EL CAMBIO VENDRÁ DE LATINOAMÉRICA, PERO ¿QUÉ CAMBIO? (I)
Jesús Lozano PinoNo será la primera vez que escuchamos la idea de que en Latinoamérica[i] se gesta un cambio. Incluso algunos se atreven a anunciar que este cambio ya ha llegado. Y lo hacen en un sentido teológico con el más puro carácter profético, como si de una revelación político–social se tratase. Es cierto que hay quien piensa que América Latina es sólo el fruto, el producto de lo que se permite y se cuece en Norte América, aquella parte del continente que se autoproclama de forma exclusiva «América» y de la que sólo “la otra América” puede recoger sus migajas[ii]. Pero a pesar de colgarle esta condena que podríamos calificar de “histórica”, la de no poder sentirse completamente libre como para poder decidir su propio futuro, no es difícil reconocer que, desde México hasta Argentina y Chile, pasando por el resto de países de Centroamérica y el Caribe, este ancho territorio espiritual —a pesar de su gran diversidad cultural e histórica— posee un motor, una entraña común capaz de dar a luz algo de rango diferente respecto a sus más próximos vecinos del norte.
Latinoamérica no es, pues, exclusivamente la herencia del antiguo imperio español y portugués, ni tampoco sólo el efecto y consecuencia de lo que se produce en las políticas económicas intervencionistas de las superpotencias[iii]. Esto, por supuesto, le influye enormemente pero, sea como sea, América Latina resplandece teológica y políticamente[iv] sobre el resto de continentes, debido en parte a su historia (cocida con sufrimiento y esperanza) y a su gente (llena de pasión, respeto y religiosidad popular)[v] pero, sobre todo, por ser un pueblo que grita justicia, y cuando Abya Yala grita, lo hace unido a todos sus ancestros aborígenes de la época precolombina, pues siguen vivos en la sangre que corre mezclada por las venas de muchos y en la memoria colectiva de sus pueblos, así como en cada uno de los seres vivientes (animales y plantas) que pueblan sus tierras. La espiritualidad es la base del pensamiento y la resistencia indígena contra–imperialista, pues el gran misterio está adentro y afuera de todas las cosas[vi]. Y Como la Palestina en tiempos de Jesús, Latinoamérica es un territorio sagrado en busca de libertad y justicia, una región deseosa de promesas cumplidas. Pero sólo será efectiva si logra incorporar la espiritualidad, conocimientos y pensamientos de los pueblos indígenas en su evolución histórico–cultural. Es por ello que la figura de Jesús de Nazaret cala profundo en este ancho y extenso pueblo, y su mensaje revolucionario comporta unas consecuencias únicas que no se dan en otros espacios físicos y espirituales del planeta. De hecho, si podemos hablar de un nuevo resurgir del cristianismo en el mundo, hay cierto consenso en admitir que este parece venir de esta zona del continente americano[vii].
Sin menoscabo de aceptar abiertamente que muchos lugares, especialmente pobres e ignorantes de Latinoamérica, son caldo de cultivo de peligrosas sectas enmascaradas o incluso, bajo cierto barniz de lo sagrado, una avanzadilla de las irrespetuosas políticas económicas norteamericanas estratégicamente diseñadas[viii], podemos afirmar, sin temor alguno a equivocarnos, que existen actualmente dos líneas cristianas bien definidas y diferenciadas que hoy se disputan fundamentalmente la hegemonía religiosa en esta zona del mundo[ix], y ello aparte de los múltiples fragmentos de creencias que se suman al amplio escaparate religioso centro y sudamericano. No cabe duda que dichas vías merecen examinarse para hacer de ellas una mínima consideración, reflexión y estudio del “mensaje Cristo–latinoamericano”. Bajo mi punto de vista, aquí la cuestión primordial está en analizar cómo siendo Jesús uno, puede ser comprendido por sus seguidores, a veces, de manera tan opuesta y contradictoria, cómo de una misma fuente pueden salir dos aguas con sabores y densidad tan diferentes, y cómo es posible interpretar de un mismo evangelio dos versiones, dos modos de proceder, dos visiones ético–políticas tan alejadas y, en ocasiones, enfrentadas, como para querer enterrar a Abya Yala en nombre de un Dios fuerte o resucitarla a partir de una ecoteología como intenta hacer Francisco, “el Papa verde”[x].
