Hemos escuchado muchas veces estas hermosas narraciones de milagros en el evangelio. Pero hemos de tener en cuenta de que estos textos están escritos en griego, una lengua que no es la nuestra. Y, a veces, con la ayuda de alguien que nos lo explique, podemos recabar datos muy interesantes.

Por ejemplo: cuando Jairo habla de su hija emplea el término “hijita” (Thygatrion): la ve desde la altura del adulto protector. La gente y el mismo Jesús la llama “niña pequeña” (Paidion): alguien que todavía no ha llegado a su meta humana. El narrador evangélico termina llamándola “muchacha” (Korasion): mujer joven que ya es adulta, casadera. Puede parecer algo forzado todo esto, como si fueran juegos de palabras. Pero uno se pregunta si no se estará aquí indicado el camino de la adultez humana y cristiana: el sentido de la vida es que uno llegue a una cierta adultez, una vida madura y una fe madura. Ef 4,13 habla del “hombre acabado”, de la mujer acabada, plenos en la vida y en la fe. Un gran ideal.

¿Cómo ir logrando en nuestros días tener una fe adulta, madura?

· Poner el acento en lo importante: a veces las religiones ponen el acento en cosas secundarias y de ello hacen bandera: ritos, tradiciones, costumbres, etc. Lo importante es la Palabra, la Eucaristía, la vivencia de una fe que mejore nuestras relaciones sociales. Las devociones, tradiciones, formas de piedad, etc., son secundarias.

· Escapar de la influencia de las redes sociales: porque cuando hablan de religión se trata muchas veces de asuntos marginales cuando no estrambóticos. No podemos valorar al Papa por una frase más o menos inconveniente que airean los medios. No podemos hacer comidilla de noticias religiosas que se llevan a los platós para captar audiencia. Hay que ser adultos para escapar a esa superficialidad.

· Orar con paz: porque el camino de una oración sencilla es camino de madurez. No solamente rezar oraciones, sino tener pequeños momentos de silencio y de paz. No es mal momento el verano para ello.

A veces la adultez se nutre de la lectura. No leemos mucho. Hay que animarse. También para ser cristiano adulto hay que leer algo que nos nutra. ¿Por qué no te animas a comprarte la encíclica Fratelli tutti (no vale mucho: 4 euros) y te la vas leyendo poco a poco este verano? Pídele a tu párroco que te la facilite. Tu fe saldría más animada y más luminosa.

Todos aprendimos la fe de niños. Nos la enseñaron con amor y aquello bajó al fondo de nuestro corazón. Pero no podemos quedarnos con ese traje infantil ahora que somos adultos. Hemos de tener en cuenta de que el don de la fe Dios lo da a todos. Pero es preciso trabajarla para conectar con ese don y para que llegue a la madurez deseada. La pelota está en nuestro tejado.

Fidel Aizpurúa Donazar

30 de junio 2024