12 de mayo 2024

El pasaje que hemos leído es un final añadido al evangelio de Marcos que ha contribuido a dar sentido a la primitiva misión cristiana y que, posteriormente, ha impulsado la obra de muchos misioneros: ID AL MUNDO ENTERO. Ya quedarán muy pocos rincones en el mundo donde no se haya hablado del evangelio.

¿Ir para qué? La respuesta la sabemos: para llevarles la religión cristiana (esto se ha hecho, a veces, de manera harto impositiva). Pero resulta que el evangelio no dice que se ofrezca una religión sino que curen, que ofrezcan la paz, que anuncien la fraternidad igualitaria del reinado de Dios, etc. Es decir, que se haga una oferta de vida, no de religión.

Y a pesar del giro que dio al tema el Vat.II y que también han dado muchos misioneros y misioneras, no poco  del viejo sistema sigue ahí: día del domund, de la infancia misionera, secretariado de misiones, congregación de la propagación de la fe, obras misionales pontificias, etc. Parece que no hemos cambiado en exceso. Se sigue ofreciendo un conjunto de creencias, no una experiencia de vida.

Por eso la pregunta es pertinente: ¿cómo ofrecer hoy no tanto nuestra religión, sino el evangelio de Jesús y sus valores? Tengamos en cuenta que han de ser valores que uno mismo experimente en su vida. Demos alguna pista:

· Ofrezcamos sosiego: el evangelio es comedido, Jesús mismo lo es. A veces invita a lugares “tranquilos” porque una fe desasosegada, impositiva, militante, no es la fe de Jesús. El desasosiego y la descalificación que emplean muchas páginas de internet que se dicen católicas las desacredita. Porque es posible disentir con sosiego y respeto.

· Ofrezcamos racionalidad: porque la fe no puede ser racional cien por cien, pero tampoco irracional cien por cien. No hagamos misterio de lo que no es. Decían los antiguos que la fe era un “obsequio razonable”. Pues eso, seamos razonables a la hora de creer y de hablar de nuestra fe.

· Ofrezcamos interioridad: digamos y digámonos que la persona tiene algo debajo de la piel, no somos solamente exterioridad, escaparate, presencia externa. Ofrezcamos los valores de la interioridad: el silencio, la oración, la contemplación de la naturaleza, la belleza.

Hemos tenido que llegar a estos tiempos nuestros de hoy en día para escuchar en la voz de un papa, Benedicto XVI, que “el anuncio gozoso del Evangelio hasta los confines de la tierra es una dimensión vital para la Iglesia, partiendo cada uno de su propio ambiente, sin proselitismos sino por atracción”. O sea: tiene que ser un anuncio gozoso, tiene que estar antes experimentado en el propio ambiente, no ha de ser proselitista sino atractivo, sugerente. Todo un programa.

Corre por internet una frase que atribuyen a san Francisco de Asís, aunque no es suya: "Ten cuidado con tu vida, quizás sea el único Evangelio que muchos vayan a leer". Y si es creíble nuestra vida, será creíble nuestra fe. Y si elegimos la vida, quizá alguien pueda elegir nuestra fe.

Fidel Aizpurúa Donazar