ALQUIMIA EUCARÍSTICA
PepcastellóEn el transcurso de una eucaristía que se celebró hace unos días para festejar los cien años de una monja y a la vez sus setenta y cinco de vida religiosa, cuando el oficiante se preparaba para "convertir" el pan y el vino en el «El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo», me vino a la mente la nota dos veces buena (por buena y por breve) de Luis Alemán "Un apunte sobre las primeras comuniones" que pocos días antes había leído en "feadulta". Y también los de José M. Castillo sobre "La Iglesia como sacramento"; y algunos de Juan Luis Herrero y de otros que escriben con similar talante sobre lo que es y lo que debiera ser la Iglesia.
Y se me ocurrió − ¡blasfemo de mí!− que mientras el centro de la liturgia católica sea el goce de la ingestión divina, pocas posibilidades hay de que se produzcan cambios profundos en la Iglesia Católica Romana. Porque, ¿para qué cambiar nada si gracias a como ahora están las cosas los fieles católicos pueden alimentarse a diario con «el Cuerpo de Cristo», el mismo Dios hecho carne humana?
Si la fe católica consiste en «creer» cuanto de fabuloso la Iglesia afirma, entre lo cual se halla el poder de los sacerdotes para convocar al mismo Dios del cielo mediante un determinado rito, y estas creencias aportan a los fieles un bienestar emocional que se puede realimentar continuamente, ya sea en personal conversación con Dios, ya sea devorándolo a diario, y si encima estos placeres sitúan mentalmente al creyente por encima de los demás mortales increyentes, ¿para qué cambiar nada? ¿Acaso no es esta presencia divina un anticipo de lo que se supone será el cielo?
No, nada de cambios. Nada de dudas sobre la doctrina de la Iglesia ni sobre la potestad del Papa y los sacerdotes ni sobre la Providencia Divina ni sobre Jesucristo, ese Jesús de Nazaret divinizado a golpe de concilio y convertido luego en manjar delicioso.
Nada de cuestionar nada que pueda echar por los suelos ni el más mínimo de los refinados "placeres del alma" que la fe conlleva. Y menos aún pensar en echar la propia suerte con los pobres de la tierra. ¡Qué disparate! A los pobres hay que echarles limosna, eso sí, para aumentar el bienestar interno que produce la buena conciencia, pero nada más.
Pobres los habrá siempre, y la Iglesia no puede ser pobre porque para mantener este culto, que tan placentero resulta a sus fieles, necesita organización, templos, formación y manutención de clérigos, influencia política y social... Riqueza material, se mire como se mire, pero una riqueza que sirve para seguir en lo más hondo del alma a aquel que dijo «mi reino no es de este mundo».
Y así cavilando mientras la ceremonia iba avanzando y ya los fieles se ponían en hilera para pasar a comulgar, mi mente blasfema llegó a pensar que la Iglesia es el conjunto de gentes que se reúnen para gozar del refinado placer que da sentir la presencia divina, ese estado de bienestar que producen las hormonas cuando el pensamiento se ocupa en la contemplación de imágenes celestiales.
Me hizo feliz aquella idea, porque por fin podía entender cómo es posible meter en un mismo saco al papa, a los cardenales, a los obispos que viven lujosamente, a los párrocos, a las religiosas y religiosos que viven más humildemente atendiendo a los pobres, a esos mismos pobres que más humildemente ya no pueden vivir, a los ricos que son causa de tanta pobreza, a los dictadores asesinos y genocidas que protegen a los ricos, a los torturadores, a los curas pederastas... ¡Todos son Iglesia! Basta para ello con que todos coincidan en reunirse para rezar el mismo Credo y, sobretodo, para gozar las excelencias de ese divino manjar que se obtiene mediante la alquimia eucarística.
En fin, espero haberlo entendido bien esta vez, pero si no es así, ruego a Dios que perdone mis cábalas, porque a las personas católicas que me lean ya entiendo que les va a costar.
Luz, gozo y paz a todas y a todos.
Pepcastelló
http://lahoradelgrillo.blogspot.com/
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A QUIENES MOLESTÓ MI ESCRITO SOBRE LA EUCARISTÍA
Una persona religiosa, por quien siento respeto y aprecio, me manifiesta su disconformidad con cuanto digo, que considera más o menos como un insulto a su fe. Y ello me mueve a dar esta explicación de cuál ha sido mi intención al decir lo que digo.
