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EL CONFLICTO IGLESIA-PUCP DE LIMA

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ANTECEDENTES

La Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) se fundó en 1917 con dos facultades: Letras y Jurisprudencia. Su primer rector fue el P. Jorge Dintilhac (SS.CC). El Estado la reconoció oficialmente en marzo de 1917. Posteriormente adquirió autonomía en virtud de sendas leyes de 1949 y 1960, al serle otorgado el carácter de nacional. Esta autonomía ha sido mantenida por las leyes posteriores.

Al cumplir sus bodas de plata institucionales, la Universidad Católica recibió de la Santa Sede el título honorífico de "Pontificia" en septiembre de 1942.

Ha cumplido ya 95 años desde su fundación y se ha convertido -en opinión de muchas personas- en la mejor universidad privada del país. Durante todo ese tiempo, la PUCP no tuvo problemas con los arzobispos de Lima Juan Landázuri Ricketts (franciscano) y Augusto Vargas Alzamora (jesuita), que tenían el título honorifico de "Gran Canciller". Asistían a la inauguración del año académico y no se entrometían en su funcionamiento ni en su orientación amplia y pluralista. Únicamente designaban al capellán del Centro de Asesoría Pastoral Universitaria.

Juan Luis Cipriani (Opus Dei) fue obispo auxiliar y después arzobispo de Ayacucho durante el gobierno de Alberto Fujimori, al cual ha defendido siempre con mucho entusiasmo, incluso después de haber sido juzgado y sentenciado a 25 años de prisión. Cuando a Cipriani le llegaban quejas en Ayacucho sobre violaciones de los derechos humanos por parte de los militares encargados de luchar contra Sendero Luminoso, llegó a decir públicamente que "los derechos humanos son una cojudez", expresión que para los peruanos es equivalente a una tontería, una estupidez.

Cipriani es nombrado arzobispo de Lima en diciembre de 1999 y cardenal en 2001. Con él empiezan los problemas con la PUCP. Pretende dos cosas: intervenir en el nombramiento del rector, y controlar el manejo administrativo y económico. Esto último es muy importante, porque desde hace muchos años la PUCP viene operando en unos extensos terrenos conocidos como "Fundo Pando", dejados en herencia por un ilustre peruano, José de la Riva Agüero. Esos terrenos han sido bien administrados, y generan grandes recursos económicos para ampliar la infraestructura y mejorar los servicios para los cerca de 20,000 alumnos que tiene la PUCP actualmente.

Para intervenir en el nombramiento del rector, en 2011 Cipriani exige a la PUCP como Gran Canciller que modifique su estatuto, adecuándolo a la Constitución Apostólica Ex Corde Eclesiae; y para administrar sus bienes entabla un proceso ante el poder judicial alegando a su favor la interpretación de los dos testamentos de José de la Riva Agüero. Las autoridades de la PUCP y el arzobispado entablan conversaciones para resolver el problema; el Vaticano envía un cardenal de la curia como mediador, pero Cipriani rompe el diálogo y logra que Tarcisio Bertone intervenga planteando la posición "oficial" del Vaticano: o se modifican los estatutos o la PUCP pierde los apelativos de "pontificia" y de "católica".

Las autoridades y estudiantes de la PUCP rechazan la posición del Vaticano, alegando que debe regirse por la ley peruana, según la cual el órgano de gobierno de las universidades es la Asamblea Universitaria. La Asociación Nacional de Rectores, la sociedad civil, las redes sociales y la mayoría de los medios de comunicación apoyan a la PUCP y esta interpretación. Pero la Conferencia Episcopal Peruana saca un comunicado apoyando al arzobispo Cipriani. Eso es lo que motiva la carta de Mons. Luis Bambarén.

Luis Bambarén, jesuita y expresidente durante años de la Conferencia Episcopal del Perú, ahora jubilado y obispo emérito de Chimbote, sigue siendo el hombre de Iglesia valiente y entero que sale en defensa de la verdad y de los grandes valores cristianos, por encima de las jerarquías y de lo "políticamente correcto". Acaba de hacer pública en la prensa local (Diario LA PRIMERA, de Lima) la carta dirigida al Presidente de la Conferencia Episcopal del Perú que copio a continuación.

