VER UN MISIONERO BLANCO Y EUROPEO EN PAÍSES DE ALTO RIESGO ES COMO ENCONTRAR UNA PERLA
José Manuel VidalJuan José Aguirre, misionero comboniano y obispo de la diócesis de Bangassou (República Centroafricana), habla con crudeza de un país maltratado por la pandemia que lleva por nombre '14 señores de la guerra'. "Nuestras pulgas llevan kalasnikoffs y son violentas", afirma, pero existe un capital humano que es "un pozo sin fondo de espiritualidad". "Os aseguro que la sociedad en la que vivo es más humana, más radicalmente fraterna al estilo de "Tutti Fratelli" que las sociedades industrializadas".
Está convencido de que África es el continente del futuro, solo tiene que animarse a no dar tregua a la corrupción, el nepotismo y las enfermedades endémicas... Tiene las materias primas del futuro y una sociedad rica en valores, con lo que aventaja muy de lejos a las sociedades industrializas y envenadas de capitalismo salvaje, un "asesino en serie" según sus propias palabras.
- ¿Siguen siendo necesarios los misioneros extranjeros o, como algunos dicen, su presencia induce a un nuevo colonialismo clerical europeo?
Lo que es difícil hoy es ver un misionero blanco, europeo, al menos en países de alto riesgo. Es como encontrar una perla. Además todos ya tenemos la barba blanca. En la diócesis de Bangassou los únicos blancos somos dos misioneros polacos y yo. El resto de los centenares de agentes pastorales son negros. Todo mi clero es negro, yo soy el único blanco y por poco tiempo. Cada día como con ellos y me adapto a sus paladares y costumbres, sea mono o gacela o sea una larga sobremesa. Creo que ese “colonialismo eclesial europeo” del que me habla es falso, ya ha muerto, quien lo defienda tiene una idea parcial de la misión africana. He conocido bastantes misioneros que desgraciadamente se han jubilado a 55 años y se han vuelto a Europa por no negarse vivir en el mismo techo que sus compañeros sacerdotes africanos.
Cuando yo llegué a la diócesis de Bangassou hubo una desbandada de misioneros holandeses, cansados y desilusionados. Hoy ya hay muchos religiosos negros de diferentes países que se mezclan con el clero local para construir la Iglesia. Y centenares de miles de religiosas en la pastoral, en hospitales, en talleres de promoción humana… Estas mujeres consagradas a Cristo llevan una semilla espiritual maravillosa a estos pueblos. El 70% de los combonianos presentes en Centroáfrica son negros. Muchos, centroafricanos, otros del Togo, Congo, Uganda… todos con mentalidad africana porque se han formado en casas de formación en el continente africano, que es el que yo conozco.
África será el continente del futuro si aprende a superar la corrupción y el nepotismo, a doblegar enfermedades endémicas como la malaria, a encontrar dirigentes que la hagan protagonista de su propio desarrollo y sobre todo si logra aniquilar al Islam radical, el malo. Tiene las materias primas del futuro, muchísimas, entre ellas casi todo el litio del mundo para las nuevas baterías y casi todo el coltán del mundo para la guerra con misiles y drones. Hasta hoy, los países gigantes de este mundo la tienen agarrada fuerte por el cuello. África está llena también de mezquindades, traiciones, brutalidades y robos, asesinos y locos. Algunos de sus dirigentes son execrables. Eso terminará un día.
La Iglesia también ha dado un salto gigante hacia adelante en estos últimos decenios. Y ahí ya no son esenciales los misioneros blancos. En países como en Eritrea el gobierno los ha expulsado a todos. En cada uno de los 54 países africanos el crecimiento de la Iglesia católica es espectacular. Cuando hay peligro se refugia en ella. Cuando se necesita consejo, se acude a ella. Cuando hay que hacer frente a francotiradores, ella es la que negocia. El clero se multiplica y las religiosas mucho más. Hay hermanos consagrados en todos sitios, nuevos movimientos, junto a desviaciones notables, aquí hay mucha vida eclesial. Aquí en Centroáfrica el Presidente recibe una vez al año a todos los obispos de nuestra conferencia episcopal, sin poner horarios. Sólo para oír nuestra voz ya que estamos, dice él, tierra tierra con el pueblo que nadie quiere oír.
