REINICIAR EL CRISTIANISMO
Santiago VillamayorTodos hablamos de lo mismo, de la nueva normalidad, de salir de la pandemia con otro talante, otra vecindad, otra gobernanza. Hay quienes incluso, en el ámbito cristiano, y con una inmensa pasión por el Reino de Dios, proponen un reinicio o conversión del cristianismo y de la Iglesia desde los pobres y el Evangelio. (Cuadernos Cristianismo y Justicia, CyL nº 218, accesible de momento solo en la Web).
En el citado cuadernillo “¿Ser cristiano en Europa?”, a continuación de una muy acertada descripción de la situación religiosa y cristiana, se nos propone una “reiniciación” en el Misterio Pascual, en términos antiguos se la llama una “mistagonía” o iniciación religiosa. De forma muy detallada se retoman los puntos centrales de los “catecismos” del Vaticano II y de la Teología de la Liberación a la luz del magisterio del papa Francisco. Y más en concreto considera los Ejercicios Espirituales renovados como el instrumento apropiado para esta reconversión. Ejercicios que también han sido comparados con el actual confinamiento por su común capacidad para una meditación sobre el mal.
Cito este cuadernillo por la claridad con que se expone el cambio en el cristianismo según la teología actual del nuevo “aggiornamento” y que en mi opinión ya no responde a las características de nuestras sociedades tal como las describe el mismo autor. En mi opinión, falta un cuarto “catecismo” como se llama allí a los nuevos modelos cristianos. El que se deriva de las recientes maneras de entender el conocimiento y la creencia, de interpretar el significado y la creación de la Biblia, del pluralismo y la desigualdad, del reto tecnológico, etc. El reinicio que se propone es un cambio en el viejo ordenador. Y lo que hace falta es cambiar ya el ordenador, su disco duro que da vueltas y vueltas sobre lo mismo, está lleno de virus y no procesa nuevas aplicaciones.
No cabe aquí una exposición larga; se pueden consultar ya muchas fuentes donde se expone otro reinicio más sustancial. Véase este mismo blog y sus múltiples referencias y bibliografías, en especial los servicios Koinonía. Y sin traer el agua a mi molino hay también otros especialistas que, sin sospechas de rupturismo o insuficiencia académica, que proponen un nuevo Concilio para reiniciar radicalmente el cristianismo.[1]
Me parece que la sociedad actual no quiere otra vez unos Ejercicios espirituales y mucho menos centrados en el Misterio Pascual. Por ningún lado encuentro que Jesús de Nazaret pasara haciendo el bien mediante la catequesis del Misterio de la Salvación sino más bien con toda sencillez haciendo y significando el amor enteramente desinteresado y la justicia desde los pobres. Lo que efectivamente le llevó a la Cruz. Una manera de ser muy crítica con la dominación y el judaísmo y que sedujo a algunos discípulos convertidos a esa ruptura y seguimiento.
Y que no regresaron al judaísmo ni escribieron ningún evangelio pues éstos son más tardíos y están redactados en un estilo hiperbólico o exagerado y parabólico o metafórico. Pretenden engrandecer a Jesús y hacer converger su figura con la del Mesías anunciado en el Antiguo Testamento. Nosotros podemos hacer lo mismo que ellos, redactar la probable vida de Jesús desde esa situación social descrita en el artículo. Podemos y debemos recrear el mensaje evangélico desde nuestra mejor hermenéutica o interpretación, desde el mejor y más bello sentir. Es decir desde el mejor cine, la mejor literatura, ciencia y filosofía. Desde la poética más liberadora. Desde la mejor praxis y amor cívico y personal. De modo que nos entiendan hoy. Y quizás no tanto otra vez desde el Misterio Pascual.
