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FORMACIÓN PARA LA SINODALIDAD Y SUS EXIGENCIAS: ESCUCHA, DISCERNIMIENTO, PARTICIPACIÓN

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En la reflexión de la semana pasada repetí varias veces que a lo largo de este proceso hacia una Iglesia sinodal teníamos que aprender, desaprender y reaprender nuevos modos de ser y actuar como bautizados. También insistí en que el camino hacia la sinodalidad exige una conversión personal de todos los miembros de la Iglesia, pastores y pueblo llano, y una renovación de las estructuras eclesiales actuales. La sinodalidad como “dimensión constitutiva y constituyente de la Iglesia” se ha de abordar desde los tres planos que la sostienen: Los modos de ser y actuar, las estructuras y los procesos eclesiales. El estilo del ser y actuar de la Iglesia se visibiliza en la escucha comunitaria de la Palabra, la celebración de la Eucaristía, la fraternidad que nos iguala, la corresponsabilidad y participación en la misión común (evangelizar y servir) de todos los bautizados. Los planos de las estructuras, procesos y eventos eclesiales son las condiciones institucionales, a nivel local, regional y universal, de posibilidad de la sinodalidad. Estos tres planos son interdependientes. En los tres nos jugamos la credibilidad del verdadero cambio y revitalización de la Iglesia que el Sínodo pretende.

El documento de la Comisión Internacional de Teología “La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia” afirma: Una Iglesia sinodal es una Iglesia participativa y corresponsable. La participación de todos es un derecho y un deber. Iglesia somos todos. La participación se funda sobre el hecho de que todos los fieles están habilitados y son llamados a poner, al servicio de los demás, los dones recibidos del Espíritu Santo. Por eso, todos somos necesarios. Todos podemos compartir nuestras experiencias. Todos tenemos algo que decir y algo que aprender. Por eso esta primera etapa del Sínodo es la etapa de “la escucha” Porque el Espíritu sopla donde quiere y se expresa a través de nuestra participación corresponsable. 

Este es el significado y el valor de la consulta, en esta primera etapa del Sínodo sobre Sinodalidad, a todos los bautizados en la Iglesia. La experiencia y logros de la consulta al pueblo llano, en los últimos sínodos convocados por el papa Francisco, avala la metodología del presente Sínodo. Esta fase de consulta a las bases ha ido cobrando cada vez más importancia a partir de los Sínodos de la Familia, los Jóvenes y Amazonía. Estas experiencias de amplia participación de todos los afectados por los temas a tratar, nos dan motivos para despertar en nosotros la urgencia de participar corresponsablemente aportando lo que consideremos pertinente al momento y objetivo del Sínodo. Todos debemos contribuir al logro de los resultados esperados de este Sínodo hablando con verdad, libertad, valentía y caridad y escuchando sin prejuicios, con humildad y respeto.

El camino sinodal se recorre por etapas, como todo camino largo. Y éste lo es. “El camino sinodal es el camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio”. Cada etapa tiene sus tareas. Hoy vamos a referirnos tres: Escuchar, discernir y participar. La” escucha o consulta” es necesaria para el “discernimiento” y el discernimiento es necesario para la “toma de decisiones”. Las tres son interdependientes

La escucha es importante en un primer momento de “consulta”. La escucha exige una mente y un corazón abiertos incondicionalmente a lo que los otros digan, sin excluir a nadie ni a nada. Con respeto y aceptación incondicional. Poniendo especial atención a las propuestas de los frecuentemente “acallados”. De los que no esperaríamos nada grande. Abiertos a la sorpresa. Porque “El espíritu sopla en lo pequeño, sencillo, insignificante.” (Cristina Inogés en la sesión de Apertura del Itinerario Sinodal, “Momento de Reflexión con el Papa” el 9 de octubre 2021).

El discernimiento es un don del Espíritu Santo. Es la capacidad de juzgar sabiamente y escoger, entre muchas opciones, la mejor. Es un ejercicio que forma parte de nuestra inteligencia espiritual, es una capacidad inherente a todos los humanos por ser personas habitadas por el espíritu. Cualquiera que haya tomado una decisión importante conoce esta experiencia y la dificultad de identificar, ponderar, juzgar y finalmente escoger el camino más adecuado a la situación. Los creyentes afirmamos que, para discernir bien es necesaria la ayuda de Dios y que en la oración y la lectura de Evangelio podemos encontrar su luz y fuerza. Y esto sin desdeñar a la razón, que también tiene su papel a la hora de valorar la realidad. Como dicen los jesuitas: “confía en tu corazón, pero usa tu cabeza”. “Escucha bien, discierne bien” (Otaola).

Participación. “Una Iglesia sinodal es una Iglesia participativa y corresponsal” (Documento Preparatorio). Como laica de a pie que soy, y mirando desde esa ubicación, veo que la participación y corresponsabilidad de los laicos, en este momento del proceso sinodal, es un nudo gordiano, que hay que afrontar, en primer lugar. La pasividad aprendida, la sospecha de inutilidad, el desinterés, el desencanto, la pereza, el “déjame en paz, no me interesa, no quiero, que lo arreglen ellos (los curas)” es un lastre que hay que abordar porque va a la contra de las actitudes que facilitan la participación (Vademecum páginas de la 33 a 36). En este punto sobre todo hay que desaprender primero para poder aprender y reaprender. Todos los bautizados estamos llamados a participar y hay que prepararse para ello. La participación es un derecho y un deber. A mi juicio, es la asignatura pendiente de la Iglesia. El clericalismo vigente ha secado toda esperanza de participación creativa de los fieles. Y esto es un problema muy grave en el contexto de este Sínodo.

Como conclusión: Empezando por la escucha, siguiendo por el discernimiento y acabando por la participación, la necesidad de formación en las exigencias de la sinodalidad parece evidente. Los organizadores de este Sínodo lo deben tener claro. Tanto en el Documento Preparatorio como el Vademecun abordan esta necesidad de formación en sinodalidad. Lo consideran uno de los diez Núcleos Temáticos para profundizar. El número diez de los Núcleos, Formarse en la sinodalidad; (DP p. 40) dice: “La espiritualidad del “caminar juntos” está destinada a ser un principio educativo para la formación de la persona humana y del cristiano, de las familias y de las comunidades”. Y en el Vademecum (p. 73) Formarnos en la sinodalidad: “La sinodalidad implica receptividad al cambio, formación y aprendizaje continuo” A estas alturas del proceso sinodal ya sabemos que tenemos que aprender a ser iglesia de otra manera. Pero ¿Cómo? En la primera “entrega” dije que íbamos a aprender a ser sinodales “sinodeando”. Es decir, participando en ente Sínodo como sujetos activos y comprometidos con nuestro bautismo. Hoy he afirmado que la participación de los cristianos de a pie en este Sínodo no está garantizada. No podemos darla por supuesto. Hay que hacer algo, previamente, para activarla,

En mi próxima “entrega” abordaré el nexo entre Formación y Participación.

 

África De La Cruz Tomé

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