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Libro de la biblia

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Lc 9, 28-36

«Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña para orar»

Los sinópticos recalcan el hábito de Jesús de retirarse a menudo a orar buscando la soledad de la montaña; en ocasiones, acompañado de sus amigos más cercanos. Pero hay tres momentos cruciales en que su oración tiene un carácter especial, y los evangelistas se hacen eco de ello narrando con detalle la escena. Son momentos en que debe tomar las decisiones más importante de su vida, y en todos ellos recurre a la oración en busca de lucidez para discernir y fortaleza para responder.

El primero se recoge en el texto de la semana pasada y se desarrolla en el desierto de Judea. Jesús ha terminado de afianzar su vocación en el entorno del Bautista y se siente llamado a lanzarse a los caminos de Galilea a proclamar la buena Noticia del Reino… Pero esa decisión implica abandonar su oficio, su vida tranquila y a su familia, y lanzarse a una aventura arriesgada de final incierto. No es una decisión sencilla, ni mucho menos.

Para afrontarla hace lo que tantas veces hizo después a lo largo de su vida; sube al desierto y permanece largo tiempo en oración y penitencia. Y allí, en la soledad del desierto, entregado a la oración, decide responder a la llamada venciendo la acuciante tentación de ignorarla. Ya no vuelve a Nazaret, sino que va a Cafarnaún acompañado de Juan, Andrés, Simón y Natanael para iniciar desde allí la misión a la que se siente llamado.

El segundo discernimiento corresponde al evangelio de hoy. Jesús tiene que decidir entre permanecer en Galilea o universalizar su mensaje llevando la buena noticia al mismo corazón de Judea. Si permanece en Galilea como profeta rural, el alcance de su mensaje será muy limitado, pero al menos su vida no correrá peligro. En cambio, si sube a Jerusalén pondrá en grave riesgo su vida, pues sabe que las autoridades le buscan para matarle: «Vayamos también nosotros a Jerusalén a morir con él», dice Tomás, consciente del enorme peligro que ello entraña.

En este caso, el discernimiento queda en cierto modo velado porque Lucas incluye una teofanía que  pretende dejar claro (antes de iniciar el relato de la pasión) quién es el hombre que va a subir a Jerusalén, va a ser prendido por las autoridades, torturado y muerto en cruz. Lucas nos viene a decir: no os equivoquéis; Dios está con ese hombre que aparentemente es vencido por los sacerdotes; y no con quienes lo matan… «Y una voz desde la nube decía: Éste es mi hijo amado»

El tercer discernimiento tiene lugar en Getsemaní. Esa tarde Jesús ha organizado una cena de despedida con sus discípulos porque sabe que las cosas han ido demasiado lejos y su suerte está echada. Ya en el huerto, Jesús tiene que tomar la decisión definitiva: escabullirse amparado en las sombras de la noche, o ser consecuente con su misión y aguantar a pie firme la llegada de los guardias. Una decisión brutal, como también lo fue su angustia: «… Padre, aleja de mí este cáliz».

Por fidelidad a la misión, en el primer caso Jesús renuncia a la vida cómoda de Nazaret, en el segundo a la seguridad de Galilea y en el tercero a la propia vida.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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