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QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO

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No soy ningún experto sobre los conflictos que se desarrollan en Oriente Medio ni, en concreto, el que se inició entre Palestina e Israel desde la ocupación del territorio palestino por Israel en 1948.

Lo primero que deseo exponer con claridad, según mi humilde punto de vista, es que la incursión de milicianos de Hamás en Israel el pasado 7 de octubre, fue una acción terrorista, pues provocó la muerte de unas 1400 personas, en su mayoría civiles, llevándose además como rehenes a otras doscientas, para un posterior intercambio por presos palestinos u otras peticiones. Según el derecho internacional y las leyes de guerra nunca se puede atentar contra civiles, ni contra escuelas, hospitales, iglesias o centros de refugiados y de ayuda humanitaria.

Por lo tanto, para mí, no hay ninguna disculpa para los asesinatos y atropellos contra los derechos humanos que han ocasionado los militantes de Hamás en su incursión, siguiendo órdenes superiores. Creo que siguen la misma estrategia que empleó la organización terrorista ETA para “socializar el sufrimiento”. Pero el odio, la muerte y el terror nunca han ayudado a solucionar ningún conflicto, al contrario, lo único que provocan es más padecimiento, enemistad y desprecio hacia el otro.   

Por otra parte, es evidente que fue un acto muy bien planificado, con ayuda, asesoramiento exterior y preparación durante mucho tiempo, dejando a las fuerzas armadas y a los servicios secretos de Israel (quizá los más reputados del mundo) confundidos y abochornados, pues fueron incapaces de prever la capacidad de Hamás para incursionar en su país y atentar contra la población. No se había visto nada igual en los últimos 16 años, desde que Hamás tomó el control de la franja de Gaza.

Pero lo que también sabía Hamás era las consecuencias que provocaría su acción terrorista, como siempre lo ha hecho su enemigo. Israel respondería con toda su fuerza militar para matar, sin importar a quién, y destruir todas las infraestructuras y viviendas, hasta dejar en ruinas a Gaza, como así está siendo. Por lo tanto, Hamás tiene también una enorme cuota de responsabilidad en las consecuencias de la respuesta inmisericorde de Israel contra la población palestina.

Todo esto no exculpa en absoluto a Israel, por su política de humillación, acoso, represión y reclusión de los palestinos en la franja de Gaza y Cisjordania. Desde 1948 el estado de Israel ha ido expulsando y despojando a la población palestina de las tierras que poblaban antes de su llegada. Esto provocó que millones de palestinos tuvieran que salir como refugiados a otros países árabes del entorno.

Las distintas guerras entre países árabes e Israel, ha provocado que este se haya convertido en un estado militarizado, que se sirve del miedo al enemigo para atemorizar y controlar a su población, y que así acepte sin oposición las políticas coercitivas y militares que aprueban sus dirigentes, muchos de ellos tan fundamentalistas como los que dicen que son en el bando rival.

A lo largo de más de 70 años, debido al apoyo de Estados Unidos a Israel en todos los frentes, principalmente en el económico y militar, junto a otros países de Europa principalmente, se ha ido convirtiendo en un conflicto entre David y Goliat.

Cada manifestación, cada lucha pacífica, cada intifada se responde con una increíble represión, encarcelamientos sin juicio, limitando los más elementales derechos y destruyendo las casas de las personas implicadas.

Los controles para pasar los trabajadores palestinos que están empleados en Israel, se convierten en eternos y humillantes. Actualmente son unos 127.000 palestinos trabajando en Israel, dos tercios de los cuales en el sector de la construcción que está en pleno auge en el país. Con la respuesta de Israel al ataque de Hamás, ha revocado todos los permisos de trabajo, ha prohibido la entrada de ayuda humanitaria, ha cortado el acceso a la electricidad, el agua y el combustible, hasta que no sean liberados los rehenes capturados por Hamás.

Los millones de habitantes de la franja de Gaza están encerrados en un gran gueto, en el que todas estas prohibiciones se convertirán en un callejón sin salida, provocando aún más enfermedades y muertes, además de las provocadas por los bombardeos de las fuerzas armadas israelíes por tierra, aire y mar. 

Además de todo esto, lo que ha provocado la indignación internacional en distintos países, ha sido un bombardeo a un céntrico hospital en Gaza en el que se encontraban varios miles de gazatíes, entre ellos muchos menores. Tanto la Autoridad Nacional Palestina como Hamás, acusan a Israel del bombardeo, pero el Ejército israelí ha responsabilizado a la milicia palestina de la Yihad Islámica. Las cifras de muertos siguen sin estar claras, pero en un primer momento las autoridades palestinas informaron de 500 muertos.

“No hay camino para la paz, la paz es el camino” decía Mahatma Gandhi. No obstante, todas las conversaciones para establecer la paz entre israelíes y palestinos han terminado en agua de borrajas, pues el estado de Israel ha incumplido posteriormente los acuerdos que había firmado. Al igual que ha hecho oídos sordos a todas las resoluciones de la ONU en su contra desde hace decenas de años.

Lo más acuciante ahora es que se eliminen las restricciones impuestas al acceso al agua, la electricidad, el combustible y la entrada de ayuda humanitaria. Y abrir corredores humanitarios para que las organizaciones que están esperando en las fronteras puedan entrar y entregar su ayuda.

Habría que explorar nuevos caminos no violentos para la resolución del conflicto, sin que intervengan las armas y la represión. Hay muchas organizaciones y personas, tanto palestinas como árabes, que recorren ya sendas de diálogo y entendimiento, en lugar de la animadversión y el enfrentamiento. Son minoritarias, con dificultades en uno y otro país para conseguir estos fines. Pero son semillas de una esperanza posible, porque se están llevando a la práctica.   

Hoy he leído en la prensa que cientos de judíos han realizado una protesta dentro y fuera del Capitolio de Estados Unidos reclamado a la Administración Biden y al Congreso abogar por el alto el fuego en Gaza y dejar de financiar el “genocidio” israelí en Palestina. Estos judíos estadounidenses se han movilizado en contra de la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza. Este es un ejemplo de acciones no violentas que impactan en la opinión pública y ayudan a mostrar la verdad que no se dice en los medios de (in)comunicación.

Cuando se acabe esta nueva invasión israelí, habrá que reflexionar e implicar a la Unión Europea, Estados Unidos y a los países árabes, para encontrar salidas eficaces y duraderas al conflicto. Se requiere para ello una gran mediación internacional. Hasta lograr, con un gran consenso, la constitución de los dos estados, israelí y palestino.

Ninguna tarea será nada fácil. Menos en un conflicto tan doloroso y enquistado como este. Pero no podemos perder la esperanza. Una esperanza construida con paciencia y constancia. Con hechos cotidianos, pacíficos, creativos, muy humanos, que nos impliquen en la realidad. Como dice la canción:

Y hablo de países y de esperanzas.

Hablo por la vida, hablo por la nada.

Hablo de cambiar esta, nuestra casa.

¿Quién dijo que todo está perdido?

Yo vengo a ofrecer mi corazón.

 

Miguel Ángel Mesa

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