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FRANCISCO CARGA CONTRA LA POLARIZACIÓN EN LA IGLESIA: "NOS DIVIDIMOS Y, EN VEZ DE JUGAR EN EQUIPO, JUGAMOS AL JUEGO DEL ENEMIGO"

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"Esta es la Iglesia que debemos soñar, capaz de escucha recíproca, de diálogo, de atención a los más débiles; acogedora para con todos y valiente para llevar a cada uno la profecía del Evangelio". La concatedral de San Esteban de Budapest acogió el segundo acto público del Papa Francisco en una Hungría que le ha recibido con grandes multitudes y aplausos en la calle.

Un encuentro con obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, consagradas, seminaristas y agentes pastorales de un país que, en palabras de Francisco, sufre, como en otros lugares, por la polarización política, económica y, también religiosa. "Nos polarizamos en temas que afectan a la vida de la Iglesia, pero también en aspectos políticos y sociales, atrincherándonos en posiciones ideológicas", recalcó Bergoglio.

"Si estamos distanciados o divididos, si nos volvemos rígidos en nuestras posiciones y en los grupos, no damos fruto", advirtió el Papa, quien lamentó contemplar "obispos desconectados entre sí, sacerdotes en tensión con el obispo, sacerdotes mayores en conflicto con los más jóvenes, diocesanos con religiosos, presbíteros con laicos, latinos con griegos", apuntó el Papa. "El diablo es el que divide, es el que disfruta. Por favor, no dejen entrar las ideologías".

Interpretar los cambios

Tras escuchar, como viene siendo habitual, los testimonios de representantes de la vida religiosa, y el saludo de monseñor Veres, presidente del episcopado, Francisco subrayó una de las exigencias de todo cristiano: "interpretar los cambios y las transformaciones de nuestro tiempo, tratando de afrontar los desafíos pastorales de la mejor manera posible". 

Siempre mirando a Cristo, para así "mirar las tormentas que a veces azotan nuestro mundo, los cambios rápidos y continuos de la sociedad y la misma crisis de fe en Occidente  con una mirada que no cede a la resignación y que no pierde de vista la centralidad de la Pascua: Cristo resucitado, centro de la historia, es el futuro".

"Si olvidamos esto, también nosotros, pastores y laicos, buscaremos medios e instrumentos humanos para defendernos del mundo, encerrándonos en nuestros  confortables y tranquilos oasis religiosos; o, por el contrario, nos adaptaremos a los vientos cambiantes de la mundanidad y, entonces, nuestro cristianismo perderá vigor y dejaremos de ser sal  de la tierra", advirtió, reclamando a los consagrados "cuidarnos como Iglesia" de dos "tentaciones".

Dos tentaciones: la lectura catastrofista o ingenua de la historia

En primer lugar, "una lectura catastrofista de la historia presente, que se  alimenta del derrotismo de quienes repiten que todo está perdido, que ya no existen los valores del  pasado, que no sabemos dónde iremos a parar". En segundo término, "la lectura ingenua de la propia época, que en cambio se basa en la comodidad del conformismo y nos hace creer que al fin de cuentas todo está bien, que el mundo ha cambiado y debemos adaptarnos".

"Contra el derrotismo catastrofista y el conformismo mundano, el Evangelio nos da ojos nuevos, nos da la gracia  del discernimiento para entrar en nuestro tiempo con actitud de acogida, pero también con espíritu  profético. Por tanto, con acogida profética" pidió el Papa, recordando que "no hay que absolutizar nada en esta tierra, porque todo es precario".

"Estamos llamados a acoger como una planta fecunda el tiempo  en que vivimos, con sus cambios y sus desafíos, porque a través de todo esto —dice el Evangelio— el Señor se acerca. Y mientras tanto, estamos llamados a cultivar la época que nos ha tocado, a leerla,  a sembrar el Evangelio, a podar las ramas secas del mal, a dar fruto. estamos llamados a una acogida profética", insistió.

Pero, ¿qué es la acogida profética? Para el Papa, "supone aprender a reconocer los signos de la presencia de Dios en la realidad" y, al tiempo, "interpretarlo todo a la luz del Evangelio, sin mundanizarse, sino como anunciadores y testigos de la  profecía cristiana". Todo esto dicho "en este país, donde la tradición de fe permanece firmemente  arraigada, presenciamos la difusión del secularismo y de cuanto lo acompaña, que a menudo amenaza  la integridad y la belleza de la familia, expone a los jóvenes a modelos de vida marcados por el  materialismo y el hedonismo, y polariza el debate sobre las nuevas cuestiones y los nuevos desafíos".  

Un "paganismo soft"

"Y entonces la tentación puede ser la de volverse rígidos, encerrarse y adoptar una actitud de 'combatientes'", advirtió Bergoglio, quien animó a "entrar en diálogo con el Evangelio, a buscar nuevos caminos, instrumentos y  lenguajes". Un "paganismo soft", como destacó, ya sin papeles.

