LAS IGLESIAS VACIADAS O LA IGLESIA VACÍA
Antonio Moreno de la FuenteLa revista Tiempo de Hablar, Tiempo de actuar, de la web MOCEOP, dedica su nº 170 de este año que termina, al fenómeno de las Iglesias españolas vaciadas, sobre todo de jóvenes e incluso de personas menores de cuarenta años, a no ser mujeres. Pero puede afirmarse, que no solo los edificios de las Iglesias se están despoblando, sino que también la misma Iglesia, en sentido propio, se está quedando vacía. Y es que la palabra "Iglesia" causa hoy un rechazo casi visceral, no solo por su antiguo apoyo a la dictadura franquista, sino sobre todo, por su conservadurismo actual, respecto al aborto, al divorcio, la homosexualidad y por su oposición al colectivo LGTBI, respecto al que se mantienen aún terapias de conversión en las diócesis de Alcalá de Henares, Granada y otras, creyendo que con estos cursos terapéuticos pueden cambiar su orientación sexual. A todo lo cual hay que añadir los casos de pederastia, inmatriculaciones, etc.
Es cierto, hoy se percibe a la institución de la Iglesia como una Iglesia de poder, especialmente entre nosotros. Iglesia S.A, como el periodista Angel Munárriz titula su libro: Iglesia S.A: Dinero y poder de la multinacional vaticana en España. Por lo que puede afirmase que hoy, tanto la Iglesia católica, como la evangélica o protestante en España, están sufriendo una crisis tremenda, al estar quedándose vacías por el abandono de sus fieles. Según una reciente encuesta del CIS, ya sólo el 57% de los españoles se declaran católicos, diez puntos menos que cuando, hace apenas un par de décadas, la cifra estaba en torno al 90%. Y en los tres años escasos que ha durado la pandemia, el número de agnósticos y ateos ha crecido en España, del 27,5 % en 2019 al 37,1 % en 2021 (Agencias).
Todo esto es innegable, pero al hablar así, en principio nos estamos refiriendo a la Iglesia como institución eclesiástica, a la Iglesia identificada con la Jerarquía, lo que es legítimo porque, tanto hoy como en siglos anteriores, entendemos que cuando habla o actúa el Papa, la Conferencia Episcopal Española o cualquier obispo, es la Iglesia la que habla o actúa. Pero la Iglesia ¿es solo la jerarquía eclesiástica? Parece una pregunta tonta, porque esto es lo que siempre hemos creído. Pero hoy no es ocioso preguntar ¿La jerarquía es la única Iglesia que existe?
La respuesta que damos hoy es que NO. Que la creencia tradicional de que la Iglesia es la jerarquía, se debía a influencia de los Concilios de Trento y del Vaticano I, pero esto ha cambiado después de la celebración del Concilio Vaticano II. Efectivamente, según la Constitución sobre la Iglesia, la Lumen Gentium (Luz de las gentes o de los pueblos=LG) de este Concilio, la Iglesia, en sentido propio, antes de ser la institución eclesiástica o la jerarquía, es el Pueblo de Dios. Asi se afirma en el cap. 2º, nº 9 de la LG, que dice: "Como al pueblo de Israel... a la congregación formada por Dios de los que creen y ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz, la constituyó en Iglesia, a fin de que fuera sacramento visible de esta unidad salutífera". Y a esta Iglesia nos incorporamos todos por el bautismo: "Los bautizados son consagrados por la regeneración y la unción del E. Santo como casa espiritual y sacerdocio santo" (LG 10). Por el bautismo, pues, todos formamos la Iglesia o Pueblo de Dios, en la que todos somos iguales. Las diferencias vendrán después por los carismas o funciones. Así, el de dirección o gobierno lo ejercerá la Jerarquía (cap.3 de la LG) y a los laicos les corresponderá el carisma de: "ordenar e iluminar las realidades temporales, de tal modo...que se realicen y progresen conforme a Cristo" (c. 4º, nº 31). Por lo que, en primer lugar, siguiendo al Concilio Vaticano II, debemos constatar que todos los bautizados formamos la Iglesia, no solo la jerarquía. Y en segundo lugar, podemos afirmar que existen dos secciones dentro de la propia Iglesia: la Iglesia jerárquica y la Iglesia formada por los fieles. A esta segunda sección de la Iglesia, el obispo emérito Pedro Casaldáliga, la llama Iglesia popular:
"Si decimos 'Iglesia jerárquica', con más razón podemos decir 'Iglesia popular'. Por dos motivos: La Iglesia tiene jerarquía, pero es pueblo de Dios. La jerarquía es minoritaria en la Iglesia, es un servicio a la Iglesia y al mundo. Mientras que el pueblo, ese pueblo de Dios, es la inmensa mayoría.
