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Libro de la biblia

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

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TOMÓ EL PAN… TOMÓ EL VINO Y SE LO DIO

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El día del Corpus está todo él centrado en la eucaristía. La comunidad cristiana no puede subsistir sin la eucaristía. El Vat. II hizo una gran reforma de la eucaristía de la que aún vivimos: nuestras eucaristías, por humildes que sean, son el alimento principal de la fe. No las vivamos rutinariamente.

Persiste en el imaginario religioso esa idea de que el pan y el vino, por la consagración, pasan a ser el cuerpo y la sangre de Cristo. Sin entrar a arduas controversias teológicas, me parece que el evangelio que hemos leído viene a decir que el pan cambia cuando se da: TOMÓ EL PAN…TOMÓ EL VINO Y SE LO DIO. Desde ese momento, al ser un pan ofrecido, como la vida misma de Jesús, el pan cambió. No era simple pan sino el símbolo, el sacramento, de una vida entregada.

Si esto es así, habrá que decir que la mejor manera de celebrar la fiesta del Corpus será potenciar la fe en que las entregas, verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo, no solamente nunca se pierden, sino que son el sentido de la fe porque son el sentido del amor.

Son muchos los panes que podemos dar y que son verdadera eucaristía para nosotros. Indicamos tres, a modo de ejemplo:

· El pan de la solidaridad: siempre insistimos en este pan. Sin él, la eucaristía queda cuestionada. ¿De qué nos serviría comulgar con el cuerpo de Jesús si estamos desvinculados del cuerpo del hermano que sufre? No nos cansemos de escuchar esto; no endurezcamos el corazón para que la eucaristía no pierda su sentido.

· El pan de la escucha amante: pan muy apreciado para quien vive en soledad, en marginalidad, en exclusión. Escuchemos con los oídos y con el corazón. Esa escucha será pan nutriente para quien anda en desamparo.

· El pan del canto creyente: es un pan humilde; casi nunca hablamos de él. Pero cuando en la eucaristía cantamos nuestra fe, nos ofrecemos la fe. Cantar, aunque no es un adorno: es darnos a comulgar con la melodía del canto la fe que arde en el corazón. No menospreciemos este pan; demos gracias a quienes nos ayudan en el canto y con el órgano. Nos dan la eucaristía.

No hay cambio sin amor; el amor es el motor del cambio. Sin amor no hay eucaristía, sin el amor de Jesús y sin el nuestro. Cada eucaristía que celebramos habría de ser como un examen acerca del amor y un empujón para que nunca nos apeemos del amor por muchas que sean las deficiencias.

Hay, por las tardes, un programa en la TV que se llama “El cazador”, uno de esos entretenidos concursos de cultura general. En él, unos cuántos famosos tratan de responder a las preguntas intentado no ser cazados. Todos ellos destinan sus posibles ganancias a ongs que apoyan. Las hay de todos los colores y habrá quien piense que lo hacen porque es la moda. Pero, en realidad, ese tejido variopinto de ongs que hay en la sociedad, con todos los interrogantes que se quiera, son el pan y el vino que se cambia en sacramento de amor. Porque no se celebra la eucaristía solamente en el templo. También se celebra en la vida. Que siempre apreciemos la eucaristía y que tome rostro en nuestras sencillas entregas.

 

Fidel Aizpurúa

2 de junio de 2024

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