JUAN PABLO II SE EQUIVOCÓ EN LA CUESTIÓN DEL SACERDOCIO DE LA MUJER
Julio Guerrero MorenoLas mujeres tienen los mismos derechos que el hombre fuera y dentro de la Iglesia Católica. Esto si no lo es debiera ser un dogma en sí mismo, todo lo que esté en contradicción con ello no está en verdad.
Para sortear esto, la Iglesia Católica habla de diferencias en funciones, no en esencia, pero también esto es incierto, pues salvo las que emanan de la propia naturaleza biológica, que son evidentes, todas las que hagamos a nivel personal o social son “artefactos” inventados, sin base teológica. Veamos:
La mujer y el hombre son dos aspectos, dos realidades, de lo que llamamos ser humano y que, según el texto más antiguo del Génesis, fueron creados simultáneamente. Basarse en el segundo texto, más reciente, en el que la mujer-Eva sale de la costilla del hombre-Adán, para justificar la supremacía del varón es tanto como decir que la mujer tiene distintos roles sociales que los hombres, en la práctica mayores limitaciones que éstos, porque Jesús seleccionó sólo a varones para ser Apóstoles, olvidándonos de pasajes donde se dice claramente que en Cristo no hay diferencia de sexo o que todos somos constituidos sacerdotes por el bautismo.
El anterior párrafo también puede leerse a la inversa.
Además sabemos de la existencia de una mujer que fue elegida-enviada –significado de apóstol- por Cristo Resucitado para informar a los apóstoles y demás discípulos de la maravillosa Buena Nueva que acababa de suceder y a quien el propio Juan Pablo II denomina “Apóstol de Apóstoles”. Entonces, a ver si nos aclaramos, si fue Apóstol-a fue Apóstol-a, por lo que puede realizar esa función, y con ella cualquier mujer que así sea elegida por el Resucitado, igual que cualquier hombre.
Desde luego que podríamos hablar de la cuestión de la “casta sacerdotal” que ha sustituido al servicio presbiteral, y que debería ser revisado, tanto en su función y características como en su propia elección, con unas comunidades cristianas más activas. Pues si todos somos sacerdotes y sacerdotisas, casados o célibes, ¿no debiera ser las comunidades cristianas las que decidieran quiénes y para qué? Seguro que desaparecería el actual problema ficticio de la escasez de curas.
Volviendo al asunto de la elección de hombres exclusivamente para el colegio apostólico, tan sólo decir que en aquella época no hubiera sido aceptable socialmente que las mujeres fueran predicando la Palabra de Dios, y más con la idea inicial de Jesús de convertir a su Buena Nueva al pueblo elegido. Era sencilla, evidente y claramente una elección táctica, funcional, temporal y limitada en el espacio. Prueba de ello, como ya he dicho, es que una vez resucitado elige a una mujer para transmitir la noticia capital de nuestra fe, con ello debiera abrir nuestras mentes y aceptar lo evidente: “En Cristo no hay diferencias entre varón y mujer, como no las hay en razas o características personales”. Si se me permite algo de humor, sería como decir que no puede haber hombres con discapacidad o de otra raza que no fuera la semita para ser obispo ya que ningún apóstol lo era.
Queda claro, o así debiera ser, que Juan Pablo II se equivocó, y que por tanto la Iglesia Católica del futuro (espero y deseo que sea más pronto que tarde) habrá de corregirle, y si él trató de que fuera definitivo, pues reconocérselo en su “mandato” pero no para siempre, pues no lo puede ser.
Finalmente una pequeña digresión, si yo no soy más que el Maestro, y creo en la igualdad entre hombres y mujeres, y si esto es un avance en el conocimiento y aplicación de la Verdad, Jesús, el Cristo, no podía ser machista, no podía no saber esto y por tanto ser menos que yo en valores humanos, de modo que apelar a ésta diferencia machista-patriarcal de nuestro Maestro en su período histórico fijándose en una acción puntual como la elección de varones en el colegio apostólico y cerrando los ojos a otras evidencias, se acerca más a una herejía que a una novedad o certeza.
Julio Guerrero Moreno
Religión Digital