TIEMPO DE PACIENCIA Y CONFIANZA
Rosario RamosLc 13, 1-9
III Domingo Cuaresma, 20 de marzo de 2022
Un Domingo más, el mensaje del evangelio sale a nuestro encuentro para despertarnos de nuestros letargos y hacer un poco más profundo el viaje hacia el encuentro con el sentido profundo de la vida.
El texto que hoy nos ocupa, narrado por Lucas, forma parte del viaje de Jesús a Jerusalén en el que muestra todo su programa socio-religioso: enseñando, sanando, predicando, viviendo el impacto de una vida conectada a Dios. Este relato podría parecerse a una parada en el camino para tratar dos asuntos muy controvertidos que vuelven a mostrar la discontinuidad de Jesús con el judaísmo institucional: el pecado y la posición de Dios frente a él.
La escena comienza con un grupo de personas, no se sabe muy bien su procedencia, que fueron a encontrarse con Jesús e iniciar una conversación que revela la mentalidad de aquella época: cualquier desgracia, condena, enfermedad, era una clara consecuencia del pecado. El pecado era el centro de la vida judía y toda la vida consistía en evitar pecar y pagar por los pegados. Una posición muy endeble, limitante y, tal vez, también elegida por algunos creyentes de hoy.
Jesús va cerrando el diálogo con unas palabras que, leídas al pie de la letra, podrían sonar radicales e incomprensibles: “Si no os convertís, todos perecéis de forma semejante”. Sin embargo, lo que ha hecho es cambiar de plano para ahondar en el significado de la conversión que poco tiene que ver con un esfuerzo sobrehumano para cambiar actos malos por actos buenos.
Para hacer comprender un poco mejor lo que es la conversión, como solía hacer Jesús, narra la parábola de la higuera estéril, una higuera que no da fruto, pero a la que no se arranca en la confianza de que lo dará. Con esta parábola, el sentido de pecado del judaísmo rabínico comienza a desvanecerse al proponer Jesús que la conversión es un proceso que acompaña de manera vital a la persona. Podría tratarse, más bien, de un proceso de crecimiento que consiste en ir ahondando hacia la profundidad de la verdadera naturaleza humana. Nuestra mente egoíca quizá rechaza esta visión, en principio, porque necesita inmediatez y recompensa casi de una manera instantánea.
Convertirnos no tiene mucho que ver actos buenos puntuales, ayunos, mortificaciones vacías, golpes de pecho para mostrar nuestra condición pecadora; quizá esta postura tiene más que ver con una soberbia escondida que utiliza la propia debilidad para mostrar a un Dios encantado con el pecador(a) y al que se le promete la salvación. Cuantos más pecados, más perdón de Dios. Y así nos vamos enfangando en una vida raquítica y sesgada que nos deja en la misma posición durante años y años. Tal vez existen personas que ansían la Cuaresma para ver si por fin, quiera Dios, que su vida sea mejor. Esta sí que es la esterilidad de la higuera, toda la vida plantada en el mismo sitio e inútil para la viña.
El proceso de conversión, al que tal vez se refiere Jesús, es un camino existencial, un viaje hacia el centro de la Fuente que nos nutre y nos lanza a la vida, donde está toda nuestra potencialidad como reflejo del acto creador de Dios en la misma entraña humana. Por tanto, la con-versión es ir descubriendo una nueva conciencia hasta conectar con nuestra versión original; un camino que requiere de paciencia, de lucidez, de confianza, de desear vincularnos con el dinamismo profundo que nos impulsa a ser. No es un camino de búsqueda de la salvación-plenitud como recompensa sino de la encarnación de esa salvación-plenitud que ya forma parte de lo que somos y que requiere enlazarse con el tiempo de Dios, tiempo de paciencia y confianza en lo mejor del ser humano.
Somos higueras llamadas a dar fruto, un fruto en formato de respeto a la dignidad, libertad y valor de cada ser humano, de una nueva mirada a cada rincón del planeta que hoy necesita mucha solidaridad, generosidad y compromiso. En este escenario hacemos presentes a cada una de las víctimas de esta atrocidad humana que estamos viviendo estos días. Ojalá el fruto de la higuera que somos sea la PAZ con toda la fuerza liberadora que esta palabra entraña.
¡¡¡FELIZ DOMINGO!!!
Rosario Ramos