestión, en vez de mejorarlo lo clausura con estas palabras: "Lo único cierto es que se ahorrará un montón de dinero y contaremos con más fuerzas del orden para desplegar en el territorio. Hoy es un bonito día para la legalidad y la seguridad". ¡Qué cínico!

Pero no solo los políticos de ultraderecha rechazan a los inmigrantes (uno, español, dijo que “si el Papa quiere inmigrantes que los acoja él”), también muchos ciudadanos que los siguen piensan lo mismo.

En España hemos construido las vallas de Ceuta y Melilla, rematadas con concertinas cortantes y sangrantes para frenarlos, los recluimos en los CIES, o los devolvemos en caliente. Si les preguntas por la calle de dónde son, no te quieren contestar con la verdad, por miedo a ser identificados, pues desconfían de quién eres.

En Alemania se ha aprobado una polémica ley para agilizar el proceso de deportación de inmigrantes.

Donald Trump está empeñado en construir un muro inmenso para impedir el pasó a los E.UU. de los suramericanos con una inversión de 6.000 millones de dólares. Acaba de conseguir que el Supremo de su país le autorice 2.500 millones, que estaban destinados a la lucha contra el narcotráfico. ¡Muy bien! No recibirán inmigrantes, pero comerán droga. Los EE.UU. quieren tener las puertas de los países del sur bien abiertas para ir a explotar sus materias primas, y hacerse con sus tierras, pero se las cierran para que no entren a su país después de haberlos empobrecido.                                                                      

Ese bochornoso e indigno presidente, que cometió la crueldad de deportar a casi 3.000 padres sin sus hijos, acaba de afirmar que la aprobación de esos millones para el muro son: “¡Gran victoria para la seguridad fronteriza y el Estado de derecho!". Derechos, sí, para los ricos de EE.UU., pero desgracia y miseria para los pobres del sur. Por eso los Obispos de México denuncian que, la emigración tiene como principio el hambre, la pobreza, la violencia, y la falta de oportunidades. De ahí que miles de migrantes están esperando cruzar a los Estados Unidos, a la vez que otros tantos son detenidos y deportados a México.

Como los europeos, chinos, rusos, japoneses: todos queremos el coltán de la República Democrática del Congo (que tiene el 80 % del que hay en el mundo) para nuestros móviles, televisores, ordenadores, tablets, armas de última generación como las usadas en Siria y Yemen, pero no los queremos a ellos: queremos lo que tienen los africanos para nuestra buena y lujosa vida, pero no los queremos a ellos. Lo que ocurre en el Congo con el coltán ha sido calificado por Naciones Unidas como un genocidio que se ha saldado con más de cinco millones de muertes, incluidos muchos niños, que se adaptan mejor a las estrecheces de las minas, generalmente poco profundas que se derrumban con facilidad con las lluvias, dejándolos sepultados.                                                       

Unicef denuncia que en el Congo hay más de 40.000 menores trabajando en las minas de mineral, con una jornada de 12 horas por 1 euro al día. La extracción del coltán supone la muerte de dos personas por kilo extraído, mientras en Europa renovamos cada año el 40 % de los móviles, lo que solo en España supone 18 millones, pero cuando vas a comprar el Smartphone, lleno de minerales de sangre humana, el vendedor no te cuenta absolutamente nada de esto.

Además de esa explotación inhumana, tan injusta y cruel, los europeos y norteamericanos hemos convertido un barrio de Acra, capital de Ghana, donde 40.000 personas viven en extrema pobreza, en uno de los cementerios de basura electrónica más grandes del mundo, algo muy parecido a lo que hicimos, ya desde los años 80, en el Índico a las puertas acuáticas de Somalia, pero aun peor, depositando allí basura radiactiva, descubierta por el Tsunami de Indonesia en 2004 (Ver informe de UNEP-ONU), que ha incrementado las enfermedades y las muertes por cáncer en el país.

Pues bien, son millones de personas las que, obligadas por la miseria, la impotencia y la desesperación huyen de sus países de origen, dejando atrás sus raíces, sus familias y su tierra en busca de una vida un poco más digna, arriesgando su propia vida, pues si no lo hacen ya la tiene perdida. Pero el colmo del mal es que algunos dirigentes y políticos de los países desarrollados, muchas veces criminalizan a las personas e instituciones que los recogen para que no mueran ahogados en el mar. Por su parte Trump ha desplegado miles de efectivos de la Guardia Nacional en la frontera sur del país para frenar la migración, solución que será fallida, porque al hambre no se le pueden poner fronteras.

El Gobierno español ha cambiado la legislación para acoger a las personas refugiadas en los centros de atención a inmigrantes, pero tienen que esperar mucho tiempo a que se aprueba su solicitad de protección internacional y entre tanto se ven obligados a vivir en la calle.

El Papa Francisco señala claramente cuál ha de ser nuestra actitud ante los inmigrantes: acoger, proteger, promover e integrar.

Os agradecemos muy cordialmente la difusión que muchos hacéis de estos comentarios, así como su acogida electrónica en Religión Digital, Redes Cristianas, página Web Gaspar García Laviana, Reflexión y Liberación, Justicia y paz Tenerife, Apóstolas de los Apóstoles, por si pueden aportar un mínimo a la reflexión para la construcción de un mundo mejor, que fue la misión de Jesucristo para el bien de toda la creación y su plenitud definitiva.

Un cordial abrazo a tod@s, y en especial para los inmigrantes de África y a quienes colaboráis con los proyectos de Ruanda y Guatemala, para que en lo posible no tengan que emigrar.

 

Faustino Vilabrille

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