Qué Dios me perdone, pero parece que es así[xi]; aun sintiéndome alentado profundamente por la lucha ecuménica, hay ciertas visiones y actualizaciones del cristianismo que no parecen de recibo como para poder validarse con las palabras y hechos de Jesús de Nazaret, pues son difícilmente canjeables en sus traducciones socio–políticas con la experiencia que tuvieron los discípulos y con la herencia de la tradición cristiana. A la primera de estas traducciones públicas del cristianismo latinoamericano podríamos calificarla de «política teológica» y a la segunda de «teología política». Las dos llevan las mismas raíces en sus palabras, pero una toma como sustantivo y primer objetivo la política religiosa (como una especie de teocentrismo moderno que une poder y fe) y la otra, el cuidado y servicio que puede ofrecer la teología para intentar discernir los signos de los tiempos. Una ofrece la contundencia, la seguridad y fuerza tranquilizadora que un pretendido poder cristiano y bíblico aspira ejercer desde una posición de autoridad sobre el resto de ciudadanos; la otra más bien tiende a una transformación social y política de abajo arriba, desde una religiosidad integral: ecológica, solidaria y débil, promotora de una ciudadanía plural y laica, respetuosa ineludiblemente con la razón y el sentido común y, a la vez, partícipe del mundo espiritual, religioso y místico que abraza nuestro mundo afectivo e intelectual.
Así pues, podemos afirmar que estamos ante dos traducciones, dos hermenéuticas bíblicas que plantean unas éticas cristianas bien diferenciadas y una praxis del evangelio desigual. Una, busca asegurar y garantizar la consecución de sus objetivos a través de fuertes medidas políticas verticales, al modo en el que todo fundamentalismo ejerce su poder político sin restricciones, buscando a toda costa no crear grietas ni rendijas en sus respectivos gobiernos, además de presentar a sus líderes como la voz de Dios en la Tierra, o en una privilegiada zona que pide ampliarse al modo en que las antiguas cruzadas conquistaban territorios y almas. La otra, en cambio, quiere tener una separación entre gobierno y fe, y expresa una visión del mundo mucho más respetuosa y amable, a la vez que esperanzada con el nuevo orden que los seres humanos podemos lograr materializar, si partimos de un diálogo sincero y plural, preocupado por el cuidado incondicional del planeta, y de los hombres y mujeres que lo habitan.
El representante más popular del primer modelo en Latinoamérica, aunque por supuesto no es el único[xii], es Jair Bolsonaro [ex presidente hasta hace poco de Brasil y expulsado del panorama político actual muy a su pesar]. Militar retirado y fuerte político–predicador evangélico, de sesgo fundamentalista que, con Biblia en mano y bajo la bandera de Cristo, ha convertido el gobierno brasileño en su púlpito, en el espacio donde sermonear —bajo mi punto de vista— las más radicales e injustas políticas totalitarias. Estamos ante lo que J. José Tamayo califica de «cristoneofascismo», término creado por la teóloga feminista alemana Dorothee Sölle en 1970 en su libro Más allá de la mera obediencia[xiii].
Curiosamente, el otro modelo, netamente latinoamericano, nos llega desde Roma con aire fresco y renovador: Francisco, el argentino más popular, con el debido permiso de Leonel Messi[xiv]. Jorge María Bergoglio o “el Papa Paco” (como a muchos nos gusta llamarle con el más exquisito respeto) es el personaje público, el líder mundial más respaldado, querido y aceptado del panorama político actual. No podemos olvidar que indudablemente Francisco es el máximo exponente y representante de la Iglesia católica, de esa Iglesia que —no podemos negar— ha cometido serios abusos y sonados escándalos a lo largo de su historia, pero también de esta misma Iglesia que lucha incansablemente por devolverle la dignidad a los pobres y olvidados visibilizando a los alejados (refugiados, pobres, inmigrantes, indígenas…), todos aquellos que siempre andan al margen de los mercados y los intereses del sistema. Pero las enseñanzas y gestos de Francisco superan los márgenes y límites del propio catolicismo abriendo un nuevo tiempo en el panorama interreligioso y político mundial, situando la palabra «religión» dentro del ámbito del sacrificio personal de generosidad que hay en toda vocación de servicio, y haciendo un giño a la Iglesia que emergía en el Concilio Vaticano II.
Tanto Bolsonaro como Francisco traspasan sus propios círculos de influencia y están claramente incidiendo no sólo a nivel religioso sino también ecológico, económico y político–social en el resto del mundo (no sólo latinoamericano). Si bien es mucha mayor la repercusión generada por Francisco, Jair Bolsonaro se suma a esos otros líderes[xv] que, paradójicamente, hacen del discurso local antielitista su carta de presentación mundial, en muchas ocasiones bajo sentimientos irracionales y basados en la dicotomía pueblo/no pueblo. Se trata de una muestra más de que el fascismo está de moda. Este, para subsistir, no duda en cambiar de fisonomía frente a los embates de la democracia, la misma que cuando no funciona bien la suele resucitar y reavivar.
