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EL FOTÓGRAFO QUE NOS CONECTA CON LO INVISIBLE EN MEDIO DE LA GUERRA

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Dicen que una mujer se acercó a Jesús cargado con la cruz y movida por la compasión, franqueando las barreras que ponían los violentos que lo victimizaban, secó su rostro sucio de sudor y sangre y que en ese trapo quedó plasmada la imagen de Cristo; fue la primera instantánea de la divinidad. Los creyentes, Moisés y los profetas, siempre habían suplicado poder ver el rostro de Dios y en ese momento, por fin, Dios se mostraba y la sorpresa fue que tenía los rasgos de una víctima, de un condenado a muerte, de uno que sacaban de la ciudad sagrada y llevaban al lugar de los malditos.   Nosotros, los que creemos en Jesús, adoramos a Dios en esa imagen que se reveló en el trapo de Verónica, y después de ella, en las que a lo largo de la historia retratan a los que sufren.

Creo que este es el valor para nosotros, gente de fe, de la obra de Jesús Abad Colorado; en sus muchas fotografías de los que han sufrido la guerra podemos encontrar al Cristo que nos salva, al Dios que se nos revela de modo privilegiado en la humanidad del crucificado Jesús y de todos los crucificados.  Su obra, en sus diversas manifestaciones, en el documental que podemos ver en Netflix, en la exposición que cuelga en el claustro de San Agustín en Bogotá, y ahora en cuatro tomos impresos, se llama El Testigo y este nombre es bien acertado porque todas esas imágenes y las historias que las acompañan nos llevan al misterio de las víctimas que en su dolor están diciendo lo más santo; la obra de Jesús Abad Colorado es un viacrucis y como todo viacrucis lleva a la pascua, a la vida que siempre gana, a la resurrección.

Jesús Abad Colorado dice que “hay que trabajar más desde el sentimiento, hay que ser más amoroso” y que a él, desde chiquito, ya en su casa, “le enseñaron a ver con el corazón”;  y el corazón, ya lo decía Antoine de Saint-Exupery, ve lo esencial, ve la belleza, ve a Dios mismo; bien describe la curadora de la obra María Belén Saéz a nuestro fotógrafo cuando dice que es “un gran periodista con una gran capacidad de conectarnos con algo más que lo físico, algo que tiene que ver con lo inmaterial, con lo invisible”. Creo que Jesús Abad Colorado es el testigo que nos ayuda con sus fotos en blanco y negro a tocar con el alma la humanidad de las víctimas y esa humanidad es oportunidad única para acercarnos al mismo Dios.  La obra de Jesús Abad Colorado es una versión de la buena noticia, en sus retratos tenemos el “Evangelio según los que han sufrido”.

Algo que me conmueve de esas fotografías de Jesús Abad Colorado es que aunque duras y nos arrancan lágrimas y nos indignan, al mismo tiempo nos inundan de belleza, infunden esperanza y nos aseguran que todavía podemos amar, creer y esperar: “La novia de Granada”, la foto de Beatriz, la que se casa con Oscar un día después de que las bombas arrasan a su pueblo dejando muerte y desolación, esa mujer joven, toda linda y vestida con esplendor, nos dice en medio de la destrucción que todavía vale amar y soñar y dar vida, que la última palabra no es la del odio y la muerte; “El Hijo de Colombia”, que retrata a Juan Carlos, un muchachito de apenas diez años que ayuda a limpiar y vestir el cadáver de un hombre asesinado en una de las masacres de San Carlos, nos dice que la cordura inocente nos sigue arropando a pesar de todo; la imagen de un papá, Eugenio, que vuelve a Bojayá después de la matanza de sus seres queridos, y que abraza y estrecha en su pecho a su hijita, Sandra Patricia, de apenas treinta y tres días de nacida, a la que Felipa, la esposa, había dado a luz mientras huían, nos grita que se puede volver al territorio, que hay que resistir a pesar de los pesares, que nadie puede matar el amor y que la vida se abre paso; la foto de Clirio, un joven negro que alza una bandera blanca mientras navega en un bote sobre el río Atrato, acompañando a Aniceto que lleva a enterrar a su esposa asesinada, nos da fe en la resiliencia de  de los inermes y no violentos; la niña de la Comuna Trece de Medellín, Camila, que observa por los agujeros que dejaron las balas de la Operación Orión en la ventana de su casa, nos asegura que esa mirada limpia, sin prejuicios y que no deforma la dignidad de nadie, es la que nos puede salvar de la locura de la violencia; y, por último, una foto emblemática, la del Cristo mutilado de Bojayá, imagen en la que Jesús Abad Colorado, significa, como místico que es, a todas las víctimas de esta guerra, al ver esa imagen tirada en el suelo de la pequeña iglesia bombardeada por los cilindros y en la que  murieron casi un centenar de personas, comprendo que aquí en Colombia no hay forma de adorar a Cristo si no es poniéndonos de rodillas delante de los que han sufrido.

Sí, en la humanidad de todas esas personas retratadas, de las que Jesús Abad Colorado sabe los nombres y las fechas, conoce sus historias y con las que ha establecido compañía y amistad, porque no es un fotógrafo que hace su trabajo y se va y sí alguien que sigue volviendo y que no se queda en las imágenes y se compromete con la gente que aparece en sus obras, en esa humanidad nosotros los creyentes podemos ver el rostro de Dios, el rostro de Cristo;  es por esto por lo que este fotógrafo es un testigo, uno que, como Verónica y todos los que después de ella se han fijado en las víctimas y las rescatan del olvido, nos pone de frente al misterio.

Gracias a El Testigo, a Jesús Abad Colorado, es un poco más fácil mantener la fe aquí en este país.

 

Jairo Alberto Franco Uribe

Religión Digital

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