EL PLACER ES UNA EXPERIENCIA ANTROPOLÓGICA QUE JESÚS, EN SU HUMANIDAD VERDADERA, TAMBIÉN HA VIVIDO
José Lorenzo“La mujer del perfume” (Editorial San Pablo), de Margarita Saldaña, es una sugerente lectura llena de delicadeza que, como en un trabajo de arqueología, recupera una escena maravillosa del Evangelio (Mc 14,3-9) que, sin embargo, ha llevado mal el paso de los días, y no precisamente por culpa del significado del relato, hoy necesario, sino por el miedo que inspiró, y que está tan a la vista que solo hace falta volver a leerlo, pero con otros ojos, casi nada.
La autora, periodista y teóloga, nos limpia la mirada para ayudarnos a percibirla como intuye que la percibió el propio Jesús, a la luz del relato de Marcos, donde la sensualidad tiene su lugar, y destacado, pero invitándonos a “recuperar el punto de vista genesíaco (“y vio Dios que era bueno”) para afrontar la escena en su bondad y en su belleza original, como lo hace Jesús”. Puro aroma a autenticidad.
¿Qué significaba una escena como esa, la de una mujer derramando perfume de nardos sobre la cabeza de Jesús, en una estancia llena de otros hombres, en aquellos tiempos?
En los tiempos de Jesús, como en los nuestros, una escena como esta provoca necesariamente sorpresa, incluso escándalo. La llamada "unción de Jesús en Betania" debió de impresionar de tal manera a quienes la vivieron que los cuatro evangelistas se hacen eco de ella, aunque siguen versiones y tradiciones diferentes. Los significados de este relato, según Marcos, albergan matices muy particulares por el hecho de que él sitúa este acontecimiento justo antes de la última cena. En este contexto, aparecen contrastes muy marcados que el lector está invitado a descubrir y a disfrutar.
¿Por qué ha decidido dedicarle esta obra?
Esta obra o, mejor dicho, “obrita" (porque se trata de un libro de pocas páginas), forma parte de una colección sobre mujeres bíblicas que la editorial San Pablo ha comenzado a publicar. El equipo de coordinación distribuyó distintas figuras a otras tantas teólogas, y yo tuve la suerte de que me tocase “la mujer del perfume”. El encuentro con ella me ha resultado mucho más revelador de lo que hubiese podido imaginar cuando me situé ante el texto por primera vez.
Usted habla de una “presencia profética” y de “denuncia” en la actitud de esa mujer. ¿Qué quería demostrar, dar a conocer o reivindicar?
Con su actitud y con su gesto, esta mujer se inserta en la tradición profética de la Biblia, que incluye una dimensión de denuncia y otra de anuncio. Sin nombre conocido, e incluso sin pronunciar una sola palabra, el nardo puro y sobreabundante que ofrece viene a desenmascarar las tretas de los líderes de Israel y los cálculos mezquinos de los discípulos. Al mismo tiempo, ese perfume puro que se derrama sobre la cabeza de Jesús le reconoce como Ungido, precisamente a las puertas de la pasión.
¿Entiende Jesús este gesto?
Antes de "entenderlo", yo creo que Jesús lo disfruta, y este es una de los aspectos más sorprendentes de esta escena penetrada de sensualidad. Mientras que los comensales murmuran, precisamente porque su lógica no alcanza a “entender”, Jesús abre bien todos sus sentidos y recibe a partir de ellos no solo el perfume, sino a la mujer que lo ofrece.
¿Cómo ha sido interpretada esta escena a lo largo de los siglos y cómo ha influido en la manera de mirar la Iglesia estas cuestiones?
Esta escena ha calado menos en el imaginario cristiano que esa otra unción en Betania que tuvo lugar en casa de Lázaro. La gente suele confundir ambos relatos, así como a sus protagonistas y los gestos que realizaron, y se queda con la idea de que fue María Magdalena, una mujer pecadora, la que derramó perfume sobre los pies de Jesús y luego los enjugó con sus cabellos. El gesto, con su carga de escándalo, queda así justificado en el marco del perdón y de la misericordia. Sin embargo, si leemos atentamente este relato concreto nos daremos cuenta de que en él no hay trazas de pecado ni de perdón; los temas que están en juego son otros.
¿Por qué Jesús, a diferencia de los discípulos presentes, no se escandaliza?
Ocurre en esta escena como en tantas otras de los evangelios: la mirada de Jesús percibe la realidad en un nivel mucho más profundo que la mirada de sus interlocutores. Allí donde los discípulos no ven más que gasto, derroche y transgresión de las normas establecidas, Jesús descubre y acoge a una mujer libre y todo lo que ella le regala: belleza, placer, aliento para vivir su misión hasta el final.
Una mujer anónima que se atreve a franquear todas las barreras sociales, cuestiona demasiado unas estructuras que siguen marcadas por el patriarcado y el clericalismo
¿Por qué el mensaje subyacente está poco presente en la Iglesia de hoy?
Quizá porque la figura de su protagonista, una mujer anónima que se atreve a franquear todas las barreras sociales, cuestiona demasiado unas estructuras que siguen marcadas por el patriarcado y el clericalismo.
¿Entiende hoy la Iglesia el gesto de esa mujer, un gesto de servicio, sin decir tampoco, como en tantas ocasiones, ni una sola palabra, simplemente siendo y estando?
Francisco anima continuamente a la Iglesia a caminar en la línea de la salida y del don, hasta el exceso. Es una lógica en la que la ineficacia aparente encuentra todo su sentido, porque lo que se buscan no son cifras ni resultados que engorden el cristianismo sociológico, sino algo mucho más humilde: la luz que emana suavemente y sin deslumbrar, el sentido del grano de mostaza o del puñado de levadura. En la Iglesia estamos siempre necesitados de conversión para caminar en esa dirección, la dirección del Evangelio.
La sensualidad que preside la escena, el indudable placer que debió de aparecer también en aquel acto, ¿le ha jugado una mala pasada a la escena y al papel de la mujer en aquella comunidad y en la Iglesia?
La sensualidad y el placer son temas que tradicionalmente han sido mirados con malos ojos en la Iglesia, y de los que se ha hablado y se habla poco de manera abierta y en sentido positivo. La mujer, particularmente, aparece como fuente de provocación y amenaza para la castidad de los varones, sobre todo de los clérigos. En ese contexto de interpretación, resulta difícil captar el sentido y la relevancia de este relato. Es necesario recuperar el punto de vista genesíaco ("y vio Dios que era bueno") para afrontar la escena en su bondad y en su belleza original, como lo hace Jesús.
Parece peligroso, incluso blasfemo, contemplar a Jesús en relación con el placer
¿Cómo acoge Jesús el gesto? ¿Es consciente de la sensualidad inherente? ¿Nota el placer? ¿Lo acoge?
Parece peligroso, incluso blasfemo, contemplar a Jesús en relación con el placer. Y, sin embargo, el placer es una experiencia antropológica que Jesús, en su humanidad verdadera, también ha vivido. Marcos deja entender que Jesús acoge el placer que esta mujer le regala con su perfume, y que su mirada reconoce en este gesto una obra, no solo “buena” sino también "bella" y digna de ser recordada.
¿Viven los cristianos de hoy más reprimidos de lo que el mensaje de belleza, amor, entrega, afecto, cariño, respeto, sensualidad… nos muestra en esa escena del Evangelio?
Aunque el tema del placer se halla omnipresente en nuestra cultura, no está tan claro que los cristianos lo vivamos conscientemente a partir de las claves de Jesús. Liberar al placer de las etiquetas negativas que se le han ido adhiriendo con el paso de los siglos y redescubrirlo como una dimensión querida por Dios en su plan creador, podría ayudarnos a vivirlo con mayor libertad, profundidad y respeto.
José Lorenzo
Religión Digital