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DESCUBRIRÁS QUIÉN ES JESÚS SOLO SI VIVES LO QUE HAY DE DIVINO EN TI

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DOMINGO 21 (A)

Mt 16,13-20

Dos temas nos proponen hoy las lecturas: Quién es Jesús y el poder de las llaves. Lo primero que hay que tener en cuenta es que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto reflejan, no lo que entendieron mientras vivieron con él sino lo que las primeras comunidades pensaban de él. También es lógico que se preocuparan por la estructura de la nueva comunidad: El texto expresa vivencias pascuales de la primera comunidad. Esto no le quita importancia, sino que se la da.

Se quiere diferenciar la opinión de la gente de la de los discípulos para poder manifestar una fórmula de la fe primitiva. Mejor sería decir que la diferencia estaría entre lo que la gente y los discípulos pensaron de Jesús mientras vivía y lo que pensaron de él después de la experiencia pascual. Mientras vivieron con él le mostraron una gran admiración y estima, pero no se dieron cuenta de toda la novedad que aportaba. A los discípulos les costó Dios y ayuda dar el paso de una interpretación nacionalista del Mesías, al mesianismo de Jesús. Solo después de la experiencia pascual consiguieron dar ese paso.

De Jesús, como ser humano concreto, sí podemos hablar adecuadamente, porque cae dentro de las posibilidades de nuestros conceptos. De lo divino que hay en Jesús, nada podemos decir con propiedad, porque escapa a nuestra capacidad intelectual. Pero lo divino se manifestó en su humanidad y aunque no podemos definirlo, podemos intuirlo. Si nos empeñamos en pensar lo divino y lo humano como diferentes, imposibilitamos una respuesta coherente. Si Jesús fue Dios es porque es hombre, y si es hombre cabal es porque es divino. No hay incompatibilidad entre ambas realidades. Todo lo contrario, Dios está en lo humano y el hombre solo puede llegar a su plenitud en lo divino, que ya es.

La respuesta que pone Mt en boca de Pedro parece certera, aunque no supone ninguna novedad, porque todos los evangelistas lo dan por supuesto desde las primeras líneas de los evangelios. Está claro que el objetivo del relato es afianzar una profesión de fe pascual. Si Pedro hubiera pronunciado esa frase antes de la experiencia pascual, lo hubiera hecho pensando en un “hijo de Dios” en el sentido en que lo entendían los judíos; como persona muy cercana a Dios o que tiene un encargo especial de Él.

No podemos definir con dogmas a Jesús, pero tampoco podemos dejar de hacernos la pregunta. Lo que es Jesús, nunca lo descubriremos del todo. ¿Quién es este hombre? Todo intento de responder con fórmulas racionales no solucionará el problema. La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida es la que tiene que decir quién es Jesús para mí. Del esfuerzo de los primeros siglos por comprender a Jesús, debemos hacer nuestras, no las respuestas que dieron sino las preguntas que se hicieron.

Dar por completas y definitivas las respuestas de los primeros concilios nos ha llevado a la ruina. Lo que nos debe importar es descubrir la calidad humana de Jesús en la que queda reflejada su divinidad. Nuestra tarea será descubrir la manera de llegar nosotros a esa misma plenitud. Se trata de responder con la propia vida a la pregunta ¿quién es Jesús? Y tú, ¿quién dices que soy yo? Si creemos que lo importante es la respuesta teórica racional, como ya está dada, todos quedaremos en paz. Eso es lo que nos tiene bloqueados e impide que de verdad resolvamos el problema de lo que Jesús es.

Desde el punto de vista doctrinal, la historia se encarga de demostrarnos que nunca nos aclararemos del todo. O exageramos su divinidad convirtiéndole en un extraterrestre o limitamos su humanidad y entonces se nos hace muy difícil aceptar que sea plenamente hombre y a la vez divino. Una vez más tenemos que decir que la solución nunca la encontraremos a nivel teórico. Solo desde la vivencia interior podremos descubrir lo que significa Jesús como manifestación de Dios. Solo si nos identificamos con Jesús, haciendo nuestra su vivencia de Dios comprenderemos lo que fue Jesús.

El conocimiento racional de Jesús no me va a servir para conocer lo que de verdad importa. Lo que es Jesús no se puede apreciar por los sentidos ni será consecuencia de ningún razonamiento discursivo. Lo que es Jesús ni se puede pensar ni se puede expresar con palabras porque es lo que hay de Dios en él y a Dios no se le puede pensar ni decir. Todo lo que podemos decir de lo trascendente será siempre símbolo y metáfora. Al conocimiento de Jesús solo se puede llegar descubriendo lo que hay de Dios en mí. Aquí está el motivo por el que fracasamos a la hora de hablar de Jesús.

Respecto a la segunda cuestión, tenemos que aclarar algunos puntos. En primer lugar, los textos paralelos de Mc y de Lc no dicen nada de la promesa de Jesús a Pedro. Es éste un dato muy interesante, que tiene que hacernos pensar. Marcos es anterior a Mateo. Lucas es posterior. Tanto la confesión de Hijo de Dios como la promesa de Jesús a Pedro, es un texto exclusivo de Mt. Si tenemos en cuenta que Mt y Lc copian de Mc, descubriremos el verdadero alcance del relato de Mt. Lo añadido está colocado ahí con una intención: Revestir a Pedro de una autoridad especial frente a los demás apóstoles.

Es la primera vez que encontramos el término “Iglesia” para determinar la nueva comunidad cristiana. Utiliza la palabra que en la traducción de los setenta se emplea para designar la asamblea (ekklesian). El texto intenta afianzar a Pedro en la presidencia de esa organización, pero es exagerado deducir de él lo que después significó el papado. Hay que tener en cuenta que existe otro texto paralelo, también de Mt, que leeremos dentro de dos domingos, que va dirigido a la comunidad: “Porque lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Es curioso que en dos lugares tan próximos del mismo evangelio dé el poder de atar y desatar a Pedro y a la comunidad. Los textos no se contradicen, se complementan. La última palabra la tiene siempre la comunidad, pero esta tiene que tener un portavoz. Pedro o su sucesor, cuando hablan expresando el común sentir de la comunidad, tienen la garantía de acertar en los asuntos importantes para la comunidad. No es la comunidad la que tiene que doblegarse ante lo que diga una persona, sino que es el representante de la comunidad el que tiene que saber expresar el común sentir de ésta.

A Jesús nunca le pudo pasar por la cabeza el fundar una Iglesia. Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión distinta. Lo que quiso hacer con su mensaje fue purificar la religión judía de todas las adheren­cias que la hacían incompatible con el verdadero Dios. Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a emprender su propio camino. Entonces se consideraron el verdadero Israel y rechazaron la religión tradicional.

 

Fray Marcos

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