¿QUÉ FUEGO NOS CONSUME? ¿QUÉ PAZ BUSCAMOS?
Guadalupe LabradorLucas 12,49-53
A primera vista este evangelio puede dejarnos un sabor amargo, da la sensación de que Jesús ha venido a traer fuego (un incendio provocado) y división. Lo que sería incoherente con el resto de su vida y su mensaje. Una cosa es el lenguaje y otra el mensaje que tenemos que entender relacionando las imágenes que nos ofrece (fuego, bautismo y paz) con otros textos del evangelio.
También nosotros ahora utilizamos expresiones que no reflejan la realidad, sino que expresan lo que sentimos en ese momento; por ejemplo: “Le haría un monumento” para expresar la gratitud o admiración hacia alguien. O, “Le partiría la cara” para expresar el odio.
Vayamos al evangelio del domingo anterior para comprender el de hoy, porque no podemos abordar por separado el de este domingo, uno es continuación de otro. Jesús dijo: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino” En consecuencia, nos decía el evangelio, vended vuestros bienes, dad limosna, estad en vela y sed buenos administradores. “Al que mucho se le dio mucho se le exigirá”
Si hemos comprendido que se nos ha dado el Reino, en consecuencia ¿qué se nos exige?
- Ser fuego, reavivar el fuego interior, alumbrar, dar calor…
Jesús no vino a provocar un incendio destructor. Nos habla de la imagen del fuego como elemento que limpia y purifica, usado tanto por el campesino “limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible” (Mt 3, 12), como por el que busca purificar el oro, “que es probado a fuego” (I Pe 1,7) En cualquier caso la imagen del fuego es elocuente para los primeros cristianos, también probados en el fuego de la persecución, que deja al descubierto la pureza y solidez de su fe.
Juan Bautista habla de Jesús como el que “bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11). Y esta promesa se cumple en Pentecostés: “Aparecieron lenguas como de fuego… Todos quedaron llenos de Espíritu Santo” (Hc 2, 3).
Santa Teresa de Jesús lo entendió bien cuando habla del alma como una mariposilla que se acerca al Fuego, hasta quedar transformada ella misma en fuego.
- ¡Pobre bautismo! Qué lejos estamos de lo que suponía para las primeras comunidades. Tras años de preparación podían ser admitidos o no. Una vez bautizados se jugaban la vida, como ocurre hoy en algunos lugares del mundo…
El bautismo era una toma de postura, una opción totalizante que podía llevar a la división familiar y a la expulsión de los miembros que se bautizaban. Incluso en el santoral, tenemos ejemplos de personas que fueron mandadas ajusticiar por su propia familia pagana o por sus amigos.
- Evidentemente las palabras y la vida de Jesús nos muestran que fue portador de Pero no una paz sin conflicto. Muchas veces recuerda que trabajar por el Reino es un proceso transformador que exige pasar por la puerta estrecha, dejarnos rehacer hasta nacer de nuevo… en este caso la paz no es comodidad, no es dejar las cosas como están, sino vivir un proceso de transformación hondo, que suele incluir despojo y sufrimiento.
Ser seguidor de Jesús, nos recuerda el evangelio, es optar, decidir por Jesús y su evangelio, sin trapicheos... y esta opción implica toda nuestra vida, que ya no será más como antes. Y, a veces, compromete incluso la vida y la unidad de nuestra familia. Hasta ahí llega la radicalidad del mensaje de Jesús, hasta ahí lo vivió Él, que terminó despreciado, traicionado y crucificado por los suyos, por su pueblo.
No olvidemos por qué ser fuego, vivir el bautismo y experimentar la paz que trajo Jesús merece la pena: Se nos ha dado el Reino y se nos envía cada día a proclamarlo, compartirlo, sembrarlo y ¡gozarlo!
Mª Guadalupe Labrador Encinas fmmdp.