TIEMPO DE CAMBIOS PARA LA LIBERTAD
Matilde GastalverNos llegan buenas noticias para la iglesia católica cuando 144 profesores de teología de Alemania, Austria y Suiza subscriben un manifiesto que exige cambios en la Iglesia católica: fin del celibato, el sacerdocio femenino, elección de los párrocos y obispos.
¿No podemos exigir a la Iglesia que se centre en su misión principal: el servicio a la humanidad, a la libertad, al respeto absoluto de las conciencias, a la lucha por su dignidad, a la búsqueda inquebrantable por la justicia para todos, a la acogida incondicional de cualquiera?
Este mes de febrero se ha convertido en un estallido revolucionario que quiere dar fin a tantas tiranías. La plaza de la Liberación de Egipto se ha convertido en un emblema de los ideales de justicia y libertad que el pueblo oprimido es capaz de conseguir.
Qué bien leer en la prensa: "los manifestantes lograron hacer de la plaza de la Liberación, centro de protesta, una suerte de comuna libre, limpia, segura y respetuosa con las minorías". Contaron con servicio médico, de información y de reparto de alimentos. Se superaron diferencias sociales, religiosas y de sexo... Todos fueron uno en la lucha por mantener la calma y romper la violencia, pero sin replegarse ante el poder, sin cesar hasta tumbar la efigie del poder absoluto del dictador.
¿Fue Mohamed Boazizi en Túnez quien lo originó, fue Jaled Said el bloguero egipcio de 28 años? En Cisjordania, en Yemen, en Argelia, Libia, Irán, ojalá también Marruecos. Se desató la chispa en Túnez que prendió la mecha de la liberación, ya imparable. Son los jóvenes que no aguantan la imposición de la injusticia, el olvido de los últimos.
Todos estos movimientos libertarios, revolucionarios, que subvierten las estructuras rígidas, los poderes absolutos despiadados y opresores han de contagiar no sólo a los pueblos árabes. Hablan para toda la humanidad, ponen al descubierto a cualquier otro sistema que actúe de igual manera.
También el pueblo de Dios ha de poderse levantar en contra de una jerarquía que hiere, que excluye, censura, prohíbe, se aferra al poder y al dogma por encima de la vida. Y en ello ataca hoy a unos y mañana a otros. Nada de eso tiene que ver con el Evangelio. También en la Iglesia, nosotros somos más que la cúpula, somos cientos los que estamos cansados de censuras. De ritos vacíos. De falta de autenticidad, de carencia de humanidad y de vida.
Me acaba de llegar una carta para invitarme a los actos por la llegada a Mallorca de "la Cruz" que preside las Jornadas Mundiales de Juventud, que Juan Pablo II entregó a los jóvenes a propósito del Año Jubilar, con el mandato de llevarla a todo el mundo, como signo del amor de Cristo. De los actos para tal ocasión se excluye únicamente la plegaria en el centro penitenciario (el lugar más propio de la cruz). Se anuncia como momento privilegiado de comunión con la Iglesia universal y en preparación del gran encuentro mundial de agosto con motivo de la visita del papa en Madrid.
Yo leo eso y me pregunto ¿qué es esto? ¿A quién mueve? ¿Qué jóvenes se movilizan por un trozo de madera, por una cruz de madera cuando lo que deberíamos de enseñarles es a quitar o acompañar a tantas cruces de tantos crucificados de nuestra historia de ahora?
¿Qué significó realmente la cruz de Jesús sino el compromiso de toda su vida? ¿Qué sentido tienen estos ritos postizos, irreales, desencarnados, montajes de estrategias de una Iglesia que hace mucho ha perdido el camino de acercamiento a la realidad? ¿Qué sentido evangélico hay en todo eso? ¿Qué fuerzas y dinero, movimientos parroquiales... se van a poner marcha y con qué fin? ¿Es eso lo que Jesús querría de sus seguidores hoy? ¿Es lo que necesitamos en la Iglesia?
¿No tendrían que ser los jóvenes -o los mayores- quienes también, como los jóvenes tunecinos o egipcios, se levantaran exigiendo cambios, diciendo basta?
Veo las imágenes de la plaza de la Liberación y veo vida, esperanza. Contagian ilusión, ahí está presente el Dios de la Vida. De la sagrada vida en busca de la justicia. Miro a este otro lado y veo el rito vacío, postizo, alejado de las vidas de las mujeres, hombres y jóvenes de hoy.
Si las iglesias se vacían no es porque las personas no tengan profundidad y sed de lo infinito y sensibilidad para ello, sino porque la Iglesia no abre espacios para ello, se conforma con la pompa, el poder y el boato.
¿Qué bloguero movilizará a todos los que deseamos vivir en el seno de la Iglesia del Reino, de la buena noticia del Evangelio, de la comunidad de la justicia y del bien que inauguró Jesús?
Matilde Gastalver