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CRISTINA INOGÉS: "DEBEMOS ASUMIR QUE EN OCTUBRE DE 2023 NO HABRÁ UNA IGLESIA SINODAL"

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Es una de las voces más prolíficas y fecundas en teología hoy en España. Se dio a conocer al gran público con su intervención ante el Papa Francisco en la inauguración del Sínodo sobre la Sinodalidad. Desde entonces, la zaragozana Cristina Inogés, mujer y laica, se ha convertido en una especie de termómetro sobre la marcha de este acontecimiento eclesial sin precedentes, que acaba de cerrar su fase diocesana dejando sobre la mesa importantes cuestiones a debate.

“Nadie se esperaba que esa amplia base del Pueblo de Dios que es el laicado” planteara con tanta fuerza cuestiones como el celibato opcional o el diaconado femenino, dice la teóloga, que participa este fin de semana en el Centro Vedruna de Valladolid en unas jornadas de formación sobre “La mujer en la Iglesia y en la sociedad”, junto a Belén Breznes, Carmen Quintero, Miriam Cuenca, Cristina Pascual, o la exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena.

En unas jornadas Vedruna que hacen suyo el lema de la revuelta de mujeres en la Iglesia, “Hasta que la igualdad se haga costumbre”, Cristina Inogés ofrece una visión optimista, esperanzada. El Papa va a por todas, cree. “Se está redescubriendo otra forma de ser Iglesia, se está visibilizando ya”. Pero que nadie espere resultados de la noche a la mañana. “En octubre de 2023”, cuando el Papa clausure la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, “no vamos a tener una Iglesia sinodal. Esto va para largo”. La Iglesia, advierte, tiene sus propios ritmos.

-¿Significa esto que hay que tener más paciencia? En cuestiones como el papel de la mujer, donde se percibe que la Iglesia va con mucho retraso, ¿es posible seguir pidiendo paciencia?

-Lo primero, una puntualización en el lenguaje que creo que es importante: no se trata tanto del “papel” de nadie en la Iglesia, tampoco del papel de las mujeres. El papel es algo que te asigna alguien que cree tener poder sobre ti para decirte qué puedes hacer y qué no, dónde puedes estar y dónde no. Debemos acostumbrarnos a hablar, no del papel, sino del lugar de las mujeres en la Iglesia. El lugar nos lo da el bautismo. A partir del bautismo, cada uno tiene su lugar en la Iglesia, y desde ahí le corresponde discernir su propia vocación.

¿Que la Iglesia va con retraso con respecto a la mujer? Es evidente. Con un retraso de siglos. Y en algunas cuestiones va a haber que seguir esperando, pero en otras, no. Esta semana ha sido muy sorprendente que el propio Francisco nombrara a dos mujeres para el dicasterio de los obispos. Eso no había pasado nunca. Ahí no entraban los laicos, y las mujeres, mucho menos.

"¿Que la Iglesia va con retraso con respecto a la mujer? Es evidente. Con un retraso de siglos"

¿En qué vamos a tener que esperar todavía? Por ejemplo, en el diaconado permanente. ¡Y ya ni te cuento el sacerdocio! Eso no le veremos ni nosotros ni nuestros hijos, pero hay que tomárselo… como la realidad que es la Iglesia, que en las cuestiones relacionadas con la mujer es muy lenta.

-El cambio de nombre de la Secretaría general del Sínodo, ahora ya Sínodo a secas (no “de los obispos”), tu propia presencia en la inauguración del Sínodo… Todo eso son signos importantes. ¿Ves cambios estructurales de calado detrás, o falta todavía tiempo para que los cambios que están impulsando el Papa se asienten y consoliden?

-Nadie esperaba que Predicate Evangelium fuera a salir en pleno Sínodo. Ha sido una sorpresa. Con su entrada en vigor, el 5 de junio, se han suprimido las congregaciones, que solo podían presidir los obispos, y se han transformado en dicasterios, que cualquier laico preparado puede presidir. Sin ese cambio no se hubiera podido producir la entrada de estas dos mujeres en el Dicasterio de los Obispos.

Por tanto, sí se están produciendo cambios importantes en las estructuras. Pero a veces no se trata tanto de cambiar las estructuras, como de que estructuras sinodales que ya tenemos funcionen realmente de forma sinodal. Y esas estructuras las tenemos al nivel más básico e inmediato, en la parroquia y en la diócesis. Por ejemplo, con los consejos de Pastoral o los consejos de Economía. Para que funcionen sinodalmente debe haber laicos que no vayan solo a escuchar las propuestas del párroco o del obispo; deben poder hacer propuestas, para que, entre todos, se alcancen consensos y se decida qué soluciones son mejores para la parroquia o la diócesis.

-La fase diocesana del Sínodo se ha cerrado dejando importantes debates abiertos. Lo hemos visto en España, pero también en Francia…

-¡Y en Bélgica! La síntesis final va por el mismo camino y dice cosas interesantísimas.

-El caso de Francia, como publicó Religión Digital, es llamativo: los obispos decidieron enviar dos síntesis a Roma, una, con las aportaciones originales, en la que se pedía, entre otras cosas, un protagonismo mayor de la mujer, y otro documento en el que esas propuestas aparecían más suavizadas y contextualizadas. Tomando esto como muestra de que hay claramente dos visiones diferentes, ¿va a ser posible conciliarlas en este proceso sinodal?

