EL EVANGELIO VA DE ACTITUDES
Gabriel Mª OtaloraEn no pocas entrevistas de selección empresarial sigue siendo lo más relevante la capacitación académica y las habilidades para acceder a un puesto de trabajo, mientras se dedica bastante menos atención a las actitudes y al perfil de la persona candidata, a si será capaz de adaptarse a su nuevo equipo, a su manera de ser y hacer lo que sabe…
¿De qué sirve que alguien sepa mucho de algo si luego no lo traduce en una buena operativa o genera fricciones en el día a día? En definitiva, una persona competente es alguien que sabe, que tiene experiencia y además muestra un comportamiento adecuado en su entorno laboral: una mezcla, pues, de conocimientos, habilidades y actitudes a modo de triángulo equilátero, con igual importancia en los tres vectores.
El Evangelio va sobre todo de actitudes más que de grandes saberes teológicos. La experiencia nos lleva de manera sinuosa y sorprendente por la vida para que vayamos descubriendo lo esencial en el día a día, en las realidades concretas. En esta ocasión, quiero compartir lo que para mí resume la apertura al amor que nos propone Jesús, da igual la situación vital en la que nos encontremos. Son dos actitudes, alegría y confianza, que además hacen de llave a otras muchas. Ambas son referentes en el Mensaje de la Biblia, especialmente en tiempos de Jesús así como en Hechos y las Cartas apostólicas. Me atrevería a decir que si lográsemos vivir en estas dos claves, alegres y confiados, habremos captado el meollo de la Buena Noticia que, no lo olvidemos, empieza en este mundo.
Enfangados en la cultura materialista, resulta especialmente difícil trabajar la dimensión espiritual del ser humano, que es donde se activa la alegría más profunda y la confianza verdadera. Trabajar adecuadamente la alegría es mucho más que lograr un buen talante: es una fuente directa de salud. Está demostrado que la alegría es un antídoto contra el estrés, la ansiedad y el desánimo aun en medio de la tristeza existencial y la cultura narcisista.
Todo empieza con estar a gusto con uno mismo. Y para un cristiano, pasa también por sentirse amado por Dios. Como afirma José Antonio Pagola, la gente vive secretamente insatisfecha, sin alegría de vivir, porque no saben amar gratis a alguien. Dios es todo amor activo con todos, pura alegría que nos asegura su escucha, perdón y ayuda. Lo decía Georges Bernanos: “Lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste”.
Teresa de Calcuta rezaba así:
Señor, renueva mi espíritu
Que mi corazón sonría diariamente
Por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente.
Que mi rostro dé testimonio
Diariamente de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
La confianza es un factor clave en todos los aspectos de la vida. De hecho, el ejemplo es la actitud que más confianza genera. Lo estupendo es que todos somos capaces de generar confianza en los demás. Pero es una expectativa que implica un riesgo: fiarse. Lo normal es que la confianza se asiente tras un proceso de experiencias y vivencias que es fácil de perder y más cara todavía de recuperar. Y con ella, la credibilidad. Pero nadie nace con ella, es un proceso de aprendizaje más.
Por el contrario, la falta de confianza produce temor a ser defraudado lo que genera, a su vez, falta de compromiso, por tanto la elusión de compromisos y responsabilidades. Nos volvemos individualistas, y con mentalidad conflictiva dificultando la comunicación honesta que suele derivar en una falta de respeto mutuo. Como vemos, la Buena Noticia tiene mucho que ver con la vida humana plena. Así expresaba su confianza el rey David:
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes pastos me hace descansar;
me conduce a aguas tranquilas.
Él me guía por senderos de justicia
por amor de su nombre.
Aunque pase por valles oscuros
no temeré, porque tú estás conmigo;
tu vara y tu cayado me sostienen e infunden tu Aliento.
Con los avances en el campo de la psicología, sabemos que las emociones son de corta duración, pero muy intensas. Cuando a las emociones les añadimos pensamientos se convierten en sentimientos. Si el pensamiento es positivo se vuelve un sentimiento positivo y viceversa. Y a diferencia de las emociones, los sentimientos que nacen de las emociones pueden durar mucho tiempo, para bien y para mal.
La alegría y la confianza han llegado considerarse parte de las emociones primarias, y desde luego que a los efectos de la Buena Noticia lo son. Si aprendemos a manejar esas emociones y convertirlas en pensamientos positivos, el cerebro comienza a producir hormonas de bienestar que son las que hacen que nos sintamos bien a la vez que maduramos en la verdadera fe cristiana. Por ejemplo cuando nos empapamos de la alegría de sabernos amados por Dios y nos abandonamos a diario en el salmo 23… ¡estamos haciendo una estupenda oración!
Gabriel Mª Otalora