Buscador Avanzado

Autor

Tema

Libro de la biblia

* Cita biblica

Idioma

Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. ENCONTRARON AL RECIÉN NACIDO ACOSTADO EN EL PESEBRE

Rate this item
(16 votes)

Lc 2,16-21

La mujer está presente en la trama, en el tejido de la historia de la salvación. Así como la mujer ocupa un lugar central y único en la existencia de los seres humanos -la madre, la esposa, la hija, la hermana, la novia, la compañera-, así también en la historia de Dios ella tiene un lugar irreemplazable.

Dios actúa a través de realidades y mediaciones concretas que él ha creado, desde ellas y en ellas, encarnándose y encarnado en el mundo real. Por eso, para la llegada del Mesías, la mujer abrirá la puerta cerrada, la puerta de los tiempos mesiánicos. No sólo el hombre, el Bautista. Los dos primeros capítulos del evangelio de san Mateo y san Lucas están dominados por la mujer concreta: “Su nombre era María”.

La acción de la mujer en la historia santa es absolutamente personal. Reposa sobre un acto de confianza, de fe, de intrepidez, de coraje. No es meramente biológica, no se reduce a la gestación. No es una colaboración pasiva, sino eminentemente activa.

De esta historia la mujer recibe un impulso decisivo para emanciparse de la secular situación de humillación y discriminación; para asumir en sus propias manos las riendas de su destino; para entrar en diálogo con el hombre, como interlocutor de igual dignidad y personalidad. Todos los argumentos que esgrime la Iglesia católica sobre la mujer se nos caen de las manos. La relación de la iglesia institucional con las mujeres va más allá del consabido “papel de la mujer en la Iglesia”. Es algo de más calado. Atañe no sólo a la credibilidad de ésta sino a los pilares de la fe. ¿No han entendido el discipulado de iguales que Jesús inaugura? ¿Cuántos años más harán falta para superar la brecha de género fomentada por los discursos teológicos, homilías y formulaciones litúrgicas que promueven la inequidad, la resignación, la sumisión, en definitiva, la opresión, el único pecado que existe? ¿Hace falta crear una comisión para profundizar sobre el diaconado, el sacerdocio femenino y tantos otros planteamientos que atañen a más de la mitad de la humanidad y que no son más que una cuestión de poder? ¿Qué consecuencias se derivan de ello? ¿Cómo están afectando a las comunidades cristianas?

Nuestro Dios, que es comunicación y relación, entra en diálogo con la humanidad. Llegada la plenitud de los tiempos, la Palabra se hace uno de los nuestros, planta su tienda entre nosotros (Jn 1,12-14). El Pueblo de Dios escucha y se abre a esa Palabra, se deja iluminar por la luz que emana de ella. Oramos, pues, con la Palabra hecha carne, con la Luz que nos hace hijas e hijos de Dios.

En la primera lectura recordamos la bendición que ofrece Dios a los israelitas por mediación de Moisés (Nm 6,22-27). Bendecir es poner el nombre de Dios en la asamblea. Dios es la fuente de toda bendición y ésta abarca todo bien material o espiritual, siempre signo de la donación de Dios, de su protección, gracia y paz. “El Señor te bendiga y te proteja, haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te dé la paz. Así invocarán mi nombre y yo los bendeciré”. El reconocimiento de su hondura y significado lo enaltece como revelador.

El nombre de Jesús quiere decir “Dios salva, libera”, aludiendo a Moisés el liberador del pueblo de Israel contra la opresión del faraón. El cristianismo sólo se comprende desde un serio compromiso de liberación humana en todos los sentidos.

Los pastores representan a los sencillos, a los descartados y con no muy buena fama… que están vigilando su rebaño en la noche. Están en la noche quienes aún viven en la ignorancia de su ser sagrado, original. ¿No es lamentable escuchar todavía el relato del pecado original (que leímos el día de la Inmaculada), que es un mito narrado en un género literario y con un lenguaje simbólico, y no haber tenido una pedagogía de los orígenes como el encuentro de Dios con la humanidad, sin el sesgo de culpa, sexual?

Volviendo al texto, un ángel del Señor, presencia de Dios en el ser humano que se abre a lo trascendente, se les aparece y les da la señal: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Ellos acuden corriendo y encuentran a María, a José y al niño. ¿A qué se está refiriendo Lucas? ¿No es lo lógico que un recién nacido esté acostado?

En las Escrituras todo tiene un significado profundo, a veces oculto, no tan evidente. Encontrar al Niño implica que la persona, el ser humano concreto, no necesita salir de sí mismo, para encontrar la Verdad, pues Él ya puso su morada en el interior de cada criatura desde el principio. No es tanto buscarlo sino descubrirlo, reconocerlo en el propio corazón, en el hondón de la existencia, e ir retirando las capas que envuelven el preciado tesoro del Dios con nosotros/as para asombrarnos y sobrecogernos en la contemplación del Ser que nos habita, nos sostiene y nos nutre.

¿Cómo entramos en diálogo con él en la vida cotidiana? ¿Le hacemos un hueco, un espacio en medio de las prisas, trabajos estresantes, atender a la inmediatez de las redes sociales, ocupaciones, reuniones…? Un “yo” que, aliado con mis deseos, mis quehaceres, mis miedos, mis necesidades materiales e incluso espirituales, me evade, me desvía o me aleja del descubrimiento de lo esencial: Dios en mí, en nosotros/as, porque todo ello son capas, envolturas que deben ser reconocidas como lo que son, una ilusión de “ser”, que ocultan y ahogan la Verdad. Una vez metido en esa maraña de cosas y urgencias, supeditado al canto de sirenas del mundo y la sociedad actual, el ser humano no puede por menos de sentir un gran vacío que tratará de llenar creando una identidad que le dé seguridad, defensa y una excusa para no implicarse.

El Yo real permanece, pues, ignorado, oculto. Solo una mirada interior como la de María, una fe confiada que le impulsa a pronunciar su “Hágase en mí”, es capaz de gestar y alumbrar la Luz, la Verdad, el Amor que todo lo invade, que todos/as esperamos y necesitamos. “Y de repente, -escuchamos en lo escondido, en la intimidad de nuestro Ser- se juntó al ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres y mujeres que gozan de su amor”.

“María guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón”. Como María, la comunidad cristiana, reunida para celebrar y reavivar la memoria de Jesús, de su acción liberadora y emancipatoria, hace presente hoy, cada día, la gesta de Jesús en favor de todas y todos los que viven esclavizados, marginados. La vida del cristiano/a con su lucha y participación en favor de la libertad, actualiza la memoria dinámica de la historia de la salvación.

¡Gracias María, Hija de la Promesa, Madre de Jesús, vecina de Nazaret, María de Pentecostés y compañera del Pueblo de Dios que caminas a nuestro lado!

¡Shalom!

 

Mª Luisa Paret

Read 767 times
Login to post comments
littleascakery.co.uk bridgwatertownfc-1984.co.uk