Me parece que no es opinión mía sino algo compartido por quienes de ello entienden, que las religiones son elaboraciones culturales que han surgido en diversos momentos de la historia de los pueblos, y que inspiradas o no por dios o por dioses, según lo que cada cual crea, han tenido como finalidad señalar caminos por los cuales el pueblo podía avanzar colectivamente.
Épocas y situaciones distintas han dado distintas maneras de pensar y de creer, las cuales han servido para orientar el pensamiento colectivo mediante la configuración mental de los individuos a fin de perpetuar la forma de vida a la cual se había llegado.
Una tal forma de ver el pensamiento religioso no me parece que tenga que ofender a nadie, excepto a quienes creen a ojos cerrados que el mismo Dios del cielo ha puesto en su sitio todas y cada una de las cosas que ahora hay. Pero ante esta forma de pensar, yo me callo y me retiro.
Mi escrito iba dirigido a quienes en algún momento se han cuestionado, ni que sea en su fuero interno, la utilidad de la forma de pensamiento religioso que ofrece actualmente la Iglesia Católica. Y no pretendía otra cosa sino mostrarles como vemos su rito principal quienes estamos fuera aunque nos morimos de ganas de compartir cuanto de esencial y humano tiene el cristianismo.
Admito que mi escrito fue provocador, empezando por el título, pero en ningún momento fue mi intención hacer mofa de nada ni de nadie, por más que a alguien pueda parecérselo.
En más de una ocasión he manifestado mi convicción profunda de que en el seno de las tradiciones religiosas hay grandes fuentes de sabiduría. El cristianismo es la tradición religiosa en la que he crecido, y es la que predomina en mi actual entorno. De aquí que desee muy de corazón que su profunda sabiduría sirva para humanizar esta sociedad materialista que se autodestruye a velocidad de vértigo. Y veo para ello un inconveniente, que es el "enfoque celestial" de la sensibilidad religiosa católica.
Desde mi punto de vista, creer que el seguimiento de Jesús consiste en recrearse en el placer de la contemplación mental del imaginario religioso es un error grave. Poner el símbolo antes que lo simbolizado es, en mi opinión, poner los bueyes detrás de la carreta.
No es que entienda mucho de evangelios, pero algo me los he leído durante años y, si no recuerdo mal, Jesús predicó el amor y la compasión por encima del culto. Y lo que veo en mi entorno es justamente todo lo contrario, una Iglesia centrada en el culto que, como mucho, recomiendo el amor y la compasión.
Alguien dijo «Jesús predicó el reino, pero vino la Iglesia», y yo añado que esta iglesia en vez de predicar el reino predica a Jesús. Y lo que es aun más gravé es que por encima incluso de Jesús se predica a sí misma.
No tengo nada en contra de los arrobos emocionales que se pueden obtener mediante la práctica religiosa. Al contrario, pienso que si el humanismo no ha triunfado es por falta de liturgia. Pero en mi opinión, creer que el seguimiento de Jesús consiste en recrearse en el placer que da la contemplación mental del imaginario religioso es un error grave, es llevar el mundo religioso por una vía espiritual que de tanto mirar al cielo no ve nada de cuanto pasa en la tierra, y si lo ve lo ignora, como los dos "buenos" judíos de la parábola del buen samaritano.
Y aun a riesgo de ser juzgado por juzgar, me atrevo a decir que este error es intencionado, porque es la única forma de mantenerse al margen de todo el conflicto que conlleva el mensaje revolucionario de Jesús que transmiten los evangelios.
Pienso que cada cual es muy libre de elegir el camino de espiritualidad que más le plazca, pero veo urgente que el mundo religioso actual encuentre uno por el que podamos transitar quienes no estamos en predisposición mental de creer lo que no cuadra con los conocimientos humanos que hoy tenemos.
En fin, no es sino mi opinión, y hay otras muchas.
Ruego a quienes ofendí que me disculpen, pues no fue en ningún momento mi intención.
Luz, gozo y paz a todas y a todos.
Pepcastelló