Por otra parte, hablar de Iglesia popular significa hablar de una 'Iglesia en la base', donde están los pobres, donde se puso Jesús". (Vigil, José Mª. La opción por los pobres. Santander, Sal Terrae, 1991, p. 53)
Por lo que, según Casaldáliga, en un sentido externo o jurídico hay dos Iglesias en la Iglesia, valga la redundancia: la Iglesia jerárquica, que es la jerarquía y la Iglesia popular, que es la inmensa mayoría del pueblo o de los fieles. Ahora bien, en un sentido estricto o teológico, solo existe una Iglesia: la Iglesia popular. Esta Iglesia será toda la Iglesia, tanto la jerárquica como la del pueblo o los fieles, cuando esta Iglesia se sitúe donde están los pobres, los oprimidos o los descartados, como dice el Papa Francisco. Tan erróneo será, por tanto, identificar a la Iglesia con la Iglesia jerárquica, como se suele entender todavía hoy, como identificarla con la gran mayoría del pueblo, distinto de la jerarquía, como lo han hecho algunos movimientos populares (movimientos de pobreza, cátaros) en la Edad Media y recientemente algunas Comunidades Cristianas de Base o Populares.
Esta problemática de la Iglesia jerárquica o Iglesia popular, la tratamos en el libro que hemos escrito mi amigo Manolo y yo y que lleva por título: Otra Iglesia es posible: la Iglesia popular española. En él narramos la vida de diversos movimientos cristianos de toda España y en especial de Andalucía. Movimientos integrados por miembros de la HOAC, JOC, Vanguardia obrera, por curas obreros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas de barrio, de Cristianos por el Socialismo, de Comunidades Cristianas de Base o Populares, los cuales estuvieron al lado del pueblo oprimido y marginado de España, durante la dictadura franquista, la Transición y la restauración democrática, durante los 30 años que van de 1969 a 1999. Aquí la Iglesia popular son todas las personas cristianas, tanto de la jerarquía como del pueblo, que estuvieron cerca y se comprometieron con el pueblo marginado, participando en las organizaciones que ellos crearon para conseguir salir de su marginación y opresión.
En este libro desaparece el fenómeno o problema de las Iglesias vaciadas o de la Iglesia vacía, porque lo que manifiestan los cristianos de estos movimientos, es que el número de cristianos no hay que medirlo por las personas que asisten al culto que se celebra dentro de los edificios de las Iglesias. Ya no es lo más importante la asistencia a Misa, la práctica de los Sacramentos y el resto de los actos de culto o alabanza a Dios que se realizan dentro de las Iglesias. Estos cristianos relativizan estas manifestaciones cultuales, poniendo lo esencial en la experiencia de vivir la fe en pequeños grupos o comunidades, que permitan el trato personal fraternal/sororal y vivir comprometidos por la liberación del pueblo, dentro de las organizaciones que el mismo pueblo haya creado: sindicatos, partidos políticos, asociaciones de vecinos etc.
A esta Iglesia popular, entendida como nos dice el Vaticano II y nos lo explica el obispo Casaldáliga, no le preocupa o interesa tanto el fenómeno actual de las Iglesias vaciadas de fieles. Sí se le preocupa y mucho el problema del abandono o apostasía de las personas que fueron cristianas, porque para ellos, este abandono es un signo o prueba de que los miembros que decimos pertenecer a esa Iglesia popular, tanto si es jerarquía como fieles en general, no somos buena noticia o signo de unidad salvadora, como decía el Vaticano II, para nuestros hermanos de hoy. No estamos cumpliendo totalmente con el propio sentido de ser Iglesia popular, es decir, no estamos suficientemente al lado y en defensa de las personas pobres, marginadas o descartadas (como dice el Papa Francisco), que se hallan en nuestro entorno, en los barrios de nuestras ciudades, en nuestra España. Porque sabemos que el escándalo producido por no practicar lo que decimos creer, es la causa del abandono y apostasía de la fe cristiana de muchas personas.
Antonio Moreno de la Fuente
Sevilla 11 diciembre 2022