LA ÚLTIMA QUE CIERRE LA PUERTA
Mari Paz López Santos- Cuando viajo, visito familia o amigos y coincide que es domingo me gusta ir a misa a la iglesia del pueblo, a la parroquia más cercana de donde esté alojada.
El domingo del Corpus asistí a la Eucaristía de las diez de la mañana en un pueblo de Toledo. Había bastante gente para la hora que era, al menos eso me pareció. Fue una misa sencilla. La de doce sería la solemne junto a la procesión por el pueblo.
Estaba sentada cerca de la puerta de entrada y como llegué con tiempo pude ver el goteo de personas entrando a la iglesia. No fui contando como para una estadística pero, una vez más, me di cuenta de lo que ya sabemos.
Salió el sacerdote hacia el altar y unos acordes de guitarra acompañaron a una suave voz femenina entonando el canto de entrada.
Otra mujer se levantó dirigiéndose al ambón proclamó la primera lectura: “En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo…” (Gn 14, 18-20).
Antes de que ésta volviera a su sitio, otra mujer caminaba ya por el pasillo central para poner voz a las palabras de Pablo: “Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido…” (1Co 11, 23-26).
Tras la homilía, otras dos mujeres se acercaron a coger dos cestas de mimbre para hacer la colecta.
Llegado el momento de la Comunión la mujer con la guitarra y voz suave entonó una bella oración:
“Dime cómo ser Pan,
cómo ser alimento
que sacia por dentro,
que trae la Paz”.
Viendo la fila de personas que se formó para ir a comulgar, sin poder evitarlo, me puse a contar: mujer, mujer, mujer, hombre, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, mujer, hombre, mujer, hombre, mujer, mujer, mujer, hombre, mujer, mujer, mujer, hombre, mujer… detuve mi mente. La fila avanzaba pero para qué seguir.
Un triste pensamiento me abordó: “La última que cierre la puerta”. Me levante e incluyéndome en la fila me acerqué a comulgar.
Las mujeres en la Iglesia limpian, barren, ponen las flores, preparan cálices, albas, estolas; ponen voz a Melquisedec, a Pablo, al Génesis, al Apocalipsis… pero no a Jesús en los cuatro evangelios que nos dejaron escritos.
No, no será una mujer la que cierre la puerta porque las mujeres en la Iglesia no cierran puertas, pero sí quieren abrir las que están cerradas para ellas.
Mari Paz López Santos
ECLESALIA