VOSOTROS SACAD A LA VIRGEN, PERO NO ESTÁ DE LLOVER
Bernardo Pérez AndreuEn los inicios del confinamiento de marzo de 2020 conocimos que en Caravaca se utilizarían las reliquias de la Vera Cruz para pedir por el fin de la pandemia. Da la sensación de que aquello surtió poco efecto, por eso ahora algún obispo oriundo vuelve a llevar la mula al torno para ver si surte efecto esta vez, sacando las reliquias a la puerta de la catedral el miércoles de ceniza, insistiendo en el error de sostener la imagen de un rito mágico que pudiera tener algún efecto sobre la naturaleza.
A este respecto recuerdo lo que contaban de un obispo al que los feligreses pedían sacar la Virgen en procesión para solicitar la lluvia, a lo que este respondió socarrón: “Vosotros sacad la Virgen, pero no está de llover”. Es decir, sacar la Virgen puede ser muy loable, pero no debe vincularse con producir efectos prácticos en la vida de las personas, más allá de la conversión del corazón y el aumento de la piedad.
La utilización de las reliquias o los sacramentos para producir algún tipo de cambio en la naturaleza o en el devenir social o histórico está más cerca de la magia que de la fe cristiana. Es mucho más propio del pensamiento pagano que del cristiano y lleva a confusión a los creyentes.
Los sacramentos no son instrumentos mágicos productores de bienes materiales, son realidades creadas capaces de transparentar lo divino por la mediación de la comunidad creyente.
Las reliquias no poseen ningún poder mágico para influir en el devenir histórico o natural; no son amuletos que protejan del mal, ni remedios contra las enfermedades. Las reliquias son signos visibles que nos anclan en la Tradición de los que dieron su vida, en el caso de los mártires, o de los que llevaron una vida de plenitud en la fe, como los santos y santas.
Nunca, en ningún caso, una reliquia debe ser utilizada como un remedio, un fármaco o un amuleto. De ser así, queda inmediatamente profanada, pues se la ha rebajado al nivel de lo utilitario. Las reliquias deben ser veneradas y los sacramentos experimentados en la comunidad.
La mentalidad clerical es un enemigo más potente contra la Iglesia que la propia secularización, pues en buena medida el proceso secularizador es un efecto del clericalismo eclesial. Se trata de una reacción contra el oscurantismo promovido durante siglos de ostentar un poder omnímodo sobre las conciencias y de ejercer un control férreo sobre el cuerpo social mediante el miedo.
En ese caldo de cultivo se produce la paganización del cristianismo y la magia corrompe la realidad sacramental. El enemigo lo tenemos dentro de la Iglesia antes que fuera de ella. Es fundamental repensar nuestras prioridades y las fórmulas que utilizamos para vivir nuestra experiencia como Iglesia, pues, de lo contrario, estamos abocados a la insignificancia, a convertirnos en un gueto sectario incapaz de comprender el mundo que le rodea.
Bernardo Pérez Andreo
Religión Digital