Lima, 15 de agosto de 2012

Excelentísimo Monseñor SALVADOR PIÑEIRO GARCÍA-CALDERÓN

Presidente de la Conferencia Episcopal

Muy apreciado Hermano y Amigo:

Estando en Pariacoto del 7 al 10 de agosto para la celebración del Vigésimo Primer Aniversario del Martirio de nuestros Misioneros Franciscanos Conventuales Miguel y Zbigniew, tuvimos una profunda pena al conocer el lamentable comunicado del Consejo Permanente.

No solo es lamentable y penoso en su contenido, sino que nos duele por el daño que se hace a miles y miles de jóvenes y fieles que se sienten decepcionados de sus Obispos y afectados en su pertenencia a la Iglesia. Ustedes no solo han hecho causa común con el Arzobispo de Lima, sino que han asumido su problema y sus intereses como propios de la CEP.

No han valorado el daño que ya está hecho a una numerosa porción de la grey del Señor, que se sienten hoy como "ovejas sin pastor".

Obediencia y fidelidad plena al Vicario de Cristo y a nuestra Iglesia, SÍ. ¡Yo por esto daría la vida! Pero fidelidad al Gran Canciller y sometimiento de toda nuestra Conferencia a su conducción en el caso de la PUCP, NO.

Repito: lo que era un problema local entre el Arzobispo y la PUCP, ha pasado a ser de la Iglesia, que antes fue marginada y ahora es instrumentalizada en daño del pueblo de Dios. Estamos perdiendo la mejor Universidad del Perú.

El caso lo reducen ustedes al ámbito canónico y legal, pero se olvidan de su repercusión pastoral. NO SOMOS LEGISLADORES, SINO PASTORES. ¡Gran responsabilidad!

Muchos nos preguntamos ¿era necesario el "comunicado", no hubiera sido mejor y suficiente una reunión de la Presidencia de la CEP con el Rectorado de la PUCP?

Nuestras comunidades y parroquias se están desangrando no solo por esto, sino porque muchos sacerdotes han perdido el celo apostólico, se instalan en sus despachos con horarios de atención, pero están lejos del pueblo de Dios. En cambio, las sectas están activas, van casa por casa robando las ovejas de Jesús. Crece la indiferencia religiosa. Los jóvenes se alejan. Cada día son menos los que frecuentan en sus parroquias la Misa dominical, etc., etc.

Conozco parroquias en que el 50% ha dejado la Iglesia. Una profesora me contaba que a comienzo de año pidió a sus alumnos que levantaran el brazo los que eran católicos. ¡De 28 solo 2! En muchos colegios casi la mitad de los niños y adolescentes ya no son católicos.

Esto es lo prioritario y debe dolernos y preocuparnos a los Obispos.

Parece que nada de esto se ha tenido presente para sopesar las repercusiones pastorales del comunicado. Más que la Universidad, pierde nuestra Iglesia.

¡Qué pena! ¡Me siento decepcionado!

Te ruego comunicar esta carta a los miembros del Consejo Permanente y a los demás Obispos. Esta carta no es RESERVADA como sí fue la que envié a Su Eminencia el Sr. Cardenal Tarcisio Bertone.

Solo me queda orar, orar, orar.

Que Dios les perdone, les ilumine y les acompañe.

Hermano en Cristo Jesús,

Luis A. Bambarén Gastelumendi S.J.

Obispo emérito de Chimbote

En medio de todo este lío, el Sr. Cipriani cometió otro tremendo error: prohibir al Padre Gastón Garatea el ejercicio de sus funciones sacerdotales en Lima por haber hecho declaraciones a favor de la PUCP y en contra del proceder del arzobispo. Por si es útil para entender mejor el conflicto Cipriani/PUCP, transcribo un artículo mío que fue publicado en el periódico DIARIO16 de Lima el 18 de mayo de este año.

 

CIPRIANI CONDECORA A GASTÓN GARATEA

Ser hombre de Iglesia supone, por encima de todo, ser una persona tolerante. Pero resulta que la trayectoria de Juan Luis Cipriani a lo largo de los años es todo lo contrario de la tolerancia. Esto es más grave cuando se trata de alguien que ha sido nombrado para representar a una comunidad de creyentes que se sienten parte de la Iglesia católica, cuyo adjetivo hace referencia precisamente a su pretensión de ser "universal", y por lo tanto dar cabida a todos los que creen en Jesús de Nazaret.