Pero la pregunta clave es esta: ¿cuál de estas dos líneas cristianas puede dar una respuesta coherente a las necesidades de hoy y ofrece mayores garantías de apoyarse ética y teológicamente en las palabras y hechos de Jesús de Nazaret? Porque si hablamos de ser cristianos, lo primero que hemos de hacer es mirar a Cristo. Para acercarnos a estas cuestiones pondré en análisis ambas líneas de fundamentación atendiendo a las diferentes proyecciones teológicas y políticas del evangelismo extremista de Bolsonaro y del catolicismo amable y ecológico de Francisco. Por último, me gustaría evidenciar cómo uno de los filósofos vivos de mayor peso en la actualidad, el cato–comunista italiano Gianni Vattimo, posee una gran afinidad de análisis con la visión del mundo que propone el nuevo Papa argentino, en especial con su crítica al capitalismo y las propuestas medioambientales y teológico–políticas que este expone para debilitar toda posible estructura de injusticia, desigualdad y fanatismo.
Para analizar todo esto que anuncio debemos esperar un poquito a mis próximas publicaciones en “Hacer realidad lo posible”. Será muy pronto. Mientras tanto, sigamos masticando este artículo y el espíritu de sus palabras…
Jesús Lozano Pino
Cristo–Latinoamérica[xvi] y el resurgir de Abya Yala[xvii]
Nota:
Este artículo pertenece al capítulo “El cambio vendrá de Latinoamérica, pero ¿qué cambio?”, que se publicó en 2021 en el libro colectivo de la Cátedra Internacional de Hermenéutica Crítica (HERCRITIA) y que lleva como título El retorno de lo sagrado (publicado en la Editorial Dykinson). Véase también Pandemia Globalización Ecología, de la Edit. UNED.
[i] No podemos obviar que Latinoamérica y América Latina son términos controvertidos que no sólo señalan aspectos geográficos (el territorio que abarca desde México hasta Chile-Argentina), sino también culturales, lingüísticos y étnicos. No es nuestro propósito escudriñar en este capítulo este asunto, pero puede ser interesante atender en otra ocasión a esta cuestión. Para introducirnos en este tema podemos visitar https://es.wikipedia.org/wiki/Am%C3%A9rica_Latina
[ii] En alusión al pasaje del pobre Lázaro y el rico epulón (Lc 16, 19-31).
[iii] En este caso, especialmente, la estadounidense, aunque también podríamos ver influencias europeas: rusa, francesa y alemana, incluso últimamente china.
[iv] En los años 80 la teología universal empieza a respirar de forma diferente la fe, especialmente a raíz de la teología latinoamericana de la liberación, cuyo pensamiento comienza a difundirse por el resto de continentes pobres.
[v] Al respecto, es curioso cómo Latinoamérica se postula como la única gran zona del planeta donde el Islam no tendrá un crecimiento tan vertiginoso en los próximos treinta años. Interesante leer el siguiente artículo: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-39439257
[vi] Véase Espiritualidad, conocimientos e historia de los pueblos indígenas de Abya Yala. Fondo Indígena, Bolivia, 2008. p. 8,16.
[vii] No podemos olvidar también la fuerza con la que el cristianismo está últimamente surgiendo en Asia y en África.
[viii] Como ocurrió ya hace años con el caso de Nuevas Tribus en Venezuela, un claro ejemplo de algunas de estas medidas planificadas por EEUU para lograr explotar de forma ilegal los recursos geológicos (oro, diamante y material estratégico) de los territorios eminentemente indigenistas de la zona venezolana y de la frontera con Colombia y Brasil, después de convertir a los indígenas a su religión y eliminar de forma desalmada su cultura. Otro interés muy potente en la zona amazónica es lo que se conoce como “el oro verde”, los extractos de plantas medicinales que servirían para potenciar, aún más a las multinacionales farmacéuticas.
[ix] Pese a que en Latinoamérica se confiesan católicos unos cuatrocientos veinticinco millones de personas y estos representan casi el 40% de los católicos del mundo, en los últimos años esta fe pierde seguidores en favor del cristianismo protestante. El catolicismo ha pasado del 90% en la mayor parte del siglo XX al 69% de los habitantes en la actualidad, la mayoría de estos números desplazándose, como decimos, a diferentes ramas del protestantismo. Véase al respecto: https://www.elcomercio.com/actualidad/catolicismo-cae-latinoamerica-protestantismo-gana.html
[x] De vital importancia es aproximarse al teólogo que mejor ha sabido encontrar la relación entre ecología y teología, que no es otro que Leonardo Boff. Podemos seguir sus escritos leyendo sus a través de sus innumerables libros o a través de su pág. web: https://leonardoboff.org/. Precisamente Boff, que fue sancionado por Juan Pablo II en 1985, está apostando decididamente por la teología medioambiental de Francisco.