Sí, es ésta una interpretación nada sobrenatural y tan hondamente natural como la de tantos otros profetas, reformadores, gente admirable y el pueblo que no llama la atención sino por su grandeza en la miseria. Ha gustado mucho la versión histórica del Jesús de Pagola y su lectura se ha entendido sin añadidos sobrenaturales y dogmáticos. Es el llamado por los teólogos el Jesús de la historia al que le faltaría el Cristo de la Revelación y del Misterio Pascual, Jesús el Cristo, Jesucristo. Pero en mi caso prefiero hablar del Jesús de la fe, la única versión histórica que se nos ha transmitido, y que posteriormente fue hecho un Cristo o se ha reconstruido mil veces, un Cristo de la Historia, desde las vivencias y seguimientos de tantas personas en tantas épocas y por tantas teorías o teologías. Con el agravante de que estas teologías se han presentado adornadas de una pretendida cualidad racional y científico-explicativa de la realidad partiendo de una revelación simbólica. No son pues sino racionalizaciones de una alegoría o metáfora, el Misterio Pascual o de Salvación.
No se puede interpretar la gran secuencia simbólica de la “Salvación” como una secuencia temporal de grandísimos milagros: la preexistencia o proexistencia del Logos de Dios, la Creación paradisíaca y bondadosa, el pecado infinito del ser humano, la Redención del Hijo de Dios encarnado para justificar la bondad del Padre Omnipotente y Creador que nos rescata por la sangre del Hijo encarnado y su Resurrección. Y etc. etc. Son contenidos míticos de la fe que aun cuando no son ya interpretados como dogmas, sin embargo se siguen proponiendo como hechos reales paralelos a la dinámica natural de la realidad. El año litúrgico conmemora este desdoblamiento antes que la maravilla real de la Gran Historia.
No se puede seguir con el Misterio Pascual como fondo real y sobrenatural de la explicación de la realidad. Si alguien encuentra allí el simbolismo necesario y reconfortante para la trascendencia de su moralidad que se dé cuenta al menos que es una metáfora. Y generalmente tan valiosa como cualquier otra que surja de la más bella y buena co-razón (Ortiz Osés). El mayor regalo de Dios, esta co-razón, y mejor que la Revelación.
A Jesús de Nazaret se le puede interpretar, nadie tiene la exclusiva, desde el Misterio Pascual, reelaboración de la Pascua judía, o, dada la dificultad histórico-crítica de saber quién fue y qué hizo, desde lo mejor del ser humano, que además tiene el acierto de ser universal. Buscando aquellos rasgos que desde la bondad y la belleza han animado también a todas los humanismos y religiones. Lo demás es literatura de un amor particular.
El Jesús que salió del judaísmo y de la mentalidad teocrática y teocéntrica de esa época lo menos que podía sospechar es que se le reiniciara como fundador de una religión y de una iglesia. No es hora, a mi entender, de refundar una religión y una Iglesia concretas sino de un universalismo supra-ético de hondo calado e ilimitada llamada. Tanto que roza el gran enigma de la ex-celencia humana a la que no nos atrevemos a dar nombre pero la respiramos y bendecimos como si fuera Dios. Es esta una necesidad urgente para la convergencia en la justicia y la esperanza que necesita este mundo globalizado. Y que evangélicamente se llama Reino de Dios. Espeleología internacional de la esperanza y minería del corazón. Comunidades humanas de vida (A. Pieris)
Reiniciemos el valioso mensaje del Evangelio pero superando ya con valentía esa pandemia o versión vírica y antigua que ya no es escuchada en estos tiempos nuestros. Con todos y con la urgencia de la falta de relatos creíbles para un mundo falto de ganas de cambio.
Santiago Villamayor
Mayo 2020
[1] Por ejemplo algunos escritos de Javier Montserrat sj.
“Después de un largo camino de veinte largos siglos de permanencia en el paradigma antiguo greco-romano, después de cuatro penosos siglos de larga tribulación por la crisis del cristianismo ante la modernidad, después de la aguda crisis social moderna en las últimas décadas de indiferencia, de ateísmo y de agnosticismo, después de una penosa situación en que la iglesia oficial se ha visto privada de un logos racional adecuado a nuestro tiempo, después de una penosa crisis disciplinar y moral de la iglesia, se está entrando hoy en unos tiempos excepcionales en que la iglesia va a poder disponer de la alternativa hermenéutica que estaba siendo exigida durante los últimos siglos”. (Javier Montserrat)
Y como ejemplo de esta corriente que podemos llamar de los Nuevos Paradigmas, me cito a mí mismo por no comprometer a nadie con los errores que aquí pueda verter. Léase por ejemplo “Qué puede aportar hoy el mensaje evangélico…”, Herria Eliza 262, 20016, pag 20)