Juan Luis Cipriani, como es sabido, es fiel seguidor de Josemaría Escrivá de Balaguer, que reclamó para sí el título de Marqués de Peralta, el cual le fue concedido por el régimen franquista el 26 de abril de 1968. Murió en 1975, el mismo año que el dictador Francisco Franco. Sus seguidores lograron que fuera beatificado en 1992 y que el papa Juan Pablo II lo canonizara el año 2002; una rara excepción en la tradición del Vaticano para declarar santo a un marqués.

Cipriani ha demostrado ser cada vez menos tolerante y menos católico. Su pertenencia al club de la autodenominada Obra de Dios (Opus Dei, en latín) es probablemente la razón principal de su progresiva intolerancia. Obviamente, cada cuál es dueño de afiliarse y seguir perteneciendo al club que más le guste. Pero igual que el presidente de un país debe gobernarlo dejando de lado los intereses y peculiaridades del partido político al que pertenece para ponerse al servicio de todos sus conciudadanos, una autoridad nombrada para el servicio a la Iglesia debería poner de lado su forma personal de interpretar el evangelio para liderar a toda la comunidad de creyentes que se le ha confiado.

El señor Cipriani no ha actuado ni actúa así. Se sabe que cuando fue nombrado arzobispo de Lima comentó entre sus amigos cercanos que tenía dos piedras en el zapato: la Teología de la Liberación y la Universidad Católica. Desde entonces ha tratado por todos los medios de sacarse las dos piedras, que por cierto daría la impresión de que le duelen incluso cuando se descalza.

La primera piedra debe de seguirle molestando, ya que la Teología de la Liberación sigue marcando el camino de la fe y de la vida de muchos creyentes, y su iniciador goza de enorme prestigio en todo el mundo. La curia romana nunca la satanizó ni prohibió la lectura de los libros de ese peruano universal que es hoy Gustavo Gutiérrez. Cipriani, en cambio, parece sentirse la reencarnación de Torquemada, el gran Inquisidor. O sea, más papista que el Papa.

El arzobispo y cardenal sigue intentando sacar de su zapato la otra piedra que tanto le duele: la Pontificia Universidad Católica del Perú. Antes que Cipriani, la PUCP tuvo a Juan Landázuri Ricketts y a Augusto Vargas Alzamora como grandes cancilleres de esa universidad. El primero era franciscano y el segundo jesuita. Nunca tuvieron problemas con las autoridades de la PUCP. Había independencia y respeto mutuo. Ni Landázuri Ricketts ni Vargas Alzamora hicieron sentir su pertenencia a la orden franciscana o de Ignacio de Loyola. Con Cipriani llegó el conflicto: bajo el pretexto de la adecuación de los Estatutos de la PUCP a la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, el Arzobispo de Lima pretende interferir en el nombramiento del rector y en la administración de los bienes legados por José de la Riva Agüero.

Pero la comunidad católica peruana ha sido sorprendida recientemente con la prohibición a Gastón Garatea de ejercer el ministerio sacerdotal. Sin haber conversado con él, sin haberle dicho de palabra o por escrito el motivo de la prohibición.

No voy a reiterar lo que quienes conocen la trayectoria personal de Gastón han dicho públicamente sobre él como persona, como ciudadano peruano, como educador, como creyente y como sacerdote. Sólo quiero decir a Gastón que la prohibición de Cipriani es una honrosa condecoración por su trayectoria de fidelidad a su fe y a su vocación de servicio.

Este hecho –lamentable para Cipriani, honroso para Gastón– trae a la mente las palabras del evangelio referidas a Jesús de Nazaret: Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban cómo acabar con él, lo mismo que las autoridades de los judíos. Pero no sabían cómo hacerlo, porque el pueblo entero lo escuchaba, pendiente de sus palabras. (Lucas 19, 47-48).

Felicitaciones por esta condecoración, amigo Gastón.

 

Mariano Martínez Dueñas

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