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NADIA COPPA: “TENEMOS QUE REFUNDAR LA VIDA CONSAGRADA, CON VALENTÍA Y CREATIVIDAD”

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"La vida consagrada no puede renunciar a soñar y a invertir sus energías en el testimonio y en el compromiso de 'despertar al mundo', como ha indicado el papa Francisco a todos los consagrados y consagradas". Con esta premisa ha comenzado su ponencia Nadia Coppa, la presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), en la jornada de clausura de la 52ª Semana Nacional de Vida Consagrada, que, organizada por el ITVR, ha congregado, desde Madrid, a 600 representantes de la Vida Religiosa, en modo presencial y online bajo el lema ‘Entretejer itinerarios de Esperanza”.

“Deseamos una vida religiosa generadora, capaz de dinamismo, de transformación, dispuesta a generar un cambio real en sí misma y en la Iglesia, pero para ello es necesario partir de regenerarnos nosotros mismos, como personas y como comunidad, abiertos al Espíritu Santo que es fuente de vida nueva y de auténtica transformación”, señaló la religiosa en su ponencia, titulada “Ser vientre generador. Para una Vida Consagrada profética”.

“Todos nosotros, personas consagradas, sentimos la necesidad de una renovación profunda que devuelva autenticidad a nuestras vidas, vitalidad a nuestras fraternidades/sororidades y fecundidad a nuestra misión. Somos conscientes de que las estrategias, los programas y los proyectos son importantes, pero parece que se nos pide algo más. Se requiere una escucha más dócil del Espíritu de Dios para estar disponibles y abiertos a su acción transformadora en nuestras vidas, en la Iglesia y en el mundo”.

Reavivar la frescura

En este sentido, la superiora se preguntó -y preguntó al auditorio”- cómo reavivar “en las comunidades la frescura de la fecundidad vocacional, la alegría y la apertura misionera de los orígenes”, subrayando que, para ello, “el carácter profético de la vida consagrada sigue siendo el elemento esencial" frente a ese “gris pragmatismo en la vida cotidiana de la Iglesia, en la que aparentemente todo procede con normalidad, mientras que en realidad la fe se desgasta y degenera en mezquindad. Se está desarrollando la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo” señaló citando al papa Francisco.

Por ello, y en medio de “tiempos difíciles”, porque “parece que vivimos una crisis tras otra”, Nadia Coppa invitó “transformar la vulnerabilidad en un recurso, reconociendo humildemente que la limitación y la debilidad pueden ser posibilidades y potencialidades para una nueva síntesis personal y comunitaria y para proyectos de humanización del mundo”.

“La persona consagrada es un signo que suscita interrogantes en la vida de los demás. Él, con su vida, propone un estilo de discernimiento y de esperanza que cuestiona y, sobre todo, favorece nuevas y significativas relaciones a nivel humano y un auténtico encuentro con los pobres”, señaló Coppa.

Un viaje hacia los fundamentos

Por ello, mostró la necesidad de un "viaje en profundidad, hacia los fundamentos”, porque “volver a lo esencial de la experiencia de fe significa, en cierto modo, refundar la vida consagrada, con valentía y creatividad”.

“La fidelidad al carisma debe mirar al pasado, pero también debe tener en cuenta el presente y anticipar el futuro, con una reinterpretación del propio carisma que sepa reencarnarse en la realidad presente, en la dimensión espiritual y misionera”, incidió la religiosa.

Consiciente de la necesiadad de una “generatividad” para, en línea con el lema de la Semana, entretejer esperanza, lo que “supone un conflicto entre lo viejo que se resiste y lo nuevo que se impone con su fuerza de cambio”, Coppa pidió “a quienes se enfrentan a esta dinámica que habiten una sana tensión entre el miedo a perder lo que se era, o se tenía como certeza, y un renovado compromiso con nuevos estilos de vida, más humanos y, por tanto, proféticos”.

“Llegar a ser generativos desplaza la atención del hacer al ser y requiere un corazón enamorado, apasionado, lleno de deseo, dispuesto a jugarse y a entregarse. La vida consagrada debe aprender cada vez más el lenguaje de la comunión”, indicó.

De la comunidad de vida a la comunión de vida

Desde aquí, la presidenta de la UISG desgranó una serie de desafíos que debe afrontar la Vida Consagrada, señalando que sus miembros “deben participar del modus vivendi et essendi de Cristo; deben devolver la primacía a la Palabra; hacer sitio cada día a la Palabra de Dios y hacer nacer la Palabra de Dios en el corazón de las personas; abrir la mente para expresar atención y para entrar en relación con un Otro que nos habla”.

Igualmente, añadió Coppa, las comunidades de Vida Consagrada “deben convertirse en lugares donde se genera vida: comunidades o, mejor dicho, koinonías, lugares donde a través del compromiso cotidiano se llega a ser artífice de comunión y se pasa de la comunidad de vida a la comunión de vida”.

Junto a ello, la religiosa propuso “recuperar la dimensión mística de la vida religiosa,  volver a la pequeñez y minoridad de los orígenes, hacerse hospitalaria, vivir en la gratitud” y practicar “el arte del cuidado”, “la custodia y la autencidad”.

Madurar un estilo sinodal

Igualmente, instó a “madurar y mejorar un estilo sinodal”, que “es el camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio", perspectiva en la que “también la vida religiosa debe entrar”, lo que “implica que dejemos atrás privilegios y aristocracias económicas, culturales y espirituales, para pasar a formar parte del pueblo santo de Dios que ha recibido el Espíritu. No se trata de renunciar a nuestra identidad carismática, sino de compartirla con los demás, sin sectarismos, sin elitismos”.

"Del altar a la calle"

En este misma línea, totalmente imbuida del magisterio del papa Francisco, Coppa invitó a la Vida Consagrada a ir también “del altar a la calle: una Iglesia en salida, abierta al compromiso caritativo y misionero”, subrayando, además, que “en un contexto cultural que pisotea el valor de la solidaridad y del compartir hacia todo ser humano, nuestras comunidades no pueden ser indiferentes y deben actuar para apoyar verdaderos itinerarios educativos”.

Desde aquí, afirmó que “la atención al mundo y a los demás no es un imperativo moral, en la perspectiva de la misericordia, sino la consecuencia de una solicitud, un afecto, un deseo, un tener en el corazón: es un ‘enamorarse del mundo’”.

 

José Lorenzo

15.04.2023 Religión Digital

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