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Libro de la biblia

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EL QUE NO ESTÁ CONTRA NOSOTROS, ESTÁ A FAVOR NUESTRO

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Hoy hemos leído la segunda catequesis que Jesús hacía a los discípulos cuando les enseñaba en privado. El tema es este: la fe evangélica tiene como fin liberar a la persona, ensanchar el horizonte de la vida, crear respiro. Quien hace eso es el grupo de Jesús.

Los discípulos, con una osadía digna de mejor causa, han querido impedir a uno que liberaba (que echaba demonios) “porque no viene con nosotros”. Jesús dice que quien hace obra de liberación, sea quien sea, quien hace más humana la vida es de los nuestros. Porque se es de Jesús cuando se hace lo que hace Jesús, humanizar, y no se es del grupo de Jesús si lo que haces deshumaniza a la persona.

Si esto es así, los cristianos de largo recorrido que somos nosotros hemos de tener cuidado: no vaya a ser que, siendo cristianos de siempre, no seamos de Jesús porque la fe o es tan floja que no libera de nada o es tan nociva que oprime a uno mismo y a los demás. El evangelio es una bocanada de aire fresco en la vida. Como tal habría que sentirlo. Si nos pesa como una losa, no lo entendemos bien.

¿De qué habría de liberarnos el evangelio?

· Del sentimiento de culpa que acarrea la religión: porque la religión no está hecha para aumentar la culpa, sino para aumentar la bendición. Lo importante no es que seamos pecadores (que es verdad que el pecado está ahí), sino que nos sintamos amados por Dios.

· Del sentimiento de condenación que aún pesa sobre nosotros: porque Dios tiene mecanismos de amor más amplios que nuestros fallos y en ellos nos envolverá. Hay que temer no al infierno del más allá, sino al infierno del más acá, al que, a veces, construimos en nuestra vida.

· De la sensación de un Dios que nos fiscaliza y nos amenaza: porque aún quedan vestigios de ese Dios opresor. Jesús nos libera, entiéndasenos bien, del mismo Dios opresor que, a veces, ha creado la religión.

Es posible que hayamos mejorado mucho y que para nosotros la fe cristiana sea un lugar de respiro y de libertad. No se nos olvide nunca aquello de san Pablo: “Para ser libres nos liberó Cristo Jesús” (Gál 5,1). Un cristiano no debería temer a la libertad, sino amarla y difundirla.

Hemos de contribuir, cada uno en nuestro ambiente, a entender y vivir la fe con libertad. Ya pasaron, gracias a Dios, los tiempos de la coacción religiosa. Por eso, aunque seamos menos, si practicamos la fe con libertad y respetamos la libertad de quien no la practica, hemos avanzado. Quizá sea uno de los más claros signos de los tiempos de nuestra época.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

29 de setiembre de 2024

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