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LA COMPAÑÍA ES MI FAMILIA, DONDE ESTÁ EL BAÚL DE MIS MEJORES RECUERDOS

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A sus 88 años, Luis López-Yarto, madrileño de nacimiento, no para. Traduce y corrige artículos, colabora en la Revista Manresa, en el Centro de Espiritualidad San Ignacio o en la Parroquia del Milagro de Salamanca, donde vive actualmente después de haber pasado años trabajando en la Curia de Roma y antes como profesor de Psicología en la Universidad Pontificia Comillas. Hombre de gran cultura y abundante conversación, es especialista en dinámicas de grupo.

Especialista en dinámica de grupos, ¿los jesuitas son un “buen grupo” o más bien un grupo necesitado de una buena terapia? 

Son un buen grupo, con sus objetivos claros y con un horizonte capaz de ilusionar, la gente tiene abundante relación entre sí, hay una estructura funcional, un sistema de autoridad eficaz, cada uno sabe bastante bien qué se espera de él, se puede bajar a niveles decentemente profundos de comunicación y cuajan amistades para toda la vida. En casi todos estos ítems los jesuitas puntuarían de notable para arriba. Ser un grupo bueno no es fácil en este mundo. Y nosotros, en algunos de estos apartados, no todos, andamos incluso sobrados. ¿Que si necesitamos terapia? La que necesita todo el mundo, la terapia de estar siempre en contacto con la realidad.

En el espacio de un tuit, ¿cómo se definiría? 

Como alguien que se ha ido definiendo con los años. ¿Cuántos caminos ha de recorrer el hombre hasta poder llamarse hombre?, cantaba Bob Dylan. Un chaval que se tomó en serio la relación con Dios, al que la renuncia personal para que otros caminen con más garbo por la vida llevó a un compromiso definitivo. Que luego fue aprendiendo a hacerlo todo con compañeros y a vivir como propios los logros de otros.

Que descubrió el gusto por sentirse pieza de un cuerpo mucho más grande que él. Y que ahora intenta desentrañar cada día qué es eso de llegar al fin y toparse con el Misterio, cuando los recuerdos intentan llamar la atención haciendo creer que con ellos basta.

¿Quién es Jesucristo para Luis López-Yarto? 

Es Alguien siempre por descubrir, a veces difícil de comprender, extraordinariamente respetuoso con las nimiedades que le presentamos como problemas, y al fin el que me dice, calma, no tengas prisa, ya llego.

Su fe cristiana, ¿qué sentido le da? 

Le da ser una barca que no va a la deriva, aunque eso no suprima la inseguridad, el miedo, ni la sensación de que las olas amenazan. Mi fe reviste casi todas mis actitudes y opiniones de ese sano humor trascendental del que sabe el verdadero, hondo y relativo valor de lo que pasa. Sé que el mundo está en buenas manos.

Los desafíos del mundo actual: pobreza, injusticia, ecología, abusos. ¿Cómo influyen en su vida? 

Intentan hacerme sentir impotente y a merced de decisiones lejanas que se toman en unos Silicon Valley y unos despachos fuera de mi alcance. Pero yo puedo –a mi edad– sonreír pensando que Dios sabrá lo que hace y los hombres también, y que ya veremos el resultado. Entre tanto para mí pasaron los días de la militancia beligerante, de la búsqueda de una ideología eficaz, y pido a Dios que ilumine a quien deba dar los pasos que conviene dar para que todo vaya mejor.

¿Qué es la Compañía de Jesús para Luis López Yarto? 

Es mi gente, el grupo que ayudo a formar y a funcionar con mi propia vida. En el que deposité mi confianza a ciegas hace mucho tiempo y no me ha defraudado. Es mi familia, donde está el baúl de mis mejores recuerdos, donde se custodia lo que para mí es simbólico y significativo. Son modos de hacer, de sentir y de pensar que he hecho míos y con los que me siento muy a gusto. Una madre acogedora y con sus achaques, de la que guardo también secretos, buenos y malos, que no pienso compartir.

¿Cómo ora? 

He vuelto una y otra vez a la Biblia. Ayudado de voces que me ayudan a desentrañar y a hacer más sencillas y hondas sus palabras (gracias mil veces al P. Silvano Fausti y a sus cinco tomos de comentarios al Nuevo Testamento). Viviendo el silencio con gusto, ya sin urgencias de tiempo. Y procurando hablar, como dice Ignacio, como un amigo habla a su amigo.

 

Luis López-Yarto sj

Religión Digital

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