ECLESIÁSTICO 35, 15-17 y 20-22 / 2 TIMOTEO 4, 6-8 y 16-18
José Enrique GalarretaDomingo 30 del Tiempo Ordinario
ECLESIÁSTICO 35, 15-17 y 20-22
El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial.
No es parcial contra el pobre,
escucha las lágrimas del oprimido.
No desoye los gritos del huérfano
o de la viuda cuando repite su queja.
Sus penas consiguen su favor
y su grito alcanza las nubes.
Los gritos del pobre atraviesan las nubes
y hasta alcanzar a Dios no descansan.
No ceja hasta que Dios le atiende
y el juez justo le hace justicia.
Llamado hoy "el Sirácida", porque en el prólogo, que es un añadido del traductor griego (supuestamente nieto del autor) se cita al autor del libro, "Jesús Ben Sira". El nombre de "Eclesiástico" le viene porque fue un libro muy leído en medios eclesiásticos de la Iglesia antigua.
Los judíos, y también una parte de la iglesia antigua, no lo consideraban canónico, lo que influyó en que el original hebreo se perdiera pronto, aunque modernamente se han recuperado bastantes fragmentos.
El libro fue compuesto hacia el año 190-160 aC. Se escribe en Palestina, sometida a la dominación de los reyes de Siria (los Seléucidas), que pronto intentarán imponer costumbres helenizantes. Contra ellas lucharán "los piadosos" de Israel, y en este contexto se escribe el libro.
Se trata de un ejercicio "profesional" del saber, practicado en una escuela. La sabiduría consiste en buena parte en la lectura y comentario de los textos bíblicos, en la reflexión, en la doctrina tradicional frente a las peligrosas novedades paganas. Por esta razón, el Libro, aunque no fue aceptado en el Canon hebreo, es frecuentemente citado incluso en los escritos rabínicos.
El tema de estos versos es viejo y muy querido en Israel: el Señor es parcial solamente a favor de los pobres, de los necesitados. El lamento de los oprimidos siempre llega al Señor, y el Señor lo escucha y les librará.
2 TIMOTEO 4, 6-8 y 16-18
Querido hermano: yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
La primera vez que me defendía ante el tribunal, todos me abandonaron y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles.
Él me libró de la boca del león; el Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo.
¡A Él la gloria por los siglos de los siglos, Amén!
Se trata de los últimos párrafos de la carta.
Pablo sabe que será ajusticiado pronto y manifiesta su fe en la última hora, poniendo su esperanza en Dios. Es un hermoso ejemplo de confianza, porque, si bien dice "el Señor me librará", no se refiere a que le librará de la cárcel ni de la muerte: la liberación y la salvación vendrán con la muerte.
El texto que leemos hoy es incompleto: ha omitido los versículos 9-15, que son muy interesantes: Dicen así:
"Procura venir a verme cuanto antes; pues Dimas, enamorado de este mundo, me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica. Crescente se ha ido a Galacia, Tito a Dalmacia. Sólo Lucas se ha quedado conmigo. Recoge a Marcos y tráelo contigo, pues lo encuentro muy útil en el ministerio. A Tíquico lo envié a Éfeso. Cuando vengas tráeme la capa que dejé en Tróade, en casa de Carpo, junto con los libros y, sobre todo, todos los pergaminos. Alejandro el broncista me ha tratado muy mal; el Señor le pagará como se merece. Tú también guárdate de él, que se ha opuesto tenazmente a mis discursos"
Se ve claramente cómo esta carta, aunque redactada más tarde por discípulos de Pablo, recoge materiales originales, y nos proporciona datos preciosos para el conocimiento de la primitiva iglesia.
José Enrique Galarreta, S.J.