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AMOR PAN: “HA LLEGADO EL MOMENTO DEL DIACONADO, PERO NO PARA TAPAR AGUJEROS”

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Fue su segundo 'sí, quiero', en 20 años, y en el mismo lugar -la iglesia de San Francisco, en Betanzos (A Coruña)- en el que dio el primero, y acompañado -y apoyado- por su esposa, María José. La decisión de ser ordenado diácono, como la de contraer matrimonio, fluyó también "con naturalidad", como reconoce en esta entrevista con Religión Digital José Ramón Amor Pan, director del Área Académica de la Fundación Pablo VI, aunque también reconoce que el arzobispo de Santiago, Francisco Prieto, quien le impuso las manos, "no solamente ha acogido mi vocación, sino que la ha estimulado y acompañado con mucha cercanía e ilusión".

Reconoce el nuevo diácono que muchas diócesis, ante la falta de sacerdotes, han apostado por esta fórmula "para tener más manos para sacar adelante la vida celebrativa de las parroquias", pero reivindica "el sentido genuino" del diaconado permanente, en línea con la apuesta que hizo el Concilio Vaticano II, que no lo hizo "por razones coyunturales, se recuperó por derecho propio, como algo bueno, no para tapar agujeros".

El pasado 10 de agosto, dio un segundo ‘sí, quiero’, tras el de su matrimonio con María José. ¿Qué decisión le costó más tomar?

Me casé hace casi 20 años con María José, en la misma iglesia en la que ahora me ordené diácono. Aunque ambas fueron decisiones que fluyeron con naturalidad, no cabe duda de que la sensación de vértigo hace 20 años fue mucho más acusada.

¿Por qué este paso ahora? ¿Faltaba maduración, tiempo, ganas, estímulos…

Ahora hay un arzobispo que no solamente ha acogido mi vocación, sino que la ha estimulado y acompañado con mucha cercanía e ilusión.

¿Cómo ha vivido este proceso su esposa?

Ambos lo hemos vivido con mucha naturalidad. Sin estridencias. Acompañando. Sólo me hizo una advertencia, un ruego, porque me conoce bien y me quiere: que mida mis fuerzas.

El arzobispo, en la ceremonia, le dijo que este era un proyecto de dos...

La verdad es que desde el minuto uno de la ceremonia don Francisco estuvo muy cercano a María José, no sólo a mí, insistiendo con cariño en que, aunque era yo quien recibía la ordenación, éste era un proyecto conyugal, un hito más en nuestra unión.

La ceremonia, como me destacaba después uno de los sacerdotes concelebrantes, fue muy fraterna, muy familiar, como creo que deberían ser siempre las cosas en la Iglesia.

Desde esta perspectiva, ¿se entiende que las mujeres no puedan ser ordenadas diaconisas?

Hacer bandera de algunos temas nunca fue saludable. No creo que el tema hoy sea éste, más bien el de la sinodalidad, el caminar juntos, el intentar conseguir en la Iglesia esa fraternidad que, por desgracia, hoy no abunda.

El número de sacerdotes mengua en España y las vocaciones no están en su mejor momento. ¿Ha llegado el tiempo del diaconado?

Cuando el Concilio Vaticano II recuperó el diaconado en la vida de la Iglesia no lo hizo por razones coyunturales, había sacerdotes de sobra en todas las partes (salvo en tierras de misión, claro), se recuperó por derecho propio, como algo bueno, no para tapar agujeros.

Es verdad que, tal y como se han desarrollado los acontecimientos, en muchas diócesis se ha hecho por necesidad, para tener más manos para sacar adelante la vida celebrativa de las parroquias. Pero este no es el sentido genuino, no es la motivación correcta. El diaconado tiene su propio papel en la vida de la Iglesia. Ha llegado el momento del diaconado, pero por las razones correctas, no para tapar agujeros. Así lo entiende mi obispo, y así lo entendemos mi mujer y yo.

¿Cómo está la situación en España? ¿Se promueve lo suficiente en las diócesis este servicio?

Pues como todo en la Iglesia… En Galicia tenemos una expresión muy significativa: “imos indo”, "vamos yendo"… Ahora que necesitamos laicos bien preparados y diáconos, no los tenemos, porque no hemos cultivado bien el terreno. Hay que abrir procesos, se están abriendo en la mayoría de las diócesis. Claro que todavía quedan algunos obispos que consideran que el diaconado permanente abre las puertas a una protestantización de la Iglesia católica, pero es algo muy minoritario. Poco a poco, las prisas siempre fueron malas.

¿Cómo recuerda su primer acto tras su ordenación?

Me sorprendió lo nervioso que estaba… Fue una celebración en ausencia de presbítero porque el cura estaba enfermo, el 15 de agosto. Me sorprendió también mucho el cariño de la gente, que se acercó a la sacristía a felicitarme por la ordenación y a decirme que no me preocupara, que lo había hecho todo muy bien, la gente es muy buena.

Lo mismo me pasó en mi primera Exposición del Santísimo, el lunes 9 de septiembre, con los opositores que viven en la Fundación Pablo VI, en Madrid. Pero en ambos casos, lo disfruté a tope y en mi interior noté una fuerza que nunca había experimentado. No puedo más que dar gracias a Dios.

¿Se entiende lo suficiente en España, entre los fieles, la figura del diácono? ¿Se le ve como algo más que como un mero ‘suplente’ del cura?

La gente no es tonta y cuando se les explican bien las cosas, lo entienden perfectamente. Lo que tienen que ver, además, en los diáconos es que vivimos nuestro ministerio con alegría.

 

José Lorenzo

Religión Digital

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