MIS PALABRAS NO PASARÁN
Fidel AizpurúaEsta clase de textos, denominados “apocalípticos”, quieren incitar a la vigilancia, a la fe y a la vida cristiana por la senda del temor. Hace tiempo que hemos ido abandonando ese camino de la pedagogía negativa, aunque todavía queden vestigios. Nosotros no tememos al Dios de amor y nos hemos alejado de la religión del temor. Vaya esto por delante.
Posiblemente el mismo Jesús tuvo una mentalidad similar a la que aquí se refiere, propia de la época que, con los años, heredaron sus seguidores: creían que el reino de Dios venía en cuatro días. Estaba la certeza de que el mundo tenía pronta fecha de conclusión. No disponían de las informaciones científicas que tenemos hoy que nos hablan de un ciclo de millones de años para la tierra.
Pero hay algo que puede ser de nuestro interés. El evangelista pone en boca de Jesús este aserto: MIS PALABRAS NO PASARÁN. ¿Qué palabras son esas que no van a pasar y por qué no van a hacerlo?
· No pasarán los sueños liberadores de Jesús: la certeza de la dicha para todos, el fin del sufrimiento de los pobres, la pervivencia de la justicia, las hambres saciadas, el mal derrotado. Todo eso no pasará y sigue vigente en la vida de quienes lo hacen posible.
· No pasarán porque hay mucha gente, como Jesús, tocada por la fuerza humanizadora del amor. Y no hay dique ni obstáculo que frene a quien ama. Y por ello, las grandes palabras de las que con frecuencia nos desdecimos, no pasarán, siempre habrá personas que luchen por ellas.
No habríamos de esbozar un gesto de incredulidad cuando se nos digan estas cosas. Porque si nosotros no damos acogida a las utopías del evangelio, ¿quién las creerá? ¿Y para qué sirve nuestra fe si no creemos en los sueños de Jesús? Tengamos por cierto: creer en los sueños de Jesús es más importante que creer en los dogmas.
Por eso, habríamos de colaborar a que las palabras de Jesús no pasen:
· Que no pase la justicia: aunque demos pasos atrás (como lo son las guerras y quienes les apoyan).
· Que no pasen los sufrimientos de los pobres: trabajando por mitigarlos (como muchos voluntarios en la DANA)
· Que no pase el anhelo de dicha: sobre todo para quien lo tiene peor (como los inesperados hermanos que vienen de la pobreza).
· Que no pasen las hambres no saciadas: hambres físicas, sociales y espirituales.
· Que no pase el tiempo de los sueños y de las utopías: de lo contrario, estamos muertos.
No es lo mismo sueños que ensoñaciones: estas no mueven un dedo para que las cosas cambien. Los sueños son verdaderos porque implican a quien dice tenerlos y lo mueven a actuar, aunque fuere un poco. Si mueren los sueños y las palabras pasan, nuestro planeta muere también.
Y si la eucaristía nos reconforta, si alimenta nuestros sueños, si da fuerza a las mejores utopías, sirve para algo. Si fuera por cumplir, porque siempre lo he hecho, si no me levanta el ánimo, la eucaristía está difunta. Necesitamos pensarlo.
Fidel Aizpurúa Donazar
17 de noviembre de 2024