-La fase continental nos va a servir para situarnos en una realidad esencial: el cristianismo se manifiesta en culturas muy diferentes. Debemos asumir que la diversidad está presente en la Iglesia. La Iglesia entendió, desde el siglo II aproximadamente, que la unidad venía dada por la uniformidad, y que la uniformidad se conseguía romanizando el mundo. Pues no, mire, esto no es así. Y ahora habrá que redescubrir una manera de conjugar culturas, algo que ya vimos en el Sínodo de la Amazonia. En el sínodo actual están saliendo cuestiones muy candentes, y lo curioso no es que emerjan en ámbitos más abiertos, del mundo occidental, sino que están apareciendo en otros ámbitos, donde nadie se esperaba que fueran a salir.

-¿Por ejemplo?

-Por ejemplo, el sacerdocio de la mujer; el celibato opcional, que conlleva la recuperación de los sacerdotes que se han casado; el darle vía de naturalidad a la presencia de comunidades LGTBI en la Iglesia… Nadie se esperaba es que esa amplia base del Pueblo de Dios que es el laicado fuera por esos temas. Entonces, sí, es verdad que todo esto ha pillado a los obispos con el pie cambiado.

Con respecto a Francia, es una Iglesia muy sinodal, pero está a la vez en un momento de revisión de algunas diócesis, donde el retroceso era manifiesto, y esto les ha cogido un poco con el pie en el aire…

-¿Cómo ves tú esa Iglesia sinodal?

-Tenemos que caminar hacia integrar. En una Iglesia sinodal, el consenso no se alcanza eligiendo la opción A, que tiene 20 votos, frente a la B, que tiene 14. Se trata de integrar también la opción minoritaria, que seguramente tiene cosas muy importantes que decirnos al resto. El juego va a estar en cómo sepamos integrar esa forma de lograr consensos en la iglesia.

En lo que respecta a los laicos, el reto es que vivamos realmente y en profundidad la corresponsabilidad a la que nos llama el bautismo; eso nos tiene que hacer ser conscientes de todo lo que hemos ido aportando en el Sínodo. Va a tocar estar encima para comprobar que realmente se cumplan, aunque teniendo en cuenta siempre que el movimiento de la Iglesia es lento como el de una tortuga, y que por eso no tendremos una Iglesia sinodal en 2023. Lo cual no significa que no se vayan dando pasos. Desde luego, Francisco no puede estar abriendo más caminos.

-Voces que antes estaban en los márgenes ahora confluyen con el resto. Con tensiones, sí, pero se normaliza el diálogo. ¿Esta va a ser la nueva normalidad en la Iglesia?

-Sí, se normaliza el diálogo, con un pero. ¿Se normaliza porque es algo que tenemos muy fresco con el Sínodo? ¿Vamos a ser capaces de que esto que hemos normalizado durante este tiempo de la fase sinodal se admita con normalidad a partir de ahora, o es algo que solo nos ha servido para hacer una reflexión, para después volver a lo de siempre?

No bastan las buenas intenciones, pero creo que hay posibilidades. Los laicos, en particular, hemos descubierto dos cosas primordiales. La primera, que en octubre de 2023 la Iglesia no será sinodal, sino que la gente entiende que esto va a llevar tiempo, lo que supone que la opción de la frustración se está desvaneciendo. Y a la vez hay conciencia de que el Sínodo va a suponer un antes y un después. Las cosas no van a ser iguales. Los laicos hemos descubierto que tenemos voz y pensamiento. Y eso ya es muy importante, porque nunca habíamos podido hablar en la Iglesia. El Papa nos quiere escuchar, nos ha dado la posibilidad de hablar, y hemos descubierto que tenemos buenas ideas que aportar.

Los laicos, en particular, hemos descubierto dos cosas primordiales: "Que en octubre de 2023 la Iglesia no será sinodal, lo que supone que la opción de la frustración se está desvaneciendo. Y que tenemos voz y pensamiento. Y eso ya es muy importante, porque nunca habíamos podido hablar en la Iglesia"

-¿Cómo ves el papel de la Vida Religiosa y, en concreto, de congregaciones como Vedruna que están haciendo mucha incidencia en el asunto de la mujer?

-En general, la Vida Religiosa está haciendo un gran aporte. Lo vi claramente en la Asamblea General de CONFER, a finales de mayo, donde participé junto a [la jesuitina] María Luisa Berzosa. La Vida Religiosa se está moviendo muy en clave sinodal. He tenido también la oportunidad de participar en algunos capítulos y asambleas generales, y he visto que hay congregaciones que están haciendo sus propias estructuras mucho más sinodales, incluyendo esa integración con la Iglesia diocesana, lo que siempre había sido un fleco pendiente. Estamos empezando a salir de una especie de estructura de submarino, donde cada cual estábamos en nuestro compartimento estanco, para realmente subirnos al Sínodo de la Iglesia, que es una barca, para remar todos en la misma dirección. En eso, la Vida Religiosa está prestando una contribución decisiva.

 

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