- ¿Qué ha dado y qué le han dado estos ya más de 40 años que lleva en Centroáfrica?
Sigo en África desde hace ya 42 años porque aún tengo pasión por ella y por la vida misionera. Sin pasión se pierde el sabor de la vida. Decía un compañero mío, comboniano de Bilbao, asesinado en Uganda, que venimos como con dos mochilas en la espalda: la una para dar y la otra para recibir. Pues se llena antes la vacía que se vacía la llena! Te das a los demás pero recibes mucho más de ellos. La vida misionera es una forma estupenda de dar la vida. Vivimos una solo vez. Cuando se nos termine esta vida no tenemos otra como la rueda de recambio del coche.
Gastar la vida como la estamos gastando los misioneros, de todas nacionalidades, muchísimas africanas, asiáticas, de América latina como esta Sor Gloria secuestrada desde hace 10 años en Malí, es una manera preciosa de consumirla. Sobre todo cuando ésta está llena de tesoros para el cielo, de gestos de amor, de resistencia pacífica a la injusticia, de luchar por poner misericordia allí donde reina la violencia y el terror, sembrar detalles de paz y fraternidad allí donde abunda la desconfianza y la muerte.
Esta pasión por la misión es proporcional a la pasión por el Señor de nuestras vidas, por Jesucristo que lo llena todo, por su Palabra que todo alimenta, por su mirada de amor por toda la humanidad, de todas las religiones, sobre todo en las partes más frágiles y abandonadas.
- ¿Cómo está viviendo usted y su gente la pandemia?
Tenemos a 14 señores de la guerra que pisotean nuestro país sin tregua. Esta es nuestra pandemia. Aquí el covid19 ya ha terminado si es que alguna vez empezó seriamente. Sabemos que el virus te pone de rodillas y mata, no por haberlo experimentado (salvo una pequeñísima parte de la sociedad centroafricana) sino porque 8 a 10 Ongs nos han martilleado una tras la otra en todo Bangassou: que hay que ponerse mascarillas, que hay que cerrar iglesias y capillas, que hay que cerrar las escuelas, que hay que poner barreras al virus. Mucho más ruido que nueces. Esta vez las pulgas no se han cebado con el perro flaco. Pero no sé qué santo ha intercedido por Centroáfrica o qué condiciones geográficas o ambientales ha hecho que aquí el covid19 haya dado producido más miedo que contagiados. Aquí no dependemos del turismo o de los restaurantes. Pero aquí ha llovido mucho este año y los campos han dado mucho fruto. Nuestras pulgas llevan kalasnikoffs y son violentas. Acabamos de acoger a niños no acompañados que han huido de la quema después de años secuestrados. Miles de centroafricanos viven en el exilio, a veces a 5 kilómetros de sus casas, como en Zemio al este del país, pero separados por una frontera que es el río Mboumu… Esta es nuestra pandemia que lleva más de 10 o 12 olas desde 2005 y para la que no hay todavía vacunas en el horizonte.
- ¿Sigue la guerra? ¿Las diversas facciones siguen cometiendo atrocidades?
