¡BASTA YA!
José Ignacio González FausDe las 17 puñaladas que le dio en Parla a una chavala de 19 años, la bestia de su pareja sexual, una al menos se me ha clavado a mí y duele mucho. Podría ser mi nieta, ¡con toda la vida por delante! Es como para que se te salten las lágrimas. Y encima se fue acompañada por otra mujer de 50 años en Dos Hermanas…
Al ritmo aproximado de un crimen de estos por semana, estoy pensando en otra chavala que en estos momentos quizá se pregunta si el chico que a ella le atrae la encontrará guapa, y no sabe que dentro de unas semanas o meses será una nueva víctima de violencia machista.
Estoy pensando en la mujer que ahora quizás va a la compra mientras evoca su difícil situación de pareja, y no sabe que dentro de unos días o semanas, ella será noticia como nueva víctima de violencia sexual. Pensando en el señor que ahora quizá juega una partida de dominó en el bar, mientras despotrica contra su mujer y, dentro de un tiempito, será noticia como nuevo asesino machista… Estoy pensando en todos esos adolescentes que ahora consumen pornografía a diario por internet y no saben que eso los prepara para ser asesinos sexuales dentro de unos años: porque creerán que las mujeres reales son como las que aparecen en esos videos-porno. Pensando en esos y otros parecidos que ahora quizás no lo saben, pero pronto serán nuevos casos. Pensando en lo que me han dicho dos mujeres que fueron maltratadas: “no sabes lo que significa que las mismas manos que te habían acariciado, te abofeteen un día” (te apuñalen, habría que decir hoy).
No lo sé, desde luego. Pero me lleva a pensar que hay que hacer algo más que ese recurso tranquilo al 016 que muchas mujeres no se atreven a utilizar porque es como reconocerse fracasadas como mujeres en su tarea de conquistar a un hombre. Como si los gobiernos quisieran quitarse de encima el problema en vez de intentar resolverlo. Estas líneas solo intentan pedir que afrontemos más seriamente el problema.
1. Llamar a las cosas por su nombre. – Para empezar, hay que hablar de violencia sexual: dije otra vez que si fuera violencia “de género” el asesino mataría a todas las mujeres posibles y no solo a la suya propia. Hay que reconocer después que tenemos un problema no resuelto en nuestra concepción de la sexualidad. Hay que reconocer que la sexualidad tiene, a la vez, algo de divino y algo de diabólico: puede ser la sexualidad del Cantar de los cantares, y puede ser la sexualidad del marqués de Sade (con mala pluma) o de Henry Miller (con magnífica pluma, pero que no llama a sus parejas Mary o Jane sino “el coño Mary” y “el coño Jane”).
2. Nuestro mundo.- Ampliando un poco el ámbito de reflexión, creo que estamos en el fin de un proceso cultural que comenzó negando a Dios y sus leyes (con una aparente sensación de gran libertad), pero seguía sometido a la naturaleza y sus leyes. El siguiente paso fue negar la existencia, no de Dios, sino de la naturaleza y sus leyes: todo es solo cultura y, como decía el primer Sartre, “la existencia precede a la esencia”. Que luego Sartre modificara eso descubriendo la ética, mejor dejarlo estar ahora.
Y sin Dios ni naturaleza, el resultado ha sido una egolatría no ya tácita sino explícita: un robustecimiento de nuestra tendencia egolátrica (más vieja que Buda) que antes intentábamos camuflar hablando de todos los otros; pero ya nos dijo Sartre también que los otros son “el infierno”. El resultado de ese proceso pseudoliberador ha sido que, donde antes se decía que la naturaleza nos da un placer para que actuemos (alimentándonos o reproduciéndonos o fortaleciéndonos), ahora hablamos simplemente de que tenemos un “derecho al placer” sin otra finalidad. No comemos para vivir sino que vivimos para comer (y, paradójicamente, eso nos mata antes).