[xi] Dejo a un lado de esta polémica a muchísimos cristianos evangélicos que con sumo respeto se esfuerzan, desde sus trabajos e iglesias, por construir un mundo mejor, no sembrando radicales políticas proselitistas y uniéndose al resto de creyentes (o no creyentes) que pretenden servir al pueblo lo que mejor que pueden. Pero bajo el nombre de «evangélicos» se escudan también en Latinoamérica muchas sectas. Decir «evangélico» o «evangelista» viene a significar en muchas ocasiones únicamente ser cristiano no católico, y ello a veces envuelve a comunidades y pastores dignos de respeto y admiración que se pueden con–fundir, mezclar, con otros que más bien aprovechan su posición para enriquecerse. Se puede o no estar de acuerdo con los católicos y el catolicismo y mostrar sus errores o contradicciones históricas, pero todo lo que se hace o se pronuncia contra el catolicismo no debe aceptarse con la seriedad y el reconocimiento que merece cualquier rama del protestantismo, ya que dentro de este amplio saco caben numerosas y peligrosas sectas, especialmente en zonas deprimidas de Latinoamérica.
[xii] Aunque es donde se da con más fuerza, no podemos adscribir únicamente este modelo al evangelismo latinoamericano. Es curioso cómo los extremos se tocan. Podemos ver, así, muchos católicos resistentes y reaccionarios al Papa Francisco (entre los más recalcitrantes, algunos obispos y cardenales ultraconservadores) que mantienen esta misma línea de acción del evangelismo pero procurando hacerlo de forma un tanto más secreta (conspiratoria), públicamente llamando menos la atención con discursos como los que el protestantismo extremista suele utilizar abiertamente aunque igualmente eficaz. El caso es que ambos tienen un enemigo común: una religión débil que sirve al pueblo y no se sirve del pueblo.
[xiii] Véase Sölle, Dorothee. Beyond Mere Obedience: Reflections on a Christian Ethic for the Future. Edit. Augsburg Publishing House, 1970.
Véase también, Tamayo, Juan José (2019) “Bolsonaro, teólogo y predicador del cristoneofascismo”. Agencia Ecuménica de Comunicación (22/11/19) [Disponible en: http://alcnoticias.net/es/2019/11/22/bolsonaro-teologo-y-predicador-del-cristoneofascismo/] Consultado Mayo 2020.
[xiv] Lozano Pino, Jesús. “El nuevo Papa Francisco: la teología de lo cotidiano y el miedo al cambio”, El amor es el límite. Dykinson, Madrid, 2015, p. 345.
[xv] Como Donald Trump o Víktor Orbán, que intentan dirigir con autoritarismo y brazo fuerte a sus países y que, como el primero, busca orquestar la política mundial. Otros, como Le Pen o Abascal no gobiernan pero influyen suficientemente en sus respectivos países como para no pasar desapercibidos ni ser tomados como simple anécdota.
[xvi] Acuño esta palabra con la única intención de resaltar que Latinoamérica es un territorio espiritual muy amplio pero de enorme calado cristiano. La regeneración cristiana y la nueva evangelización viene de Latinoamérica, pero lo hace incorporando su propia historia e idiosincrasia; una extensa región multicultural y multiétnica, familiarizada con el sufrimiento, que adopta la buena noticia liberadora de Jesús con necesaria determinación y fe. No es casualidad que el nuevo Papa argentino esté imprimiendo una nueva impronta teológica, política y ecológica al mundo creyente del s. XXI pero, como observaremos un poco más adelante en el texto, existe otro modelo de cristianismo que también está últimamente pisando fuerte en Latinoamérica y que se sitúa, desde un ángulo teórico-práctico, en las antípodas del “cristianismo débil” de Francisco. Ambos conviven en la misma región, a la que podríamos llamar sin ningún afán colonialista “Cristo-latinoamérica”.
[xvii] Abya Yala es el nombre con que se conoce al continente que hoy nombramos como América, que literalmente significaría «tierra en plena madurez» o «tierra de sangre vital». Dicho nombre le fue dado por el pueblo guna en Panamá y en Colombia (la nación Guna Yala del actual Panamá) antes del descubrimiento y arribo de Cristóbal Colón y los europeos. Actualmente, en diferentes organizaciones, comunidades e instituciones indígenas y representantes de ellas de todo el continente prefieren su uso para referirse al territorio continental, en vez del término «América». El uso de este nombre es asumido como una posición ideológica por quienes lo usan, argumentando que el nombre «América» o la expresión «Nuevo Mundo» serían propias de los colonizadores europeos y no de los pueblos originarios del continente.