¡Esto es un rayo que no cesa! Los mercenarios que vienen del Níger o del Chad, armados hasta los dientes y con uniforme nuevo, pagados por países bañados en petróleo, quieren dividir el país. En la capital Bangui, no se dan cuenta y los dejan hacer. La semana pasada llegó al seminario, donde se alojan cientos de musulmanes desplazados, un “mujaidin” herido. La bala le entró por la cadera y le salió cerca del ano. Lo dejó paralizado de cintura para abajo. Un niño de 15 años, ayudado por su madre que lo transportó 500 kilómetros, un niño soldado destrozado en el suelo echando pus por el orificio de salida de la bala. Su respiración entrecortada y su sufrimiento me dejaron sin aliento y provocó mi compasión. Este niño no vino al mundo para ser enviado al frente con un arma entre las manos sino para ir a la escuela, para cuidar su rebaño y formar una familia. Es de una etnia del Níger, los Peulhs itinerantes detrás de sus ganados. La religiosa de nuestro hospital, una coreana del Sur con mucho nervio y no menos humanidad, me dijo que se lo lleváramos, que ni Peulh, ni musulmán, ni “mujaidin”, que allí en el suelo solo era una persona humana a la que amar y curar.
Hay elecciones presidenciales en diciembre pero nadie se atreve a tocar a estos 14 señores de la guerra que tienen cogido por los huevos (perdonadme, no encuentro otra expresión menos sugerente…) el 75% del país. Es una total incongruencia. Los soldados de la Onu dicen que hacen pero nada se mueve, al menos aquí en el centro y este del país. A los militares centroafricanos los dejan moverse poco porque dependen en todo de la logística de la ONU… Centroáfrica, “mon amour”, ¿a dónde te está llevando la historia?
- ¿Comparte la idea del Papa en la “Fratelli tutti” que en el capitalismo no hay salvación para los pobres?
Llevo en Centroáfrica 42 años, en una sociedad muy pobre aunque muy rica de valores. Aquí la gente vive con medio euro al día. Su esperanza de vida al nacer es de 50 años. El capitalismo lo entendéis bien los que vivís dentro, los que se dejan agarrar por sus largos tentáculos. El capitalismo salvaje, el degenerado, a ese lo conozco solo de películas americanas y lo veo como auténtico Killer, un asesino en serie. Igual esta pandemia lo ha empezado a poner de rodillas aunque se levantará otra vez porque es diabólico. Pero yo aquí, en mitad de la selva… el burgués capitalista soy yo. Tengo un techo de zing, agua caliente, radio y ordenador, como caliente tres veces al dia. Me han evacuado tres veces por infarto y alguien me ha pagado el billete aéreo. Gracias a capitalistas generosos de Córdoba y España y a Propaganda Fide en el Vaticano tenemos 12 colegios, escuelas secundarias, el hospital, la maternidad, la casa para enfermos de sida en fase terminal, los proyectos de cohesión social, carpintería, costura, el orfanato, el centro de formación de catequistas, el seminario menor, 12 misiones dinámicas, medios de transporte, material solar, decenas de seminaristas… El 98% de la gente con quien vivo no podrá aspirar en toda su vida a una casa con techo de zing, tal vez solo a una la radio. Pero son más ricos que yo en valores.
Os aseguro que la sociedad en la que vivo es más humana, más radicalmente fraterna al estilo de “Tutti Fratelli” que las sociedades industrializadas. Toco los pobres cada día, los acaricio para darles ánimo y lloro de pensar que son realmente los últimos de la historia, los trastos viejos que hay que descartar como dice Papa Francisco. Me duele el alma de pensar que los viejitos con demencia senil que acogemos en la casa de la esperanza son como vasos de usar y tirar. Que los huérfanos del orfanato, algunos ha sido recogidos aún con el cordón umbilical sin cortar, no valen nada para el mundo industrializado porque para mí, ese minusválido que se arrastra sobre sus glúteos o ese anciano que guarda la memoria histórica de su pueblo, vale su peso en oro, o en diamantes que es de lo que está lleno Centroáfrica. He estado dos horas esta tarde con una multitud de mujeres y hombres rezando, como hacen cada día, el rosario por el mes de Octubre. Ellos y ellas son un pozo sin fondo de espiritualidad y ese es su mayor capital.
José Manuel Vidal
Religión Digital