3. Abordaje religioso.- Volviendo a nuestro tema, las religiones han tendido a abordar el problema sexual desde el reconocimiento de una evidente fragilidad humana ante el sexo. Ese reconocimiento pudo llevar a soluciones muy discutibles (desde el infierno hasta el burka), olvidando que el miedo puede aquí muy poco: san Agustín ya decía que si alguien guarda castidad por miedo al infierno, ese no es casto sino cobarde. Y aquella espléndida Fortunata de Pérez Galdós “se conformaba con ir al infierno” con tal de no perder a su delfín[1]. Galdós conocía mejor al ser humano que muchos eclesiásticos mal formados y que muchos políticos de hoy: ni el infierno, ni la sífilis, ni el SIDA sirven en algunos casos para frenarnos. A lo más actúan como un freno de mano con el que bien o mal seguimos circulando hasta quemarlo. ¿Cómo es posible, mi querido Manuel, hijo mío, que después de dos años de cárcel, cuando habías logrado una satisfactoria situación laboral, en la que te encontrabas tan bien, con buen sueldo y apreciado, mandes todo eso al carajo y te expongas a varios años más de cárcel por volver a cometer abusos con una niña? ¡Y encima sabiendo que tu pobre madre no tiene más ingresos que los tuyos!
Pero así somos de frágiles[2]. Algunos machos violentos prefieren ir a la cárcel (o matarse) antes que no saciar su posesividad ególatra y patológica. En este contexto egolátrico, no cabe olvidar ese detalle de que, en la violencia sexual, el asesino acaba muchas veces suicidándose o entregándose él a la policía. Eso revela un grado de dependencia inaudito y patológico: “la maté porque era mía”, que cantaban antaño.…
4. Abordaje laico. – Si las religiones reconocen la fragilidad humana (aunque no la resuelvan bien), nuestra querida modernidad laica optó por negar esa fragilidad: somos muy normales y la única condición para el sexo es que el otro acepte. No se dieron cuenta de que nuestra fragilidad puede llevarnos hasta a prescindir de esa condición. Después intentamos arreglar eso con aquello de que “sí es sí”: una solución digna de aquellos doctores de “El rey que rabió”[3]. Porque el problema no está en distinguir el sí del no, sino en distinguir el verdadero sí de otros muchos síes inauténticos. Y eso es muy difícil, precisamente por nuestra fragilidad.
5. Tratar la propia fragilidad. – Comencemos pues por reconocer la seriedad del problema y nuestra fragilidad. Fragilidad más bien física en el varón y afectiva en la mujer, por lo general; pero fragilidad que crea dependencia. Recordemos que Pablo de Tarso afirma que cuando alguien reconoce su fragilidad (hasta clamar aquello de: “desgraciado de mí ¿quién me librará…?”), la respuesta es que “no hay ninguna condena”[4]. Recordemos la observación de muchos sabios antiguos: una victoria desde nuestra fragilidad (incluso aunque pueda ir acompañada de algún tropezón), vale más que muchas “buenas conductas” de quienes viven una temporada sin problemas. Sepamos que hay gente que ha conseguido lidiar con ese toro que todos llevamos dentro, y que los modelos son hoy mucho más eficaces que las ideas.
6.Dos peticiones.- Reconocido todo eso, me atrevo también a pedir dos cosas: a las feministas que, dado que los políticos no van a resolver esta peste, se pongan ellas a tratar al menos de aliviarla, no limitándose a lanzar excomuniones contra los machos (que, por merecidas que sean, solo sirven para engrandecerse), sino poniéndose a estudiar el problema, detectar sus causas últimas, analizar casos y personas concretas…, que es como la ciencia humana resuelve los problemas humanos[5].