Por ello, es imprescindible que "la Comunidad  cristiana esté presente y dé testimonio, que sea capaz de escuchar las preguntas y los retos sin miedo ni rigidez" lo que, admitió, "no es fácil en la situación actual, porque tampoco faltan las dificultades internas".

Cansancio y crisis de vocaciones

Entre ellas, destacó "la sobrecarga de trabajo de los sacerdotes", en un momento en que las exigencias crecen pero "las vocaciones disminuyen  y los sacerdotes son pocos, a menudo de edad avanzada y presenta algunos signos de cansancio".

"Se  trata de una condición común a muchas realidades europeas, respecto a la cual es importante que  todos —pastores y laicos— se sientan corresponsables; ante todo en la oración, porque las respuestas  vienen del Señor y no del mundo; del Sagrario y no del ordenador. Y luego, en la pasión por la pastoral  vocacional", apuntó.

Recordando las palabras de la hermana Krisztina, quien gustaba de 'discutir con Jesús', Francisco animó a todos a hacerlo. "¡Se necesita quien escuche y ayude a discutir bien con el  Señor!". Más aún, concretó, "es necesario comenzar una reflexión eclesial —sinodal, que debemos hacer  todos juntos— para actualizar la vida pastoral, sin conformarse con repetir el pasado y sin tener miedo  a reconfigurar la parroquia en el territorio, sino haciendo de la evangelización una prioridad e iniciando una colaboración activa entre sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral y profesores".

Unidad y carismas diversos

"Ya  están en este camino; no se detengan. Busquen las formas posibles para colaborar con alegría en la  causa del Evangelio y lleven adelante juntos, cada uno con su propio carisma", proclamó el Papa, citando a Dorina, otra agente de pastoral, y agradeciendo a diáconos y catequistas su "papel decisivo en la transmisión de la fe a las  jóvenes generaciones, y a todos aquellos, profesores y formadores, que están comprometidos  generosamente en el campo de la educación".

La clave, con todo, está en la unidad. "Si estamos distanciados o divididos, si nos volvemos rígidos en nuestras posiciones y en los grupos, no damos fruto", advirtió. "Causa tristeza cuando nos dividimos porque, en vez de jugar en equipo, jugamos al juego del enemigo: obispos desconectados entre sí, sacerdotes en tensión con el obispo, sacerdotes mayores en conflicto con los más jóvenes, diocesanos con religiosos, presbíteros con laicos, latinos con griegos; nos polarizamos en temas que afectan a la vida de la Iglesia, pero también en aspectos políticos y sociales, atrincherándonos en posiciones ideológicas".

"Superemos las  divisiones humanas para trabajar juntos en la viña del Señor", clamó el Papa, centrándose especialmente en los sacerdotes: "Tratemos de no ser rígidos, sino de tener miradas y enfoques misericordiosos y compasivos", incidió tras escuchar a Jòzsef, quien evocó la entrega de su hermano, el beato János Brenner, bárbaramente asesinado con tan sólo 26 años. "¡Cuántos testigos y confesores de la fe tuvo este pueblo  durante los totalitarismos del siglo pasado!".

"El beato János experimentó en su propia piel muchos  sufrimientos; habría sido fácil para él guardar rencor, encerrarse en sí mismo, volverse rígido. En  cambio, fue un buen pastor. Esto se nos pide a todos, especialmente a los sacerdotes, una mirada misericordiosa, un corazón compasivo, que perdona siempre, siempre, que ayuda a recomenzar, que  acoge y no juzga, anima y no critica, sirve y no murmura", insistió.

Misericordia y cercanía

Frente a esta tentación, la "acogida profética", el "consuelo" frente a "las situaciones de dolor y pobreza del mundo, acompañando a los cristianos perseguidos, a los migrantes que buscan hospitalidad, a las personas de otras etnias, a cualquiera que lo necesite".

"Misericordia y cercanía", como san Martín, quien compartió su capa con el pobre, "imagen de la Iglesia hacia la que hay que tender, es lo que  la Iglesia de Hungría puede llevar como profecía al corazón de Europa". Y como San Esteban, "cuya reliquia está aquí junto a mí. Él, que fue el primero en  confiar la nación a la Madre de Dios, que fue un intrépido evangelizador y fundador de monasterios y abadías, sabía también escuchar y dialogar con todos y ocuparse de los pobres; por ellos bajó los  impuestos e iba a dar limosna disfrazado para no ser reconocido".

El Papa concluyó su intervención con un recuerdo a muchos "obispos, sacerdotes,  religiosos y religiosas martirizados durante la persecución atea; ellos testimonian la fe granítica de  los húngaros". Y con un llamado final: "Sean acogedores, sean testigos de la profecía del Evangelio, pero sobre todo sean mujeres y hombres de oración, porque la historia y el futuro dependen de ello".

 

Jesús Bastante

Religión Digital

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