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GALLAGHER, TRAS REGRESAR DE FILIPINAS: "EL LIDERAZGO DE SERVICIO NO SIGNIFICA TIMIDEZ O SILENCIO ANTE EL MAL"

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"A veces puede parecer que nuestra predicación y nuestra enseñanza caen en saco roto y no tienen ningún efecto perceptible. Pero recordemos que es en nuestra constancia y coherencia, siempre en la caridad, donde ejercemos nuestra autoridad moral de obispos. Debemos ser pacientes y confiar en el poder del Señor". Esta es la invitación que nos hizo, "en nuestro momento histórico actual", el Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, Mons. Paul Richard Gallagher, en la Misa celebrada el 4 de julio en la Abadía de la Transfiguración de Malaybalay, en el marco de su viaje a Filipinas del 1 al 6 de julio.

"Me viene a la mente" -prosiguió el prelado en su homilía ante varios obispos del país asiático, entre ellos el cardenal José F. Advincula, arzobispo de Manila, y el presidente de la Conferencia Episcopal Nacional (CBCP), monseñor Pablo Virgilio S. David, obispo de Kalookan- el título del libro publicado por el cardenal Agostino Casaroli sobre la diplomacia de la Santa Sede en los años que culminaron con los cambios de 1989, El martirio de la paciencia. Ser paciente, predicar y enseñar con serenidad y convicción, como dice San Pablo, "a tiempo y a destiempo": esta es una forma de martirio. Es en este testimonio coherente y paciente donde se manifiesta nuestra autoridad moral como obispos", dijo Gallagher. "Nuestro poder viene de Cristo, pero ese poder -que es suyo- se hace evidente a través de nuestra autoridad como discípulos y servidores suyos. Resolvámonos, pues, a ser y actuar siempre como pastores 'secundum cor Christi'".

Sin embargo, dijo el Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, "el liderazgo de servicio no significa que estemos llamados a ser tímidos, silenciosos o cómplices ante la injusticia y el mal. Hay momentos en los que nosotros, como obispos, como líderes servidores, debemos usar nuestra autoridad moral para oponernos a la autoridad de los poderes de este mundo. Pensemos en el ejemplo de San Óscar Romero y en el de innumerables mártires de la historia de la Iglesia. Como nos enseña el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 'cuando el poder humano se sale de los límites del orden querido por Dios, se autodiviniza y exige sumisión absoluta; se convierte entonces en la Bestia del Apocalipsis, imagen del poder imperial perseguidor'", añadió Gallagher.

Y es precisamente el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo 20º aniversario de publicación se celebrará en 2024, el que sirvió de leitmotiv para el discurso que el prelado dirigió al episcopado filipino ese mismo día, también en la Abadía de la Transfiguración. Monseñor Gallagher abordó cuatro temas principales del documento: la familia, la crisis demográfica, la relación entre comunicación y política y, por último, las migraciones.

"Cuando reflexionamos sobre la importancia de la familia", dijo el Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, "podemos comenzar reconociendo que Filipinas ha sido bendecida con una cultura familiar particularmente fuerte. Por razones religiosas, sociales, económicas y culturales, la familia -o lo que en otras culturas se denomina "familia extensa"- es fundamental en la vida filipina. Esta realidad tiene innumerables manifestaciones en vuestra cultura", prosiguió el arzobispo, "podemos pensar en el ejemplo de los abuelos de provincias que cuidan de los nietos cuando sus padres trabajan en Manila o en el extranjero". Además, "los niños han sido vistos tradicionalmente por los filipinos como una gran bendición y las familias numerosas eran habituales en otros tiempos".

Sin embargo, lamentó monseñor Gallagher, el mundo actual está marcado por una crisis demográfica sin precedentes, un problema evocado varias veces por el Papa Francisco y que ni siquiera perdona a Filipinas. Gran parte de la economía del país, de hecho, "depende del 'capital humano', es decir, del gran número de filipinos en edad de trabajar, tanto aquí como en el extranjero". "Pero una tasa de fertilidad en rápido descenso cambiará esta realidad", advirtió el prelado.

El tercer tema evocado fue la relación entre la comunicación de la información y la fuerza de la democracia. Esta última, "para funcionar, requiere la libre circulación de la información, la capacidad tanto de intercambiar información como de verificar los hechos tal y como se presentan, con apertura a proponer nuevas soluciones". Después de la sección del Compendio dedicada a la información y la democracia", continuó el arzobispo, "está la sección sobre la Iglesia católica y la comunidad política, que es particularmente importante y útil para nosotros, los obispos, cuando intentamos navegar por las aguas, a veces agitadas, de la relación entre la Iglesia y su clero, por una parte, y las autoridades políticas, por otra". "Los principios son claros", dijo Gallagher: "el orden político goza de su propia autonomía legítima, que la Iglesia está llamada a respetar, del mismo modo que la propia Iglesia espera que su libertad no sea vulnerada por las autoridades políticas".

En cuanto al último tema, el de las migraciones, el prelado recordó que Filipinas es un país con un número muy elevado de personas que trabajan en el extranjero. Por ello, la Iglesia, tanto en Filipinas como en los países del mundo, está llamada a "hacer todo lo posible para cuidar y proteger a los filipinos en el extranjero". 

 

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L'Osservatore Romano

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