Me atrevo también a remitir a una autora “neutral”: hace tiempo que pensé en la oportunidad de una buena tesis doctoral (que podría servir tanto para psicología como para moral) sobre la sexualidad en el diario completo de Etty Hillesum[6]. Además de su gran capacidad de introspección y de formulación, aquella muchacha tenía la extraña virtud de decirse a sí misma claramente lo que nosotros preferimos pasar de largo y mirando a otro lado[7].
7. El problema humano.- Pero conviene que sepamos también que el problema último está más allá de la religión y más allá de la naturaleza. Está en nosotros mismos los humanos, que hemos de recibir gratuitamente aquello que más necesitamos para ser humanos. Y eso, o nos lleva a Dios, o a la buena suerte, o a una de estas dos variantes de una frase clásica: “dime que me quieres aunque sea mentira” (Montserrat Roig). O: “finge que te importo; es cuanto necesito” dicho además a una prostituta por Jeremy Irons (en La casa de los espíritus).
El problema está pues en que, ante esa dura realidad de nuestra situación, preferimos optar por la mentira. Si luego esa mentira social, trae algunos crímenes particulares, ¿qué le vamos a hacer?
Pues no: ¡Basta ya! Hagamos algo más.
José Ignacio González Faus
Atrio
NOTAS:
[1] La comenté hace ya casi 30 años en un viejo folleto titulado: Sexo, verdades y discurso eclesiástico, (parodia del título de otra vieja película: Sexo, mentiras y cintas de video).
[2] Y al menos, todos los moralistas del miedo, deberían recordar que hace ya casi un siglo un tal cardenal Billot (quizás equivoco su nombre) solía decir que si tomamos en serio la noción de “pecado mortal” y la fragilidad humana, “en París cada noche solo se cometen uno o dos pecados mortales”. Dejemos el sentido del humor y pensemos que las metas y los ideales dan muchas más fuerza que las meras amenazas.
[3] En aquel dictamen final de doctores sapientísimos: “el perro está rabioso, o no lo está”.
[4] Cf. Romanos 7,24- 8,1.
[5] Acabado este artículo salgo a caminar un poco por mi querido Sant Cugat y, buscando la sombra, me encuentro en un rincón un letrero que dice en catalán: “deposita aquí tu machismo”. Dudo de que ese gesto disminuya ni un uno por mil de machismo, aunque supongo que sirvió para que sus autoras se sintieran superiores. Y dada la importancia que tiene el feminismo como signo de los tiempos y promesa de futuro, me atrevo a añadir que la división que se constató con dolor el pasado 8M entre las feministas, se debe en buena parte a esto: unas buscan que las mujeres que más sufren dejen de sufrir. Otras parecen buscar que las mujeres que de hecho y de derecho sufren menos, tengan más poder. Atención pues.
[6] Acaba de aparecer en castellano: Etty Hillesum Obras completas (ed. Fonte, 2020, preparada por el director de la Fundación: “Etty Hillesum en España”) y que contiene el diario completo y no la edición recortada que con tanto éxito había circulado entre nosotros. Me permito recomendarlo mucho por varias razones. Pero mi consejo desanimará porque es un volumen de casi 1500 páginas. Pero aviso: el diario solo ocupa las dos terceras partes del volumen: las otras son cartas y textos menos importantes. Son además páginas de tamaño menor al habitual (17 x 12 cms.). Y además el diario está plagado de largas notas al pie que pueden saltarse todas porque son informaciones de tipo más académico que personal. A pesar de todo, intuyo que la tesis doctoral (o el estudio) que recomiendo, no será una tarea fácil.
[7] Un único ejemplo entre cientos: “Por un lado me gustaría hacer de mi vida un todo fuerte, puro y pleno; por otro lado podría irme a la cama con el primer hombre que se cruzara en mi camino… Sé que mañana me maquillaré y me vestiré lo más seductora posible y luego le diré que solo quiero una amistad pura y decente. Y mientras se lo digo, con pleno convencimiento además, anhelaré que me estreche con fuerza entre sus brazos. Así es como me siento ahora” (25, marzo 1941; p, 113)