EL BUEN PASTOR
Miguel A. Munárriz CasajúsJuan 10, 11-18
«Yo soy un buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí»
La figura del buen pastor ha inspirado a pintores y poetas durante siglos, pero quizás en este momento haya perdido parte de su significado. Dada nuestra mentalidad, nos resulta difícil concebirnos como un rebaño pastoreado por alguien en detrimento de nuestra libertad (aunque ése no sea el sentido del texto). En cualquier caso, esta expresión usada por Juan me interpela y me da pie a plantearme una pregunta que para mí importante: ¿Qué es Jesús para mí?...
En primer lugar, es el soporte de mi existencia. Corremos el riesgo de pensar que somos unos seres arrojados a este mundo sin otro propósito que deambular por la vida hasta que la muerte nos devuelva a la nada de la que procedemos, y Jesús nos dice que no; que detrás de todo esto está Dios. Pero no se limita a ello, sino que nos dice, además, cómo es Dios; que Dios no es un arcano inaccesible; que Dios es Abbá, que nos ama, nos hace el regalo de la Palabra y nos alienta con su Espíritu. Y no sólo lo dice, sino que en Jesús, un ser humano como nosotros, hemos podido ver a Dios.
Es también mi referencia vital. Somos propensos a entusiasmarnos con lo que no merece la pena, a optar por lo que no nos conviene; por lo que estropea nuestra vida, y Jesús nos muestra el camino para vivirla de verdad, para no echarla a perder. Y ese camino pasa por convertirnos en servidores, por perdonar siempre a los que nos ofenden, por ser misericordiosos, por compadecer a los que sufren, por conformarnos con poco, por compartir con los que no tienen; por trabajar por la paz y la justicia… En definitiva, por no tratar de hacer de este mundo una morada definitiva, sino el camino que nos dirige a nuestro destino.
Jesús es también el sentido de mi vida. Jesús nos invita a comprometernos con una misión capaz de llenar la vida de cualquiera que se tome en serio esa invitación, y esa misión es trabajar por el Reino; es decir, tomar parte en el proyecto de Dios; estar en las cosas de nuestro Padre. No se entiende el mundo si no está encaminado a un fin, y ese fin no puede ser otro que una humanidad en plenitud. La buena Noticia es que Dios ha querido hacer de nosotros (sus hijos) colaboradores necesarios de su obra.
Es finalmente quien mantiene viva mi esperanza de trascender a la muerte. Vemos que en este mundo todo muere y desaparece, y la lógica nos mueve a extender a nosotros ese destino inexorable. «Venimos de la nada de antes y vamos a la nada de después», decía Heidegger haciendo gala de un gran dominio de la lógica humana. Pero Jesús nos ha mostrado que no; que hay más vida tras la muerte; que nuestro destino es Vivir…
Jesús es para mí soporte, referencia, sentido y esperanza… un excelente pastor.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí