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FERNANDO DÍAZ ABAJO: "ES NECESARIA UNA NUEVA COMPRENSIÓN DEL TRABAJO EN LA CLAVE DE RELACIÓN Y CUIDADO"

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Cuando este noviembre se cumpla el 30º aniversario del documento La Pastoral Obrera de toda la Iglesia, una parte del impulso que ha recibido en todo este tiempo el 'patito feo' de la pastoral en la Iglesia española se deberá al empeño de este sacerdote sevillano, Fernando Díaz Abajo, quien, junto con otros curas, laicos y obispos inolvidables, como Antonio Algora, dieron la cara por insistir en no dejar al mundo del trabajo fuera de la misión evangelizadora. Aunque algunas veces se las rompieran y los ningunearan.

Hoy, tres décadas después, este cura de la HOAC y durante años director del Departamento de Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española, repasa en entrevista con Religión Digital la importancia de este documento aprobado por la Plenaria del Episcopado español en 1994, y del que, asegura que "muchas de sus orientaciones siguen teniendo plena actualidad", aunque deja abierta la puerta a una actualización debido a los grandes cambios que se vislumbran en el mundo del trabajo con el advenimiento de la Inteligencia Artificial.

¿Qué balance hace de estas tres décadas del documento La Pastoral Obrera de toda la Iglesia?

Ha sido un documento importante porque ha orientado la acción pastoral en el mundo del trabajo posibilitando que hoy sea una pastoral mucho más transversal de la Iglesia española. Muchas de sus orientaciones y propuestas operativas siguen hoy activas, impulsando la presencia eclesial en el mundo del trabajo; sigue conservando su vigencia. Quizá con la perspectiva de estos treinta años, y los cambios producidos en el mundo del trabajo, llega el momento de revisar y actualizar la propuesta pastoral de la Iglesia en este ámbito, pero muchas de sus orientaciones siguen teniendo plena actualidad.

Durante algunos años, este documento fue algo así como el patito feo de la pastoral en la Iglesia en España. ¿Por qué?

No tanto el documento, como la propia Pastoral Obrera. El documento tuvo lo que hoy llamaríamos un proceso muy sinodal de elaboración y se aprobó por una muy cualificada mayoría en la Asamblea Plenaria, pero siempre se pensó que estábamos ante una pastoral muy sectorial, propia de especialistas, de los movimientos apostólicos obreros, como algo accesorio a la misión evangelizadora de la propia Iglesia.

Hoy, en cambio, creo que podemos decir que es una pastoral que ha adquirido carta de naturaleza en la pastoral de toda la Iglesia. El papa Francisco insiste en que el “gran tema es el trabajo”, y el devenir de estos treinta años ha ido propiciando que sea una pastoral, como proponía el documento, de toda la Iglesia, aunque queda mucho camino aún por recorrer.

En treinta años, el mundo del trabajo ha cambiado de manera importante. ¿Mantiene su vigencia este texto, se ha quedado desfasado o sus postulados siguen siendo proféticos?

Como te decía, creo que precisamente por ese carácter profético, novedoso, creativo, con el que vio la luz, sus propuestas siguen siendo teniendo actualidad: en la consideración de que se trata de un campo pastoral transversal en la misión evangelizadora de la Iglesia, en que es algo que no es solo cuestión de especialistas, sino de toda la Iglesia, en que sigue siendo necesario un conocimiento y una mayor aplicación pastoral de la Doctrina Social de la Iglesia, en la necesidad de una presencia encarnada en el mundo del trabajo, en la importancia que hemos de seguir dando a la misión de los movimientos apostólicos obreros, a la formación sacerdotal en relación con estos temas, tan desconocidos por muchos candidatos al sacerdocio… Sigue habiendo desafíos tan actuales como lo eran entonces.

Lo que sí ha cambiado es la configuración del mundo obrero y del trabajo, y la de las realidades pastorales presentes en él, y ello sí requiere que algunas de las propuestas operativas las actualicemos a la luz de la experiencia de estos treinta años.

Lo que no ha perdido vigencia es la precariedad en el mundo del trabajo. Hoy, en lo que algunos llaman el precariado, tener un empleo ya no te garantiza salir de la pobreza. ¿Cómo afronta la Iglesia en España este desafío?

Juan Pablo II ya nos avisaba en Laborem Exercens que muchas de las situaciones de pobreza y de injusticia que enfrentamos en nuestro mundo son resultado de la violación de los derechos de las personas trabajadoras, de los derechos asociados al trabajo. Al precarizarse el trabajo, se precarizan también los derechos asociados a él.

Esto es algo que en la Doctrina Social de la Iglesia se ha ido planteando cada vez con más claridad y contundencia. No hay mayor pobreza que no poder llevar a casa el sustento necesario de la familia, como insiste el papa Francisco. Hace muchos años que la Iglesia puso en la primera línea de la reflexión pastoral la cuestión del precariado, que hoy se ha convertido en una forma normalizada de configurar las relaciones laborales. La realidad de los trabajadores pobres es cada vez mayor. Pese a tener trabajo no les permite vivir con dignidad. Solo habría que mirar, por ejemplo, el acuciante tema de la vivienda.

De ahí que el necesario impulso de todo lo que significa el trabajo decente, tal como lo definió Benedicto XVI en Caritas in Veritate, haya de ser uno de los ejes centrales de la acción pastoral de la Iglesia en este campo.

La tarea profética de seguir denunciando esas situaciones que atentan contra la dignidad humana, y de ir impulsando la dignidad del trabajo y el trabajo decente, sigue siendo motor del acompañamiento pastoral que la Iglesia realiza en estas realidades.

La dignidad y dignificación del trabajo recorre esas páginas y la necesaria apuesta por ser acompañada esa reivindicación desde la Iglesia. ¿Cree que quienes sufren esa falta de trabajo digno y decente esperan una palabra de acompañamiento y profética por parte de la Iglesia?

Por supuesto que la esperan y la necesitan. Lo han manifestado así trabajadores que sufren esas situaciones. Lo han reconocido las propias organizaciones sindicales de nuestro país, que agradecen esta presencia, este impulso y este acompañamiento de la Iglesia y que valoran la presencia profética y samaritana de la misma en estas realidades. Lo expresan así los familiares de los trabajadores fallecidos en accidentes de trabajo…

Recuerdo en este sentido la valoración tan positiva que hicieron y el reconocimiento que trasladaron en el Encuentro Internacional de Organizaciones sindicales que se celebró en el Vaticano en el año 2017 convocado por el Dicasterio para el desarrollo Humano Integral.

Se percibe en todo el mundo del trabajo, también en la vida sindical, una cierta desmovilización, probablemente debido a ese individualismo detectado por los sociólogos y que se ha instalado como principio social. Se ve hoy en que apenas hay movilizaciones ciudadanas ni por la invasión de Ucrania ni por lo que está sucediendo en Gaza o El Líbano. ¿Cómo se lucha desde la Iglesia, desde la Pastoral Obrera, contra eso? ¿O corre también la Iglesia el peligro de contagiarse de ese mirarse el ombligo?

El individualismo se ha introducido también en la Iglesia. Uno de los mayores desafíos para la evangelización, para la vivencia de la fe es la recuperación de la dimensión comunitaria de nuestra existencia y de nuestra fe, que nos permita realizar una mirada creyente y misericordiosa sobre las realidades humanas, y especialmente sobre toda esta amplia realidad del trabajo humano.

La formación que nos permita vincular fe y vida de manera inseparable, generando una espiritualidad honda, activando los mecanismos necesarios para tejer redes de solidaridad, para tender puentes que nos permitan seguir encontrándonos a los distintos agentes sociales y a la Iglesia, posibilitar experiencias alternativas de comunión dentro de la propia Iglesia que podamos ofrecer a los hombres y mujeres del trabajo como nuevas formas de solidaridad humana, para seguir acompañando a las víctimas de la violación de la dignidad del trabajo, son tareas que seguir abordando.

En esto ha insistido especialmente el papa Francisco en su pontificado: rehacer la conciencia y la experiencia de ser una comunidad humana, una familia humana, en la que nadie pude salvarse solo, en la que necesitamos unos de otros para realizar vitalmente nuestra vocación comunitaria.

El Sínodo sobre la sinodalidad puede ser un momento positivo de inflexión en esta dirección.

Algunos vaticinan para menos de cinco años un fuerte impacto de la Inteligencia Artificial en el mundo del trabajo. Millones de personas serán prescindibles y prescindidas… ¿Está teniendo en cuenta la Iglesia, la Pastoral Obrera, ese nuevo y no tan lejano horizonte?

Por supuesto. Hay realidades del trabajo que cambiarán significativamente, especialmente en el ámbito del empleo. Pero en todo caso, hay que seguir insistiendo en la necesidad de reconocer y valorar trabajos que hoy no tienen esa consideración. El trabajo es más que el empleo. Todos necesitamos trabajar. Por eso es necesaria una nueva comprensión del trabajo en la clave de relación y cuidado que propone Francisco. Esto es necesario ayudar a comprenderlo fuera de la Iglesia, y a realizarlo dentro de ella.

Con este panorama, ¿se atreve a vislumbrar la Pastoral Obrera de dentro de otros treinta años?

Las adivinanzas no funcionan en la pastoral. Pero la confianza en el Espíritu que surge de una lectura creyente de la realidad y que activa de manera creativa procesos de humanización, sí. Yo creo que siempre será necesaria una pastoral obrera de toda la Iglesia que irá descubriendo en clave samaritana las presencias pastorales que permitirán acompañar esta realidad humana, y que por eso cada vez seremos una Iglesia más conscientes de la centralidad del trabajo en la vida de las personas, de la necesidad de que ese trabajo humano sea digno, y de que propiciar eso es avanzar caminos de realización del reino de Dios. Creo que tendremos Pastoral Obrera para muchos años.

 

José Lorenzo

Religión digital

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